viernes, 13 de junio de 2014

La ventana discreta





Recuerdo que la “vivienda” que teníamos en la calle Conde de Ybarra (vulgo Condibarra) donde pasé mi infancia y juventud tenía una amplia ventana que daba a la calle. En ella se sentaba mi madre y hasta que mi hermano o yo no llegábamos (independiente de la hora que fuese) no se acostaba. Decía, a pesar de que tratábamos de convencerla de lo contrario, de que mientras sus hijos no estuvieran bajo su techo ella no se acostaba tranquila. Nosotros sabíamos que cuando llegásemos ella estaría, más que en plan inquisitorial, alerta y acorde con el cariño  protector y fraterno que mostraba hacia sus hijos. Si era verano tenía la ventana abierta mientras veía pasar las horas y los rayos de luna proyectados en la fachada de la Casa de los Ybarra.  En invierno se cubría con una manta con la esperanza de que no volviéramos muy tarde. Nunca nos preguntaba nada y siempre tenía preparada algo de comida por si traíamos ganas de hincarle el diente a algo sólido. Curiosamente cuando demolieron el “Corral de Vecinos” dejaron la ventana de la calle tal cual.  Paso por allí con frecuencia y al contemplar la enorme ventana no puedo –ni quiero- evitar acordarme de mi madre. Formaba parte de una generación de mujeres que lo dieron todo por sus hijos y que tuvieron que pelear el día a día de una manera absolutamente heroica. Aquella ventana se me representa como un vínculo protector que nada ni nadie podrá nunca romper. Son las ventanas del alma que nos abren nuestro espacio sentimental más noble. Una mujer sentada discreta y pacientemente en su ventana esperando la llegada de sus hijos. Al final es verdad que la vida es una eterna espera. Siempre estamos esperando algo con la esperanza de que tarde o temprano termine por llegarnos.  Solo que unas veces esperamos nosotros y otras somos nosotros los esperados. La ventana discreta como paradigma del paso del tiempo.

1 comentario:

José Luis dijo...

Hasta que yo no volvía
no se acostaba mi madre;
ahora, infeliz de la vía,
borracho llego de noche
y a mi no me espera nadie.