miércoles, 3 de julio de 2013

Palabras perdidas





“Los seres humanos, desgraciadamente,
aprendemos apenas un poco de lo
que vivimos, no de los que nos aconsejan”
- José Mujica – (Presidente de Uruguay)

Decía una letra flamenca que cantaba magistralmente (creo que por Tangos) el injustamente hoy olvidado, Paco Taranto: “Muchos consejos me dieron / y yo nos los quise / por uno que te han dao flamenca me aborreciste”. Nos llevamos toda la vida escuchando o dando consejos sin que casi nunca encuentren destinatarios. Cuando los pedimos, a gente que apreciamos y valoramos, siempre lo hacemos convencidos que coincidirán con nosotros sobre lo que pensábamos hacer de antemano. Más que consejos esperamos confirmaciones sobre lo que pensamos o hacemos.  Sugerencias, consejos, instrucciones…todas llenas de buenas intenciones pero que casi siempre terminan por perderse en los fondos de los sacos rotos. Reconozco haber tenido a lo largo de mi andadura terrenal una feliz relación con personas cuyos referentes morales, profesionales o intelectuales han sido determinantes en la configuración de mi personalidad. Curiosamente no reconducían tu comportamiento a través del consejo y/o la sugerencia. Te dejaban “caer” atinados comentarios sobre cuestiones puntuales que tú terminabas asumiendo de muy buena gana como propias. No te decían:”Yo tú no lo haría” sino más bien, “Haz lo que creas conveniente pero yo hubiera actuado de otra manera”. Era una manera sutil e inteligente de plasmar en tu persona la experiencia de lo vivido por ellos. Creo, y bien que lo lamento, que hoy la palabra ha perdido sus necesarios componentes de nobleza y sabiduría. Estamos instalados en una sociedad donde prevalece la mentira, la mezquindad y los falsos halagos. Nadie tiene tiempo ni ganas de escuchar lo que piensan los demás (sobre todo si se trata de personas solventes moral, social e intelectualmente). Vivimos instalados en el grito, la descalificación más soez y el exabrupto estentóreo propiciados desde la Tele-basura. Una Sociedad que renuncia a sus referentes morales, políticos, sociales y/o intelectuales tiene en su recorrido un trayecto incierto, abrupto y accidentado. El uso de la palabra, escrita o hablada, es la mejor y única manera que tenemos los humanos de liberarnos de las cadenas que otros se encargan de que tengamos siempre relucientes. Renunciar a ella es renunciar a la necesaria libertad. Tiempo, tiempo intrascendente de palabras perdidas. 

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