martes, 16 de abril de 2013

Gitanos de Badajoz


Llegaron desde tierras extremeñas a la Feria de Sevilla. Eran gitanos de verde luna tratantes de ganado y gente de almas nobles enredadas en los laberintos del Flamenco. Capaces de pintarle rayas a un mulo y vendérselo a los “castellanos” como si fuera una cebra. Como cada año el Prado sevillano los veía llegar elegantes y enjundiosos, siempre apoyados en sus bastones con sus finos portes aristocráticos y encasquetados en sombreros negros como el azabache. Botos de media caña y cañas (de manzanilla) de voto y medio. Bohemios de cuerpos y almas portando mulas de arreo y jacas tordas de rienda fácil y galope garboso. Lo cantaba magistralmente “Porrinas de Badajoz”: “Vengo de mi Extremadura / de ponerle a mi caballo / de plata las herraduras”. Llegaban, pernoctaban, comerciaban, se divertían y se iban camino de Badajoz por la Ruta de la Plata. Buscaban su Extremadura natal cantando entre dientes sus Jaleos extremeños: “Allá arribita en el cerro / hay un caldero de sopa / que se lo está comiendo un perro”. Llevaban a las gitanas extremeñas los “jurdeles” para sus faltriqueras y ellos traían el alma llena de sevillanía. Gitanos de pura cepa uniendo amorosamente Badajoz y Sevilla con el lazo del Flamenco. Tiempo pasado y testimoniado en viejas fotos y hermosos grabados. Feria de ganado donde los hombres cerraban sus tratos con un simple apretón de manos.  Sevilla como el epicentro de la gitanería entregada sin remisión en los brazos del buen Cante flamenco. Recuerdos de una época perdida en la nebulosa de los tiempos y ennoblecida por una Ciudad siempre más proclive a su pasado que a su presente. Esta Ciudad a la par que ha sumado nuevos habitantes ha acumulado una mayor dosis de soledad de soledades. Se fueron para no volver los gitanos extremeños a su “Plaza Alta” de Badajoz y aquí nos quedamos descompuestos y sin Feria…de ganado. Daría un dedo de mi mano (el que más falta me hiciera) por haber podido ser participe activo de aquella época. Tendré que conformarme con vivir una Ciudad llena de figurones y envuelta en lo insustancial. Gitanos extremeños cuyos espíritus vagarán eternamente por el Prado de San Sebastián sevillano.

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