miércoles, 26 de junio de 2013

Deserciones razonables



De tarde en de tarde observo en Internet la “deserción” de algunos blogueros cuyos contenidos considero de bastante interés. Gente de cierta relevancia social, política o cultural que consideran que cuanto hacen (escriben) carece de alguna relevancia. Han llegado a la conclusión de que clamando en el desierto tan solo se obtiene una soberana ronquera. Se despiden amablemente de todos nosotros alegando cuestiones personales o de hartazgo para cerrar sus ventanas internautas. Están hartos de dilapidar para nada su tiempo y su talento. No me atrevo a aventurar si hacen o no lo correcto. Cada uno/a es muy libre de situarse ante la vida y sus circunstancias como estime oportuno. Puede que la sociedad actual tenga una sobredosis de trascendencia y exista una gran brecha entre lo que pensamos y lo que decimos o realizamos. Ante la rotunda afirmación de “Se que cuanto hago carece de importancia” va unido el pensamiento de “Se van enterar cuando yo ya no esté”. Tampoco tengo claro si algunas de estas “deserciones blogueras” no llevan aparejadas la vanidad previa al subsiguiente reclamo. Supongo que de todo habrá en la viña de Internet.  Combinar una especie de contradicción permanente forma parte del ejercicio de la vida. Somos un compendio de luces y sombras y en función de lo que hacemos podemos considerar que a nadie le amarga un…halago.  Bien cierto es que la Sociedad (más bien Suciedad) actual es poco proclive a la profundidad de las cosas. Vivimos instalados en lo meramente superficial y parece que llevamos estampado en la frente un cartelito que dice: “Prohibido pensar por libre”.  Sobre los “Toma de Horas” Salva Gavira y un servidor coincidimos en dos apreciaciones antagónicas y complementarias a la vez: lo que en este Blog escribimos es absolutamente irrelevante para los avatares cotidianos de la Ciudad y, sin embargo, sabemos que tiene cierta importancia para un número determinado de personas.  De lo que tenemos pleno convencimiento es que si algún día nos cansamos o nos cansan no enmudecerán –y muchos menos tocarán- las campanas de la Giralda. ¿Cuantos laberintos necesitan los seres humanos para intentar alcanzar la Felicidad?  Cada vez que una persona talentosa y decente cierra su ventana en Internet la libertad se pone su ropaje de franela negra. Ignoro si en algunos casos será un camino de ida y vuelta o desaparecerán para siempre de nuestros ordenadores. Cada uno tiene derecho a gastar los momentos que Dios le ha concedido en aquello que considere más conveniente. Cuando se vive –como ocurre actualmente- atacado por cuatreros y salteadores de camino no debíamos bajarnos de la diligencia. No les dejemos también en blanco las pantallas de nuestros ordenadores.  Se los terminarán llevando para enterrarlos para siempre en el Cementerio de los sueños perdidos. Ya sabemos como se las gastan y, sobre todo, donde y cuando se lo gastan.

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