jueves, 31 de julio de 2014

Cuentos de azotea 5. El pescador de coplas




   Se preparaba cada mañana en una cesta de mimbre sus avios de pescar, su caña y un pequeño refrigerio donde no faltaba una bota con vino tinto y un trozo de queso viejo. Cogía su bicicleta y después de distribuir equilibradamente todos los utensilios se marchaba a la playa a practicar su deporte favorito: la pesca en el embarcadero. Se pasaba allí sentado pacientemente toda la mañana y compartía cómplices silencios de espera con los peces y con el azul de los mares. Cuando algún pez se descuidaba y terminaba atrapado por su anzuelo lo volvía a depositar en el mar tras comprobar tamaño y especie. “Al César lo que es del César y al mar lo que es del mar”, solía decir.



    Era un andaluz choquero ya jubilado y excelente compositor de letras de flamenco,  poemas costumbristas  y coplas atrapadas por la cal de las paredes y los desamores en duermevela detrás de las rejas. Todas las grandes de la copla tenían -o habían tenido- en su repertorio algún tema suyo. Su profesión verdadera  era  -o mejor había sido- la de Perito Agrícola y su gran afición –aparte de la pesca- era la de emborronar cuartillas con letrillas o poemas que se le ocurrían en los sitios más dispares. Cuando se le venia algo nuevo a la cabeza lo canturreaba por lo bajini para ver donde mejor encajaba. “La más grande”, que era una artista que nació en la sevillana calle Parras  decía de él: “Después de Rafael (de León) como Alfonso no ha escrito nadie copla”.



    Un mediodía cuando ya se disponía a recoger los utensilios comprobó que entre los tablones viejos y retorcidos del embarcadero había una botella con algo en su interior. Montó de nuevo la caña y con sumo cuidado rescató la botella del agua intentando no romperla en el arrastre. Era una botella verde de cuello ancho cerrada con un  tapón de corcho mostrando en su interior un papel azulado y perfectamente doblado. Había aguantado los envites del mar y comprobó que se encontraba en perfecto estado. La guardó en el fondo de su cesta de mimbre y se marchó a unos pinares cercanos para tranquilamente ver que contenía en su interior.



    La descorchó con una pequeña navaja procurando  no cortarse ni dañar el cuello de  la botella. Contenía dos papeles azules claros en su interior. Uno, más pequeño a modo de presentación,  y el más grande con un largo poema escrito en clave flamenca y coplera.  Decía el menor de los papeles:



“Si alguien está leyendo esto pueden haber ocurrido dos cosas: primero que la botella ha conseguido cruzar los mares y espero que haya desembarcado en Andalucía. Segundo que sería de desear que quien esto lea sea un alma sensible y nada ajena a los avatares sentimentales de la lírica  andaluza. Salí de España por motivos políticos en 1939 y siempre la he llevado en el corazón y la memoria. Cuando ya los médicos han puesto a mi vida fecha de caducidad me he animado a escribir esta Copla del desarraigo que me libere del dolor de la nostalgia.  La mando embotellada a través de los mares. Si consigo que un solo andaluz se emocione con mi canto me daré por plenamente satisfecho. Mis restos descansarán en Puerto Rico y mi corazón siempre vagará por entre los trigales y las azucenas de Andalucía”.

(Firmado: Juan de Dios Ramírez de la Serna – San Juan a 10 de Mayo del 2003)

    A Alfonso le resbaló preso de la emoción una lagrimilla fugaz por su bronceada cara. Se quitó un momento las gafas para limpiarlas y se quedó pensativo al comprobar los caminos que escoge Dios para herir nuestras sensibilidades. Dos hombres andaluces y con vocaciones compartidas unidos por el mensaje de una botella. San Juan de Puerto Rico y la Huelva de Paco Toronjo entrelazadas de la mano por los sonetos del alma andaluza. Dos hombres y un destino. Las coplas del querer queriendo de veras ser un nexo de unión entre hombres y pueblos. La tierra clamando gozos y penas regadas con las lágrimas de las enamoradas que no son correspondidas. Lo andaluz como reclamo luminoso sobrevolando los olivos. Un desgarro emocionado en Marifé; un señorío cartujano y macareno en Juana; una exquisita dulzura loreña en Gracia; un eco temperamental de olas con sabor a moscatel en Rocío o un torbellino de colores jerezanos en Lola. Todo aderezado y dispuesto armoniosamente  para que nuestra cultura cobre su sentido más verdadero. Abrió un papel azulado y lo leyó entre el susurro de la caricia del viento y el soniquete monocorde del canto de las cigarras:



