lunes, 18 de marzo de 2013

Vivo, leo, reflexiono….




“Primero, de niño,
 te mandaron callar tus mayores;
después, de adulto,
te mandaron callar los políticos,
y ahora, de viejo,
ya nadie escucha lo que tienes que decir”


En más de una ocasión me he manifestado a favor de que cualquier persona que esté conectada a Internet cree su propio medio de expresión: su Blog.  Que posteriormente lo lean cada día diez o quinientas personas debería resultarle irrelevante.  Lo verdaderamente importante es, mediante la libre opinión, vaciar hacia el exterior todas nuestras inquietudes, emociones, dudas, certezas y denuncias. Si de entrada consideramos que no tenemos nada interesante que decir le hacemos un flaco favor a nuestra legítima autoestima. Los poderosos de la tierra siempre propiciaron, a través del miedo dictatorial o la alienación mediática, mantener a los más desfavorecidos con la boca cerrada. Para opinar, y por tanto decidir, ya estaban –están- ellos. Ahora, con la existencia de las Redes sociales, tienen bastante complicado amordazar las opiniones de la gente. Están desbordados y ya no pueden –aunque lo siguen intentando- ponerle “puertas al campo”.  Aparte de los Blogs de escritores y periodistas por los que tengo una alta estima intelectual y moral, también sigo algunos Blogs de personas anónimas pero con una carga de profundidad en sus comentarios verdaderamente fascinante. Leo en algunos Blogs cosas sobre la ciudad, la región, el país o la vida en general tan bien escritas como cargadas de razón. Serían difícilmente mejorables para algunos articulistas de impostados prestigios. Sinceramente, aquellos que utilizan Internet para la descalificación, la ofensa gratuita y el exabrupto (con el agravante del anonimato) no merecen ni un solo minuto de mi –nuestro- valioso tiempo. Decir lo que se piensa no justifica el descargar de continuo nuestras frustraciones y vilezas. Históricamente en España existen datos escalofriantes y que al día de hoy nos resultarían de difícil comprensión: como por ejemplo que hace menos de un siglo más de la mitad de las clases populares eran analfabetas integrales (entre los campesinos ni les cuento). Hoy disponemos de unas “herramientas” expresivas de las que, desgraciadamente, carecieron nuestros padres y abuelos y no aprovecharlas es hacernos un flaco favor (a ellos en la memoria y a nosotros en el presente).  Debemos aprender a manifestarnos con nuestras propias opiniones y no con las que otros nos impongan. Nuestra percepción y valoración de las cosas que nos rodean es tan nuestra como el aire que respiramos. Vivimos en todos los órdenes de la vida bajo el sacrosanto manto de los “Delegados”, sin asumir que nuestra delegación es unipersonal e intransferible.  Vivo, leo, reflexiono, opino y actúo, luego…..¡existo!

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