viernes, 27 de junio de 2014

El dilema de Casimiro






Cuando Casimiro Gómez Acevedo le comunicó a sus amigos que definitivamente a su muerte quería ser incinerado estos, a que negarlo, no cogieron la noticia de muy buen agrado. Sabían que dada la afición “mollatosa” del futuro finado las cenizas se llevarían varios días chisporreteando. Casimiro es un singular personaje y su vida la reparte entre su trabajo de fino tapicero, su familia, sus amigos, su beticismo, su siempre indesmayable sevillanía, su condición de flamenco cabal y sus largas estancias en las tabernas. Hace tiempo que se nos ha vuelto filosófico y nos habla de la muerte (¡lagarto, lagarto!) con más frecuencia de lo que era menester. Se llevó una temporada que quería ser enterrado para resarcirse en parte de los gastos de una Póliza de Deceso que suscribió hace más de cuarenta años. Pero, salvo nueva orientación mortuoria, ha decidido que al final y sin más dilaciones “cerilla” al canto. A sus ya largos ochenta años de edad sigue confeccionando sofás y butacones para las casas más señoriales de Sevilla. El taller lo llevan en la actualidad sus dos hijos y su nieto pero él aparece de cuando en cuando por allí para demostrarse –y demostrarnos- que es verdad que quien tuvo retuvo. Sabe de Flamenco más que Silverio Franconetti y cuando nos vemos siempre me cuenta algo que yo desconocía.  Entra en las tabernas como lo que estas son: Capillas Sixtinas de la buena “conbebencia”.  Ayer me lo encontré en “La Goleta” delante de un copazo de fresca manzanilla y me dio la ¿buena? nueva: “Niño, ta enterao que ar finá me voy a incinerá”. Me hago el nuevo y, sinceramente, no se si darle la enhorabuena o el pésame. Tampoco entiendo como puede uno, después de muerto, incinerarse a si mismo.  Intento, eso si, cambiar de tema por la vía rápida pues a ciertas edades existen cosas que mejor ni nombrarlas.  Casimiro entre sofás, disgustos de su Betis, Fandangos del “Niño de la Calzá” y visitas tabernarias ha resuelto el dilema que lo transportará al más allá. En su esquela mortuoria que esperamos tardé mucho tiempo habrá que poner: “Dudó hasta el final y, en los tiempos que corren, la duda siempre es buena compañera de viaje”. El dilema, el eterno dilema, del bueno de Casimiro.

1 comentario:

José Luis dijo...

Mejor que espere la cerilla, y cuanto más mejor. Sigue retratando a estos personajes que siguen existiendo en nuestra ciudad. Un abrazo.