sábado, 27 de diciembre de 2014

Cuentos de Azotea: 9. Noche de paz



   A pesar de que el pasado año juraron y perjuraron que nunca más volverían a reunirse en Nochebuena este año –posiblemente por última vez – lo harían de nuevo. Todos coincidían que lo hacían para no disgustar a su madre. Una señora con noventa y dos años de edad y con un proceso de demencia senil muy avanzado.  Eran cuatro hermanos a los que merece la pena desglosar por riguroso orden de antigüedad (edad).

   José María, el mayor. Un delineante jubilado procedente de CASA. Casado con Araceli oriunda de Alcalá de los Panaderos y adicta incombustible a la tele-basura, las cremas adelgazantes  y  las rebajas. Tienen dos hijos varones de treinta  y treinta cinco años de edad respectivamente (Paco y José Mari llevan muchos años parados y se resisten a perder la antigüedad). Entres las  grandes aficiones de José María figuraban la pesca, el fútbol y llevarle la contraria a todo el mundo.

    María del Mar, funcionaria del Ayuntamiento de Sevilla y a pocos meses de la jubilación. Casada en segundas nupcias con un bombero del Aljarafe. El idilio con su primer marido terminó cuando lo pilló en la cama con un empleado de la Plaza de Toros que a la sazón era su vecino de enfrente. A Marimar le abrieron de par en par la Puerta del Príncipe.  Tuvo una hija de veinticinco años de su primer marido y un niño de doce del segundo. Se considera una persona poco realizada y a la que la vida no ha tratado como ella se merecía.

   Juan Ignacio, emprendedor de empresas de todo tipo que invariablemente, más pronto que tarde, terminan cerrando. Siempre acaba debiéndoles dinero a sus empleados y con el número de un nuevo expediente en los juzgados. Casado con María del Pilar una mujer de familia burguesa venida a menos y con ínfulas de grandeza. Tienen dos hijos varones gemelos y sumando entre ambos los cincuenta años de edad. Mantiene aficiones elitistas como el golf para poder seguir codeándose con políticos y banqueros. Ha sido imputado en las trama de los EREs siendo requerido en tres ocasiones para ir a declarar (evidentemente se acoge a su derecho de no hacerlo. ¡Faltaría más!).

   Trinidad, la menor. Es abogada laboralista con despacho asociado en el Barrio del Porvenir. Vive con Javier, su actual pareja, un Profesor de Música del Conservatorio de Sevilla. Tienen una niña adoptada de nueve años de edad. Se considera progresista y cualquier atadura le resulta sumamente incomoda. Tiene como aficiones el cine, el teatro, los libros de ensayos y los recitales de Joaquín Sabina. Lleva su inconformismo al extremo de discutir sola con su espejo cada mañana.  Mantiene en la actualidad una duda existencial de si casarse con Javi o si será mejor separarse de él.  Ser o no ser en clave de Libro de Familia.

   El escenario donde piensan pasar la Nochebuena es en la casa de su viuda madre situada en la vecina localidad de Castilleja de la Cuesta. Allí pasaron en buena armonía una gran parte de su infancia y juventud hasta que los intereses terminaron por enfrentarlos. Todos confiaban en la herencia paterna y todos al final se sintieron defraudados. “El “viejo” los conocía y no se fiaba de ninguno de ellos.
    Consideraban el reparto poco equitativo y nada acorde con los méritos contraídos  por cada uno. La pela es la pela que dirían por tierras del ya poco “Honorable”. Poderoso caballero es don dinero.

    Desconfiaban unos de otros y cada uno pensaba que los demás habían influido interesadamente en los últimos años del “viejo” cuando su cabeza ya no le regía de manera razonable. Incluso había sido beneficiaria de una pequeña parte de la herencia Herminia una señora del pueblo que llevaba muchos años cuidándolos y que ahora se encargaba de su anciana madre. Precisamente ella y su marido son los encargados de preparar la cena de Nochebuena que, evidentemente, pagará en su totalidad la desmemoriada anciana.

   A pesar de que en el ambiente flotaba un cierto aire de “ojanas” compartidas es justo reconocer que la comida navideña transcurrió dentro de unos cauces donde primaba la amabilidad y el civismo. Hasta Juan Ignacio se permitió la licencia de contar algunos chistes tan superconocidos como groseros. Estaban todos, hijos, yernos, nueras y nietos exceptuando a la “niña” de María del Mar. Había justificado su ausencia con una excusa que no convenció ni a sus propios padres. Ella a la postre (mejor a los postres) iba a ser la desencadenante del tsunami que se avecinaba.