-          Me traje yo de mi España

                 una pena y un cantar 

                 un pellizco en las entrañas

     y una  lágrima de sal.



     Gitana del alma mía

     crucifijos voy poniendo

     por todas las sacristías.



                Tu mare tiene un reló

                que pa mí siempre es la una

                y pa ti siempre las dos.



                Me traje yo de mi España

                una pena y un cantar

                un pellizco en las entrañas

                y una lágrima de sal.



               Dale a Puerto Rico un canto

               a Andalucía un diapasón,

               se afinarán los quebrantos

               de este pobre corazón.



               Gitana del alma mía

               crucifijos voy poniendo

               por todas las sacristías.



    No pudo continuar leyendo. Metió aquellos papeles azulados llenos de melancolía de nuevo en la verde botella. Se subió a la bicicleta cuando ya la tarde se moría lentamente por entre los pinares y las veredas tomaban tonos de dorados ocres.  A lo lejos en el infinito se aparecía un ascua de candela que fundía en el horizonte mar y  cielo. Casi sin darse cuenta empezó a tatarear….”El vino en un barco de nombre extranjero. Lo encontré en el  puerto un anochecer….”.  Definitivamente ya era un Pescador de Coplas.



Juan Luis Franco –  Jueves 31 de Julio del 2014


jueves, 24 de julio de 2014

Cuentos de azotea 4. Rojo y azul




    Quienes vieran cada mañana a aquel hombre que, con su chándal rojo y azul del Atlético de Madrid, sacaba a pasear a su perro nunca podrían imaginarse que fuese uno de los asesinos más sanguinarios de la Mafia calabresa.  Su curriculum criminal era muy extenso y comprendía a todas las capas sociales. Era muy apreciado en su perversa profesión por su extrema discreción y su eficacia en los encargos que recibía. Tenía su “sede central” en la eterna Roma y allí atendía los trabajos más variopintos. Siempre exigía que se le adelantara antes del “trabajo” el cincuenta por ciento de la cantidad pactada. Bajo ningún concepto aceptaba matar a mujeres o niños: su ética no se lo permitía.  Solo tenía un lunar negro en su “carrera”: un infarto se le adelantó a una de sus posibles víctimas. Evidentemente, y dado su alto grado de profesionalidad, devolvió íntegramente el adelanto recibido.

    Era la tercera vez que viajaba a España para sus “encargos”.  Primero se “ventiló” a un mercader chino de altos vuelos; después a un “chivato” arrepentido de la Mafia  al que habían puesto precio a su cabeza y ahora le tocaba el turno a un famoso cantante ingles –ya jubilado- afincado en Marbella.

    Se paseaba por la Costa del Sol con su inseparable chándal del Atlético de Madrid y dado el buen momento que atravesaba el equipo  colchonero nadie se extrañaba de tal alarde presuntuoso. Vigilaba y seguía de cerca todos los movimientos de su futura víctima. Los sitios que frecuentaba y con las personas que se relacionaba. Había alquilado un pequeño apartamento en Benalmádena-Costa y se hacia pasar por un italiano prejubilado amante del sol, la playa, el vino, las mujeres y “su” Atlético  de Madrid.  Nadie podía imaginarse que en el pequeño bolso que portaba llevara una “Beretta” italiana  de 9 mm. con un silenciador adaptado.

