lunes, 3 de octubre de 2016

El sonido y la furia






Las distintas voces en el Flamenco siempre han sido un tema de profundas investigaciones y de algunos inútiles debates a los que este Arte es tan proclive.  Impagable el estudio que Alba Guerrero desarrolló en el 2010 (“La técnica vocal en el Cante Flamenco”). Posiblemente lo mejor que se ha escrito sobre las distintas maneras vocales de interpretar el Cante Flamenco. Ella, de manera acertadísima, contextualizaba las distintas voces cantaoras de la siguiente forma y manera: Afillá, Redonda, Cantaora, Laína, Natural y de Falsete.  Tres de los tipos de estas voces han sido las más recurrentes y donde algunos puristas han encontrado su caja de resonancia. La voz Afillá (Manolo Caracol); la voz Natural (Antonio Mairena) y la voz Laína (Manuel Vallejo).  Unas, recias y ancestrales, de gargantas rotas donde el Cante se nutre del sudor y las lágrimas que los humanos van dejando por los surcos de la tierra. Las otras, melismáticas y dulces, que nos introducen en un laberinto de pasiones donde nunca sabemos quien gana la partida: si el gozo o la pena.  La tierra moviéndose y girando acompasada con el soniquete del Arte Jondo. Unas veces con el quejío desgarrado de los ecos seguiriyeros y otras con el ritmo trepidante y sensual de los Tangos canasteros.  Cada cantaor tiene la voz que Dios o la Madre Naturaleza le ha dado y con ella se adaptará a los estilos de cantes que mejor le vayan a su garganta.  El Flamenco se nutre de la creatividad de sus grandes artistas y mal haremos en valorarlos en función del color de su piel, su lugar de procedencia o la textura de su voz.  El sonido flamenco luchando y saliendo victorioso en la batalla contra la furia de los elementos.  Lágrimas de sinfonía / unas veces son de pena / y otras lo son de alegría.





Juan Luis Franco – lunes Día 3 de Octubre del 2016



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