   Descorcharon tres botellas de champán y José María, el mayor, levantó de la mesa a su madre y le puso en la mano derecha una copa de cristal de bohemia con un buchito de champán francés. Dijo sintiéndose importante y solemne por un momento: “Vamos a brindar por toda nuestra familia. Mamá ya puedes levantar tu copa”.  El comentario que hizo a continuación Trini fue el desencadenante de la “tragedia”. Dijo textualmente: “Bueno toda la familia no que falta Natalia que ha preferido pasar la Nochebuena con sus amigos antes que con su abuela”. A partir de ese momento el Desembarco de Normandía fue, comparado con la que se lió, una excursión dominguera a la playa de Mazagón con Hermandades del Trabajo. Salieron a relucir toda una batería de mutuos reproches donde el “y tu más” se adueñó de la estancia. Nadie se quedó nada en el tintero y, como era de temer, de las palabras se pasaron a los hechos. Volaron por los aires  fuentes con restos de chacina variada de aristocráticos cochinos; platos a medio comer de ensaladilla rusa, gambas y langostinos. El caviar, única aportación de Juan Ignacio a la cena, terminó estampado contra las cortinas del salón. El cristal de bohemia de las copas hecho añicos buscaba acomodo entre los flecos de la enorme alfombra del comedor. De las lágrimas de la lámpara de cristal del salón prendían trozos de tarta de frambuesa. Herminia y su marido, a duras penas, pusieron a buen recaudo a la anciana propietaria de la casa y matriarca de aquella jauría de lobos. En la tele de plasma del salón Raphael cantaba por enésima vez “El pequeño tamborilero” que, a buen seguro, estaría hasta los huevos de tanto redoble anual. Avisada la policía por los vecinos ante el estruendo de aquella batalla hogareña se personaron en el lugar y procedieron a la detención de los allí concurrentes. Terminaron todos prestando declaración en la Comisaría sevillana de la Avenida de Blas Infante. A esa misma hora en un humilde pesebre nacía un niño redentor con la noble y única misión de que los humanos se amarán los unos a los otros. Al final los humanos le “premiaron” sus esfuerzos conciliadores clavándolo en una cruz en todo lo alto de un monte. Para unos la historia interminable fue una lección de dignidad y bondad; para otros, que con martillos y clavos se puede clavar a cualquiera en una cruz.

    En ese momento, en una Residencia de Ancianos de la ciudad de Ohio, un anciano solo y meditabundo abre la ventana de su cuarto para sentir en su cara la nieve que está cayendo. Necesita sentirse vivo. Mientras mira hacia el cielo escucha en su antiguo tocadiscos, testigo de tiempos mejores, “Blanca Navidad” de Bing Crosby. Esa Navidad por Castilleja se repartieron tortas y no precisamente de “las legitimas y acreditadas de Inés Rosales”.  Pese a todo…Noche de Paz es –o debía ser-  una Noche de Amor.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Melancolía de campanilleros





Los “Campanilleros” fue un cante que creó Manuel Torre y que llevó a los confines de lo verdaderamente popular Dolores Jiménez Alcántara “La Niña de la Puebla”. Un cante lleno de nostalgia donde las paredes del alma rezuman el llanto por los paraísos perdidos de la niñez. “A la puerta de un rico avariento llegó Jesucristo y limosna pidió / pero el rico en vez de limosna / los perros que había se los azuzó”. Andalucía fielmente reflejada en una manera de expresarse. El Flamenco hecho liturgia redentora en un pueblo que a pesar de los castigos recibidos nunca perdió la alegría. Campanas del alba llamando a los amaneceres luminosos y toque de guitarra por Siguiriya en eternas madrugadas de llantos y gozos compartidos. El ser humano, sin instalarse en ella de manera permanente, necesita vivir agarrado a una cierta dosis de nostalgia. Sin pasado no hay presente y sin presente nunca habrá futuro. Recordar a nuestros ancestros por estos señalados días siempre será un síntoma inequívoco de que parte de lo vivido ha merecido la pena. Antes la Navidad significaba solidaridad, afecto y tradición. Ahora las cosas son como son o como queremos que algunas veces sean. Suenan los campanilleros y todo renace de nuevo. Suben y bajan las empinadas cuestas de los pueblos de Andalucía dejándonos su soniquete depositado en los recovecos del alma. “En los pueblos de mi Andalucía / los campañilleros por la madrugá / me despiertan con sus campanillas y con las guitarras me hacen llorá”.  Los mares bordan sus espumas de encajes en las orillas de las playas andaluzas y el rocío mañanero refresca los pétalos de las flores en la campiña. Pasan los campañilleros y con ellos pasa nuestra vida atada a los momentos del ayer. Llegan como las cigüeñas a los campanarios. Su canto siempre será un canto a la esperanza. Lo dejó escrito don Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo caminos / caminos sobre la mar”. Melancolía de campanilleros frente a una fuente de pestiños, una mesa camilla y una botella de aguardiente.  La vida atrapada siempre por la vida. Sones de campañilleros atados a la niñez.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Cuartelillo





Dos caras tiene la luna
Y un cerco que la rodea,
Su color verde aceituna
Resplandece en la azotea.