     Sabía que la ocasión se le podía presentar en cualquier momento y no estaba dispuesto a desaprovecharla. El cantante siempre iba rodeado de un par de guardaespaldas y una corte de aduladores que hacia casi imposible un acercamiento intentando cogerlo desprevenido. Salía cada mañana a pescar en una pequeña embarcación siempre custodiado por su sequito. Las tardes las solía pasar jugando al golf en un club social de alto standing. Por las noches cenaba en compañía de alguna dama mayor, millonaria  y enamoradiza que, evidentemente, siempre pagaba la cena y sus derivados.

     Observó con su desarrollada perspicacia  que los domingos asistía a Misa de doce en la Iglesia de María Santísima del Mar en Torremolinos. Entraba solo y en la puerta del templo dejaba aparcado a su par de guardaespaldas. Hombre de fe y de negocios tan sucios como su conciencia cubría en solitario aquel encuentro semanal con Dios. Cuando la misa tocaba a su fin y el cura proporcionaba la comunión notó en su nuca un frío de muerte que se convirtió en un fuego abrazador. La cabeza del cantante estalló como un melón golpeado contra el suelo y cayó de bruces sobre el respaldo del banco que tenía delante. Un hilillo de sangre le corría por la boca y sus ojos desencajados miraban ya inertes hacia la pila bautismal. Los dos guardaespaldas en la puerta no podían imaginarse que aquel hombre que al salir le daba una limosna al mendigo los había dejado sin trabajo.
    Había cambiado el chándal del Atlético de Madrid por un traje negro de diseño y le esperaba en su apartamento una maleta recién hecha, un perro y un billete de avión para Roma. Una eterna y pesada vuelta a empezar de un camino que lleva de la vida a la muerte.  Era verdad aquello de que: hay trabajos que matan.

jueves, 17 de julio de 2014

Cuentos de azotea: 3. Mal día para dejar de fumar




Cuentos de azotea

3. Mal día para dejar de fumar

    La noche anterior había conseguido terminar después de una quinta intentona el “Ulises” de James Joyce. Sinceramente no era capaz de confirmar de si estábamos ante una de las obras maestras de la Literatura o ante un tostón infumable. Arrancó el día como suelen arrancar los malos días: acabándose el agua caliente en plena ducha y cortándose en el posterior afeitado. Coincidió en el ascensor con ese vecino que siempre te plantea problemas de la Comunidad que escapan a tus conocimientos y a tu interés. Comprobó que delante de su coche estaba mal aparcado el de un energúmeno que además le había echado el freno. Desistió  siquiera de intentar moverlo y se marchó al trabajo en el autobús. La mañana no es que amenazara  lluvia sino que empezó a llover. Evidentemente no llevaba paraguas. Se puso los auriculares de su MP3 para escuchar las noticias. Un canalla había matado a su exmujer y a su suegro en un pueblo de Castilla-La Mancha. La Guerra ucraniana había alcanzado cotas de máxima violencia.  Las barbaridades más atroces se seguían cometiendo impunemente contra las niñas en África.  Un Diputado de no sabía donde se había llevado hasta los muebles de su despacho. La pareja de moda había dejado ya de ser pareja de nada. Los datos del Paro de la EPA seguían siendo demoledores. El Betis había perdido con la Ponferradina.  Y…ya no pudo más y se desprendió de aquel artilugio que parecía estar conectado con Satán. Llegó por fin a su puesto de trabajo de informático en una Empresa de productos lácteos. Decir que iba de mala leche resultaría además de un chiste fácil gratuito.

    A media jornada lo convocaron para una información complementaria sobre un nuevo producto que se iba a lanzar al mercado: el yogurt “Cagotren”.  Se iba a lanzar una campaña publicitaria por todo lo alto (en este caso por todo lo bajo).  El anuncio central para la televisión eran dos viandantes con actitudes bien distintas. Uno iba con cara de estreñido y el otro caminaba feliz y risueño. Se planteaba el siguiente dilema ¿averigua a cual de los dos se le olvidó anoche tomarse su yogurt de “Cagotren”? En los paneles publicitarios de las paradas de los autobuses se colocó un enorme váter vacío con el siguiente lema: “Con Cagotren sin disimulo ya estaría aquí posado tu culo”.

