viernes, 1 de marzo de 2013

Las varas de medir




“Matan a una persona
 y le llaman asesinato;
matan a millones de personas
 y le llaman Historia”

Recuerdo una cierta polvareda “intelectual” que se levantó cuando en el pasado mes de febrero se le concedió al gran escritor Antonio Muñoz Molina el “Premio Jerusalén” en Israel.  Posiblemente sea el Premio literario más importante que se entrega, cada dos años, por tierra israelí.  Para dar una importancia de este Premio baste con reseñar que entre algunos de los premiados se encuentran escritores de la talla de: Bertrand Rusell, Octavio Paz, V.S.Naipaul, John Coetzee o Mario Vargas Llosa (todos fueron premiados posteriormente con el Premio Nobel de Literatura).  El hecho de que Muñoz Molina aceptara dicho galardón lo puso en el ojo del huracán de la progresía militante. Esos días se dijeron o escribieron verdaderas barbaridades inquisitoriales como que al aceptarlo ya “tendría de por vida sus manos manchadas de sangre”.  Descubrir a estas alturas de la “película” las virtudes literarias de Antonio Muñoz Molina (uno de nuestros más grandes escritores contemporáneos) y sus grandes valores cívicos se nos antoja algo absolutamente innecesario. Pero aquí está demostrado que o bien aceptas el “pack” completo del Progresismo o te mandan en vida al fuego purificador de la “Izquierda” (que puede llegar a ser tan reaccionaria como la peor de las derechas).  Es lamentable y absolutamente denunciable que los palestinos, a estas alturas de la Historia, tengan pendiente la consolidación de su propio Estado (no olvidemos que sectores israelíes verdaderamente progresistas también lo demandan).  Deleznable, resulta totalmente deleznable, el uso de la fuerza que las tropas de Israel perpetran contra ellos.  Pero, tampoco podemos considerar un héroe o mártir a un palestino que, pertrechado de explosivos hasta la ceja, hace explotar un autobús repleto de victimas inocentes.  Los españoles en general y los sevillanos en particular no podemos desdeñar un pasado histórico con fuertes raíces judías (los cristianos ni les cuento). El inacabado y sempiterno conflicto entre Israel y Palestina está anquilosado en el tiempo y cuantos intentos políticos de buena fe se emprenden para solucionarlo terminan siempre quedando en nada. Pero ello no justifica que criminalicemos a la población israelí en su conjunto ni tampoco que beatifiquemos a la totalidad del pueblo palestino (ni todos los primeros son ultraortodoxos, ni los segundos son todos terroristas).  El poderoso lobby judío internacional (afincado en EE UU) siempre ha jugado una baza fundamental para pertrechar y posibilitar que el ejército israelí se encuentre entre los mejores dotados y preparados del mundo.  Por tanto, y sin reservas de ningún tipo, se trata de un conflicto desigual donde unos llevan botas y ametralladoras y otros van descalzos y con piedras. Pero insisto, estos argumentos -que son plenamente compartidos por Antonio Muñoz Molina- no debía impedir que el gran escritor de Úbeda recogiera un Premio literario en Israel.  También es conveniente dejar testimonio que la donación en metálico del citado premio (10.000 dólares) fue donado íntegramente por Muñoz Molina a una organización con fines caritativos.  Hoy día ser valiente, y defender tus convicciones hasta sus últimas consecuencias, es ponerte en el centro de la diana de los arqueros del “Progresismo de Salón”.  A estas alturas, y en clave localista, conozco casos en Sevilla de personas de izquierda de cierta relevancia que llevan de tapadillo su pertenencia a alguna Hermandad de Penitencia.   Quítale al ser humano sus nobles y necesarias “contradicciones” y se convertirá en un monigote de feria.  Así lo pienso y así lo escribo.

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