viernes, 21 de junio de 2013

Epílogos compartidos



"Las flores a las personas
claros ejemplos les den,
que pueden ser yermos hoy
el que fue jardín ayer”
 - Luis de Góngora -

Dijo bien quién dijo que cumplir muchos años lleva implícito la suma de muchos muertos. Rara es la semana con la que no te desayunas con la desaparición terrenal de alguien que ayudó a consolidar tu patrimonio cultural-sentimental. Canciones, cantes, coplas, películas, libros… vivencias en definitiva que te ayudan a digerir el duro y noble ejercicio de vivir. Cada vez que oyes, ves o lees la desaparición terrenal de alguien que te ayudó a componer tu espacio interior mueres un poco con él.  No somos tan solo un compendio de carne y hueso sino que disponemos de un alma para volar libremente por las praderas de los sueños. No podemos hacerlo solos y los hilos de las cometas las mueve gente creativa que nos proporcionan nuestra necesaria cuota de felicidad. Bien cierto es que al cruzar la barrera de los sesenta años de edad has entrado en el epílogo de tu existencia. Disfrutas el día a día por ser plenamente consciente de que en realidad es lo único que posees. En el terreno personal todos hemos vivido desapariciones naturales (por la edad) y otras muy dolorosas por prematuras (la falta de edad para morirse). En el sentimental-cultural también es ya larga la lista de notables ausencias. Estos se van pero permanecen eternas sus obras que nos atan a la nobleza compartida. Elvis, Paul Newman, John Lennon, Morente, Camarón, Marlon Brando, Liz Taylor, Luis García Berlanga, José Luis Sampedro, Billy Wilder, Miguel Delibes….todos elementos fundamentales en la edificación de mi espacio interior. Aquello que nos lleva a la gloria de los sueños a través del Arte y la Cultura.  El árbol se nutre de sus raíces y estas son las que siempre permanecen cuando las ramas y sus hojas se secan. Querer y que te quieran se nos presenta como la brújula que mueve nuestra existencia. Unos buscan a Dios para que los ayude a vivir y, al final, todos lo buscaremos para que nos ayude a morir. Sin posibilidades de dar nuevos rodeos vivimos inmersos en los epílogos compartidos. Le damos al alba los buenos días y le agradecemos compartir con ella la luz de la amanecida. Rebuscarnos en nuestro interior y comprobar gozosos que la despensa está llena de sentimientos y emociones es la mejor garantía de haber vivido. Nada es trascendente salvo los surcos de la tierra.  Un día dejaremos de arar para que otros nos tomen el relevo. Mientras, escuchamos la sonanta de Paco para aparcar un momento el halo de desesperanza que nos invade. Vienen los vampiros de la noche para llevarse nuestra hacienda y nuestro sosiego. Dicen que corren malos tiempos para casi todo pero, no tenemos más tiempo que el presente. Si no encontramos la cuadratura del círculo al menos que no nos hagan dar vueltas sobre el mismo como borricos de noria. Salvemos cuanto podamos de nuestro epílogo compartido para salvaguardar el prologo de los que nos precedan.

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