Dale cuartelillo al día
Un trago largo al porrón
Y buen tiento a la alegría.

Un hombre miraba al cielo
Y mil preguntas le hacía;
Locura del desconsuelo
Sin moneda en la alcancía.

Dale cuartelillo al día
Un trago largo al porrón
Y buen tiento a la alegría.

Dos cosas tiene la pena
Que no las tiene el dolor:
El color de la azucena
Y un amargo resplandor.

Dale cuartelillo al día
Un trago largo al porrón
Y buen tiento a la alegría.

Tantas cosas tú portaste
Que al subir te dijo Dios:
“Vales por lo que dejaste”.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Mal pago




Lo veo casi a diario dentro o en los aledaños donde habita el Señor de Sevilla. Es algo mayor que yo y puedo decir que sin tener lazos sanguíneos comunes siempre formó parte de mi familia. Es ahijado de mi padres y desarrolló toda su vida laboral enfundado en un uniforme de la policía municipal sevillana. Mis padres le profesaban un profundo cariño y él siempre les correspondió con la misma moneda. Podía haber triunfado plenamente en el mundo del Fútbol o el de los Toros pues tenía sobradas cualidades para ello. Era un príncipe que la vida, en definitiva, terminaría destronando. Dejó embarazada a una chiquilla de catorce años de edad (él tenía tan solo diecisiete) y pagó su desliz casándose son ella. Craso error. Una auténtica barbaridad que el tiempo se encargaría de pasarle una dura factura. Tuvieron cinco hijos por los que luchó denodadamente para sacarlos adelante. Todos en la actualidad están bien situados y son gente decente y bien considerada. Hace ya bastantes años que se separó pues su mujer, sin pruebas fundadas, decía que él lo engañaba con otras mujeres. Posteriormente y en un ejercicio de machacona inmadurez tuvo este buen hombre dos nuevas relaciones sentimentales (con otra boda incluida) que terminaron como el rosario de la aurora. Los estragos que le causaron las pensiones alimenticias lo dejaron contra las cuerdas.  Mi madre, con buen criterio, le decía que primero ordenara sus ideas y después buscara pareja sentimental. No hubo manera, buscando paliar su soledad se salía de Guatemala y entraba en Guatepeor. Ahora vive solo (en cuerpo y alma), sin más compañía que su perra, a cien metros de San Nicolás (precisamente donde nació y pasó su infancia y juventud). Su primera esposa le inoculó un veneno a sus hijos contra su padre y estos pasan olímpicamente de él. Es más: tiene seis nietos y no conoce a ninguno de ellos. En sus separaciones nunca fue acusado de maltratador (su primera esposa siempre reconoció que era un buen hombre pero con la “picha” siempre dispuesta para el combate). Cuando lo veo y me paro a charlar con él siempre termina llorando amargamente y jurando y perjurando que él solo ha vivido para el trabajo y su familia. Son de esas situaciones que sin disponer de elementos de juicio te dejan perplejo ante los despropósitos de la condición humana. Va cada día a visitar al Gran Poder y a él le confiesa sus desventuras (¿a quien mejor?). Siempre que me lo encuentro en la calle me dice. “Ahí voy –o vengo- a ver al Jefe”. Este príncipe destronado del ayer que hoy está reconvertido en un “mendigo” sediento de cariño me conmueve. Lo recuerdo cuando, junto con mi hermano, eran los príncipes del Barrio. Intento darle ánimo pero entiendo que esto solo está al alcance de quien mora y recibe en San Lorenzo. ¿Cómo se le puede sustraer a un buen hombre la simple posibilidad de ver a sus nietos? Asumo que la vida privada de las personas es compleja y que pertenece por entero a sus dueños. También que todas las cuestiones, como los ríos, tienen dos orillas. Pero, a que negarlo, el mal pago forma parte de la aventura de la vida. Llueve sobre mojado y, lo peor, es que son lágrimas que nos caen desde el cielo.  Vivir para ver y ver para vivir. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

