lunes, 23 de febrero de 2015

Hijos de las pateras




Abrieron sus manos suplicando
a las estrellas de la noche.
Lloraron apretujados en alta mar
indefensos ante la furia
de la tormenta.
Los niños miraban asustados
a sus madres y los hombres
pedían ayuda a un Dios
desbordado por los humanos.

Tenían bajo sus desnudos pies
las tablas de los Diez Mandamientos.
Al igual que Moisés muchos nunca
pisarían la tierra prometida.
Las sirenas daban coletazos
para ahuyentar a los tiburones
de los mares de los sueños.

Los caballitos de mar
portaban en sus lomos a
la pena amarga de siglos de
desprecio e ignominia.

Fugitivos de la hambruna en
busca del pan nuestro de cada día.
Aldabonazo que cuestiona a Dios
y conmueve a los hombres de bien.

Buscan la libertad por los mares
y estos les abren sus cremalleras.
Gaviotas sin vuelo ni horizonte
marineros sin barcos ni cantinas,
portadores del duro madero de Jesús
cargadores de cruces sin fronteras:
¡Hijos de las pateras!

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