jueves, 13 de marzo de 2014

Tiempo finito





“La Historia somos los mismos
haciendo lo mismo en un tiempo
y lugar  diferente”
- Erika Martínez -

Afortunadamente ser plenamente consciente de que estás inmerso en los epílogos de tu existencia terrenal tiene cosas buenas y cosas malas.  Omitiré por sabidas las segundas. Es decir, las menos positivas.  Asumir que el camino recorrido a pesar de sus cuestas y desniveles ha sido bastante gratificante te da ánimos para apurar con ilusión este restillo de soplo de vida.  Los momentos que te quedan por vivir se te presentan tan llenos de incógnitas como repletos de verdades a despejar.  Eso si, no te queda mucho tiempo como para perderlo en banalidades. Hace ya algunos años  que desistí de entrar en polémicas tan estériles como repetitivas. El círculo de lo irracionalmente no superado se sigue moviendo de manera monocorde. En las esferas “intelectuales” del Flamenco ¡todavía! andan enredados con las voces lainas o afillás y la importancia fundamental de artistas gitanos o payos. ¡Qué pesadez Dios mío! ¿Hasta cuando tendrán al Flamenco secuestrado en las catacumbas del “catetismo ilustrado”? Se sigue “debatiendo” entre priorizar una Sevilla clásica (tradicionalista) o una de corte vanguardista (modernista). Pero, almas de cántaro, ¿existe algo más avanzado que armonizar ambos conceptos?  Así podríamos seguir desgranando conceptos, culturales, sociales y/o políticos, que se mantienen firmes y tozudos a  pesar del paso del tiempo (los tiempos).  Las mismas canciones con distintas músicas pero con las mismas letras.  Salirse definitivamente de este laberinto es el mejor favor que podemos hacerles a nuestro ya gastado y sufrido intelecto.  Reconozco, no sin cierto pesar, que cada vez me aburren más no pocas cosas (gente) de las que me rodean.  Ser, en no pocas ocasiones, una especie de “Llanero solitario” se me presenta como una necesidad vital. Observo con enorme satisfacción que muchos jóvenes están ya de vuelta (sin necesidad de haber ido siquiera) de todos estos “laberintos dialécticos”. Cuanto antes sepan separar el trigo de la paja más útil les resultará su complicada existencia.  El tiempo, nuestro tiempo, siempre es finito, bien por imprevisible o por la ley que rige la naturaleza humana.  He tenido la inmensa suerte de conocer y gozar del afecto de personas que, a una edad muy avanzada, se lamentaban del poco tiempo que les quedaba y, de manera paralela, de cuanta tinta les quedaba aún por gastar en el tintero de sus inquietudes.  Por ahí andamos (o al menos lo intentamos). Tiempo finito esperando inmisericorde poner el cierre cuando se cumpla la –nuestra- fecha de caducidad.

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