lunes, 4 de marzo de 2013

El Reino de la templanza



La vida cotidiana de los españoles, y sobre todo de los andaluces, está llena de símiles procedente del campo de la tauromaquia.  Cualquier situación a lo que nos enfrentamos siempre podrá explicarse en clave taurina. Si alguien no está siendo claro con nosotros argumentaremos que “no para de darnos capotazos”.  Serían muchos los ejemplos que podríamos argumentar en ese sentido. Si algo define la magia del toreo es cuando se consigue que la faena entre de lleno en el reino de la templanza.  Decir que un torero tiene mucho temple es, como conjunción de arte y valor, de los mayores elogios que pueden hacérsele. Esto es perfectamente extrapolable a la idiosincrasia que mueve y configura nuestras vidas. Cuando médicamente se nos dice que tenemos destemplanza es que algo no funciona bien por nuestro interior. Cuando decimos en el Flamenco que un artista no consigue nunca templarse más vale que cambie de profesión. Quien no disfruta de manera pausada de lo que hace difícilmente conseguirá que disfruten los demás. Reconozco sin ambages que llevo toda mi vida intentando romancear con la templanza sin haberlo conseguido. Asumo su importancia pero mi innata condición de bondadoso neurótico compulsivo determina que siempre sea mi gran asignatura pendiente.  En mi descargo, si esto fuera posible, decir que las circunstancias no pocas veces determina tu carácter.  Puede que sea en estos últimos años cuando noto que voy recorriendo el buen camino que gozoso me lleve al Reino de la templanza. Mis nietos, a que negarlo, han sido un elemento fundamental para aparcar las prisas. No las tengo para verlos crecer pues paralelamente también me veré envejecer. Envidio sin reservas a cuantos conozco, aprecio y valoro que manejan sus barcas valorando más la travesía que el desembarco. Gente pausada que como Salva Gavira le dan a la vida y a las cosas su justa medida. Saber valorar nuestro tiempo en momentos y minutos para saborear plenamente cuanto Dios pone a nuestro alcance. A la cabeza de ellos estaría el trianero Ángel Vela, donde la naturaleza nos muestra sin reservas en que consiste el temple. Tiene andares de torero sabio; hablar pausado y reflexivo y escribe conjugando armoniosamente sentimiento y conocimiento. Todo lo que uno hubiera querido ser en la madurez para exprimirle a la vida sus mejores racimos de uvas.  Cuando vivimos rodeados de la miseria que han provocado una partida de miserables a través de la rapiña es imposible no rebelarse.  Pero incluso la rebelión se debe reconducir –nunca domesticar- por medio de la templanza. Mis nietos han conseguido el milagro de que mi alma se serene.  Todo me sabe mejor y ahora la lectura, la música, el cine y todo cuanto me hace feliz lo saboreo de manera placentera. Verlos crecer sin prisa pero sin pausa me ayudan a comprender y sobre todo valorar los momentos que Dios me ha dado.  Creo que ahora si estoy en el buen camino -¡ya era hora! y cerca de instalarme en el Reino de la templanza.  Como diría el “Pasmo de Triana”: “Nunca es tarde si el temple es bueno”.

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