    En las vallas publicitarias de las grandes avenidas de la Ciudad se colocaron grandes reclamos para el uso y abuso de “Cagotren”. Un anciano de edad muy avanzada señalaba con el dedo diciendo: “Quien caga a diario se olvida de farmacia y recetario”.

    Salió de la reunión hasta las narices de tanto ejercicio defecatorio. No pudo evitar de manera instintiva pensar para sus  adentros: ¡Joé, esto es pa cagarse!   Cuando por fin pudo sentarse en su mesa de trabajo y abrió la pantalla del ordenador observó que tenía tres mensajes urgentes y a cual más negativo. Su esposa le decía que quería ser su amante y su amante que quería ser su esposa.  Tenía ya disponible el Borrador de su Declaración de la Renta  donde le salía a  pagar (786 euros). A pesar de que la tarde anterior se había planteado definitivamente dejar de fumar no pudo evitar buscar de manera compulsiva en el cajón de su mesa un pitillo salvador.  Allí estaba terso y provocador dentro de su cajetilla esperando una boca ansiosa encuadrada dentro de un espíritu débil.  La tentación vive abajo (en el cajón).
    Se marchó momentáneamente  a la azotea del edificio lugar habitual de fumadores compulsivos.  Encendió su cigarro envuelto en una soledad tan solo rota por el rumor del transitar de coches y viandantes en la calle más el trinar de algunos juguetones  gorrioncillos. Notó que sobre su hombro derecho caía algo espeso y viscoso. Una paloma posiblemente había probado el “Cagotren”  vaciando  sobre él su carga  en pleno vuelo.  De pronto empezó a llover sin previo aviso teniendo que refugiarse por la vía rápida en el rellano de la escalera. Alguien había tirado al suelo un  trozo de kiwi y se resbaló bajando a trompicones no menos de media docena de escalones.

    Terminó el día en el servicio de urgencias de un hospital donde le diagnosticaron fractura de tibia y peroné. Mientras en una ambulancia lo trasladaban a su domicilio pensó para sus adentros que, efectivamente, había elegido un mal día para dejar de fumar. Cuando sentado en su butacón preferido reposaba su pierna en alto pensó que posiblemente podía haber sido peor. Empezó la lectura de “Dispara, yo ya estoy muerto” de Julia Navarro y llegó al convencimiento de que el titulo estaba pensado para él y su desafortunado día. Encendió la radio y lo primero que escuchó fue el anuncio del “Cagotren”. Al final no pudo dejar de esbozar una leve y resignada sonrisa. No hay mal (estreñimiento) que dure cien años ni aparato digestivo que lo resista. Vio a través del cristal de la terraza que la tarde poco a poco se iba revistiendo del negro manto de la noche. En el cielo una estrella mostraba su solitario fulgor bajo un manto azulado de incipiente verano. La cruz verde de la farmacia se encendía y apagaba de manera monótona y repetitiva mientras un panel electrónico decía que eran las 21 horas y que hacia un temperatura de 24 º.  Cantaba un arias María Callas en un programa de RNE y parecía que la cosa tenía trazas de enmendarse. Sintió la llave girar en la puerta y ya supo que, afortunadamente, todo lo malo era ya  historia.