La belleza enlutada





Fue un lunes día tres de noviembre del año en curso. Acudí en mi obligada visita a San Nicolás de Bari y allí estaba Ella de luto y mostrando a través de su pena una belleza deslumbrante. Admito sin reservas que es, a lo largo de mis ya muchos años de visitas luneras, la vez que he visto más guapa a la Candelaria. ¡Que bien le sentaba la pena enlutada a la Reina de la Judería! Me quedé un buen rato sin apartar ni un centímetro mi mirada de su cara y aquello me provocó un caudal de sentimientos difíciles de narrar. En su rostro estaba reflejado el dolor de una madre que llora sin consuelo la muerte de su hijo. También la pena amarga de una hermana que sufre en silencio la perdida en la batalla de su querido hermano. El dolor inmisericorde de una hija presa del dolor al sentir en sus carnes el desgarro de la orfandad más absoluta. El dolor sublimizado por la belleza del Barroco más sevillano. Aquel día tomé un par de notas y ayer me aparecieron por sorpresa en el bolsillo de una chaqueta. Hoy, lunes quince de diciembre, me apetecía escribir sobre Ella. Un antiguo marxista en la Corte del rey Don Pedro. Aquel día mientras charlaba con Victorino delante de la pila bautismal y rodeado de velas de rogatorias y promesas se nos acercaron hasta tres mujeres emocionadas. Todas nos hicieron el mismo comentario: ¡Habéis visto lo guapa que está la Candelaria vestido de luto! Nos preguntaron si teníamos algunas estampas de la Virgen vestida de negro.  Me alegró saber que aquella deslumbrante belleza no era una percepción mía sino algo perfectamente compartible por las almas sensibles. Cada día estoy más convencido de que la Señora de la Alfalfa es la Virgen que mejor define la guapura de la mujer sevillana. Asumo sin complejos apasionamiento candelario como animal de compañía. Mi abuela Teresa decía que más guapa que Ella no la había en toda Sevilla. No la más bonita, ni la más hermosa, ni la más bella sino la más guapa. Por eso aquel día, lunes tres de noviembre, fue de esos días donde uno saca el alma de lo verdaderamente importante a pasear. Al final los sentimientos siempre hacen encaje de bolillos con nosotros. Aquel día salí del Templo siendo plenamente consciente de cuanto dejaba encerrado tras aquella dorada cancela.  La belleza enlutada como paradigma de que fe, tradición y belleza pueden caminar armoniosamente cogidas de la mano. Esa cara hace ya mucho tiempo que callada y discretamente le está pidiendo a Sevilla una Corona. Con el Vía-Crucis los sevillanos descubrieron asombrados al Señor de la Salud. Cuando lo estimen oportuno podrán ver a esa Dolorosa ya coronada volviendo a su casa por la Judería. Espero vivir lo suficiente para contarlo. Allí y aquí estaremos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Papeles de Hermandad





Javier, un compañero de trabajo de mi hija Alicia y Hermano de Pasión, me hace llegar una hoja interna de la Hermandad bastante curiosa. Me comenta que estaba dentro de un libro antiguo que había adquirido recientemente. Dice lo siguiente:

   Siendo fines principalísimos de esta Archicofradía el tributar culto a Nuestro Señor Jesucristo en el Augusto y Divino sacramento del Altar, y a la portentosa y casi animada Imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, fomentando así el mayor provecho espiritual de las almas, se ha considerado conveniente organizar, durante los días de la Solemne Novena a nuestro Amantísimo Titular, en que estará el Jubileo Circular de las cuarenta horas en esta Parroquia a intenciones de la Archicofradía, un turno de vela ante el Santísimo sacramento, y conociendo su piedad y devoción a Jesús Sacramentado y a Nuestra Veneradas Imágenes , nos hemos permitido señalar a Ud. Entre los Hermanos a que corresponde este honra, indicándole que su turno será el próximo lunes día 14 de los corrientes de 6/2 a 7 de su tarde esperando tenga la bondad de enviarnos la adjunta nota de aceptación para la mejor organización de la vela.
   Dios Guarde a Ud. Muchos años
                                         Sevilla y Enero de 1963
                                                  EL SECRETARIO,


Esta nota escrita hace más de medio siglo denota exponencialmente todo un proceso narrativo verdaderamente singular. Todo un claro ejemplo de la manera tan sutil de cómo las Hermandades se dirigían a sus hermanos en cuestiones de estricto régimen interior. Una simple convocatoria era un canto a la belleza literaria y/o espiritual.  Cuando se refiere al Señor de Pasión dice que: …”a la portentosa y casi animada Imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión”. O cuando argumenta que: “fomentando así el mayor provecho espiritual de las almas”.   Una nota escueta pero llena de matices en una forma de expresarse que los tiempos, vía tecnología, lamentablemente han terminado desterrando. Durante algunos años estuve investigando en los archivos de parroquias buscando datos (fundamentalmente bautismos, bodas y fallecimientos) de algunos artistas o personajes del Flamenco. Comprobé cuando me derivaban a los Archivos de algunas hermandades una riqueza expresiva en las mismas verdaderamente impresionante. Los historiadores saben que en la Historia de las hermandades palpita el alma de la Ciudad.  Esta nota de la Hermandad de Pasión es un ejemplo rotundo de cuanto aquí comentamos.  Concisa, deliciosamente escrita y llena de matices que concilian la fe con el compromiso. Todo un canto al buen gusto y a la armonía narrativa.