domingo, 7 de abril de 2013

Clamar en el desierto




Javier Marías, es el escritor español contemporáneo que ha sido traducido a un mayor número de idiomas. Sus novelas son siempre esperadas con anhelo por una legión de seguidores (entre los que me encuentro). Escribe un artículo de opinión cada domingo en las páginas de “El País Semanal”. Son claros, brillantes y rotundos. Propone sus alegatos cívicos sin necesidad de caer en descalificaciones personales ni en estentóreos exabruptos. En el pasado mes de febrero se planteó seriamente si merecía la pena seguir desarrollando sus nobles labores de articulista o si había llegado el momento de dejarlo. Estaba cansado, hastiado y con la triste sensación de que sus artículos carecían de interés y servían para bien poco. Lógicamente recibió una catarata de cartas y e-mail donde muchos lectores le mostraban su apoyo y la vital necesidad de seguir recibiendo sus artículos cada semana. Me consta que Javier Marías no hizo este amago de retirada por vanidad ni para darse un baño de autocomplacencia. Comprendo perfectamente su hartazgo y la duda de si tiene utilidad social cuanto escribe cada semana (por cierto, artículos para enmarcar). Salvando la distancia sideral que separa a un escritor más que consagrado como Javier Marías de un aficionado a “plumilla” como quien esto suscribe, he manejado el mismo criterio de abandono en algunas ocasiones. ¿Sirve esto para algo? ¿En verdad tengo la remota posibilidad de incidir en algo o sobre alguien? Uno no escribe para recibir falsos –o verdaderos- halagos, ni con la inútil pretensión de que te consideren importante en esta compleja Ciudad.  Es verdad que es una de las pocas cosas que se hacer medio bien: ordenar palabras que a la postre sean capaces de emocionar.  Siempre he dicho que este Blog nació, creció y se consolidó gracias al mecenazgo y el afecto de mi amigo Salva Gavira.  Era en principio un mero entretenimiento de pensionista con ínfulas de “escritor” que disponía de mucho tiempo libre. Gracias al contenido de los “Toma de Horas” recibo muestras de afecto de amigos y personas que no conozco. También algunas críticas, pero dado que esto no es una plataforma cívica ni tampoco política me llegan en menor medida. Puede que eso sea lo verdaderamente importante: los afectos compartidos y los criterios debatidos.  Aunque digamos lo contrario todos pensamos que cuanto hacemos tiene calado y es, además, digno de tenerse en cuenta.  Pero, sinceramente, hay momentos de “bajones” donde a uno le gustaría sustraerse (si ello fuera posible) de esta sociedad (suciedad) y dedicarse a los nietos, los amigos, la lectura, el estudio, la música, el cine y a dar largos paseos matinales por el Centro de la Villa.  Pero no es posible desaprovechar la posibilidad de expresarse –e implicarse- en cualquiera de sus variantes. Suenan desde hace tiempo “Tambores de Guerra” y nunca he sido de los que rehusaron la “pelea”.  Mi ideal sería escribir un rato cada tarde y guardar en un viejo arcón cientos de cuartillas para que cuando no haya leña en el hogar tengan con que calentarse.  Clamamos por los desiertos y ya solo nos contesta a lo lejos un buen amigo de la niñez: Lawrence de Arabia.

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