lunes, 14 de julio de 2014

Triana, la otra orilla del Flamenco



Mañana martes día 15 de Julio se presenta en el “Hotel Ribera de Triana” (situado en la Plaza de Chapina) la Segunda Parte de “Triana, la otra orilla del Flamenco” (1931-1970) de Ángel Vela Nieto.  Dicha presentación será a las nueve de la noche y, a no dudar, allí se darán cita los numerosos amigos y admiradores de la obra de este ejemplar trianero. Ni el Flamenco podría entenderse sin la vital aportación de Triana ni el arrabal trianero puede interpretarse de manera más certera que a través de la pluma y el talento de Ángel Vela. Hablamos de una ingente labor de muchos años de estudios y de profundas investigaciones que han dado como fruto un conocimiento más profundo y certero de Triana.  Si bien es verdad que el movimiento se demuestra andando aquí procede decir que el cariño hacia un pueblo (el de Triana) se demuestra desentrañando sus laberintos sentimentales, culturales y sociales. Corren tiempos muy arriesgados para la edición de nuevos libros pero en este caso el éxito está asegurado.  Carecemos en la actualidad de trabajos de investigaciones flamencas que, desde una lucida y amena narración, hagan avanzar este Arte tan amado como maltratado.  Precisamente la última vez que abandoné la “cueva” para asistir a la presentación de un libro fue con motivo de la puesta de largo de “Triana, la otra orilla del Flamenco” (Primera Parte).  Por estas fechas hace ya un año. ¡Como pasan el tiempo y los días! Espero que los que vayan –o vayamos- a esta nueva presentación lo hagamos de corazón y no con facas en las faltriqueras.  Ángel Vela es un personaje que en otras latitudes sería bastante más considerado que en esta tierra tan cicatera con sus hombres de más talento.  Aparte, y eso es lo importante, es una persona entrañable que eleva a su enésima potencia el valor de la amistad.  Suerte en esta nueva aventura flamenca y trianera.  Dios a veces se nos muestra justo y ecuánime y le dio a Triana lo que Triana se merecía: un trianero de postín como Ángel Vela Nieto. Estamos en puerta del feliz alumbramiento de una criatura hermosa, trianera y flamenca se llamará…. “Triana, la otra orilla del Flamenco” – Segunda Parte -1931-1970).  


jueves, 10 de julio de 2014

Cuentos de azotea: 2. El Hombre del violín





2. El Hombre del violín

    Se ganaba la vida tocando el violín por todos aquellos sitios donde él consideraba que su música sería bien recibida y recompensada. Vivía solo en una modesta pensión del Casco Antiguo de la Ciudad.  Comía siempre de pie en el rincón de la barra de un bar donde servían comida casera. Poco dado a las relaciones sociales siempre caminaba lento y taciturno sin más compañía que su inseparable violín. Lo llevaba guardado en una negra funda y solo lo sacaba para interpretar majestuosamente composiciones de Mozart o Monteverdi (sus dos compositores preferidos).

    Por la Ciudad circulaba el rumor de que era un antiguo dirigente de la tristemente Triple A argentina y que pagaba sus culpas tocando el violín por calles, bares y eventos de todo tipo. Otros decían que era un antiguo jugador del Racing de Avellaneda que llegó a España para hacer el curso de entrenador. Lo que era innegable es que las pocas veces que hablaba denotaba un claro acento porteño. Vestía un traje que supuestamente algún día fue negro y adornaba su cuello con una pajarita de color rojo. En el bolsillo derecho de su chaqueta guardaba un amplio pañolón blanco que depositaba en su hombro izquierdo para apoyar el violín mientras tocaba. Después de tocar permanecía impasible a la espera de que alguien lo llamara para darle algunas monedillas. Educadamente agradecía la donación con una ligera inclinación de cabeza y se volvía ruborizado preso de una profunda timidez.

    En la mesita de noche de su cuarto solo había una estampa de la Virgen de la Asunción (Patrona de Avellaneda) y una foto dedicada de Daniel Bertoni. Sus pocas pertenencias ocupaban no más de medio ropero y sus objetos de cuidado personal los tenía depositadas en un pequeño maletín verde. Fueron unos días preñados de rareza los que sucedieron a continuación. Salía a pasear sin su inseparable violín y se le notaba más alegre que de costumbre. Cambió la pajarita de su cuello por un jersey gris de cuello alto y sus gastados zapatos por unas botas camperas de media caña. Pagó un mes de pensión por adelantado y desde entonces tan solo en un par de ocasiones hizo acto de presencia por la misma. Como si se lo hubiera tragado la tierra desapareció de la noche a la mañana de los laberintos urbanos de la Ciudad.  Cuantos requerimientos y conjeturas se hicieron sobre su posible paradero fueron inútiles. Fue como si en verdad nunca hubiera existido.

    Al cabo de un par de meses la dueña de la Pensión recurrió a la policía pues con su llave maestra no conseguía abrir la puerta del cuarto del violinista. Cuando un cerrajero consiguió forzar la cerradura todos los asistentes quedaron absolutamente atónitos. Encima de la cama estaba la funda del violín abierta y en su interior,  junto con la pajarita roja, había más de un millón de pesos argentinos, la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa y cerca de medio millón de euros. Depositado en la mesita de noche un gran sobre azulado en cuyo interior estaba la foto de la Virgen de la Asunción y otra de Daniel Bertoni. Bajo un pisapapeles con la bandera Argentina había una invitación en ingles para un concierto de  violín en la Casa Blanca.
  Lo organizaba Bill Clinton a beneficio de los desaparecidos durante la dictadura argentina.  El interprete era el celebre y reconocido internacionalmente violinista argentino Mario de la Fuente Bottinelli.

     En una silla estaba cuidadosamente depositado su raído traje y su pañolón blanco. Abrieron la ventana que daba a un patinillo interior y allí depositado sobre un tejado estaba,  huérfano de notas y de dulces caricias, su inseparable violín. Sobre sus gastadas cuerdas dos gorrioncillos emitían un dulce canto.  El violinista en el tejado.

miércoles, 9 de julio de 2014

Ha muerto Fernando Soto





Ha fallecido en Sevilla Fernando Soto. Este sindicalista y político de hondas raíces proletarias tenía setenta y cinco años de edad.  Se hizo mundialmente famoso, junto a los también sevillanos Eduardo Saborido y Paco Acosta,  a raíz del Proceso 1001. A través del mismo, y en pleno periodo franquista, trataban de juzgarlos y sobre todo condenarlos por sus actividades sindicales (las penas solicitadas por los “jueces” superaban los quince años de cárcel para cada uno).  El mismo día que empezaba el Juicio -un 20 de Diciembre de 1973- una bomba etarra hizo volar por los aires el coche de Luis Carrero Blanco. Fueron unos días de una extraordinaria tensión y donde nadie sabía como terminaría aquella odisea.  Fernando Soto fue uno de los fundadores del Sindicato CCOO y miembro destacado del PCE.  Provenía de la Factoría de CASA donde fue compañero de mi suegro y germen de la lucha obrera sevillana. Ya en plena Democracia se afilió al PSOE ocupando distintos cargos de responsabilidad en la Administración andaluza. La vida de Fernando Soto siempre estuvo ligada a la lucha reivindicativa de los trabajadores. Los que tuvieron la suerte de tratarlo en la distancia corta coinciden que era una persona extremadamente bondadosa y solidaria. Ahora, cuando los Sindicatos están en horas muy bajas y con un déficit de credibilidad verdaderamente alarmante, es cuando gana enteros figuras como la de Fernando Soto.  Se nos ha ido un luchador indesmayable y un convencido demócrata. Corren malos tiempos para la Izquierda –para la Derecha ni les cuento- de este país y la palabra más usada en estos días es la de “Regeneración democrática”.  Izquierda o Derecha; Derecha o Izquierda debían ser dos formas de interpretar nuestra devaluada Democracia.  Hoy no ocurre así y los políticos van dando tumbos entre imputaciones y tribunales.  Por eso hombres de la talla de Fernando Soto debían de ser referentes de actitudes y compartimientos sociales y políticos.  Disimularlos llenándolos de honores es una manera sutil de confundir la forma con el fondo. Es como premiar a los poetas sin tener que leerlos.  Ha muerto Fernando Soto, un sindicalista sevillano que un día peleó porque no faltara el puchero en ninguna casa obrera de Sevilla.  Descanse en paz.


Juan Luis Franco – Miércoles Día 9 de Julio del 2014