lunes, 3 de diciembre de 2012

El paraíso dorado de la niñez


Avanzan los días de este inquietante mes de de Diciembre del Año del Señor del 2012. Está siendo duro, durísimo, para millones de familias españolas con las inciertas expectativas de lo que está por llegar. Los cuatreros de rolex dorados y corbatas de seda nos han vaciado las neveras y, lo que es peor, también las almas. Ningún mes como Diciembre tiene la potestad de devolvernos al paraíso soñado y perdido de la niñez. No es casualidad que en el calendario de los cristianos sea el comienzo y arranque de todo: el Nacimiento del Mesías. Mes donde se cruzan todos los caminos que nos llevan –o nos llevarán- a los días placenteros. Los sabores, los olores, las tradiciones y las ilusiones caminan –o debían hacerlo- armoniosamente cogidos de la mano. Paga extra, aguinaldos, felicitaciones, regalos, lotería, belenes, luces callejeras y los coros de campanilleros dotando a cuerpos y almas del mejor antídoto contra el desamparo: los momentos de felicidad compartida. Siempre girando en torno a un concepto hoy desgraciadamente desnaturalizado por una “Progresía de salón”: la Familia. Todo, lamentablemente, está en el aire por una rara conjunción entre rapiña, avaricia y pasotismo. Los niños dentro de unos días abandonarán transitoriamente sus actividades escolares para ejercer de lo que realmente son: niños. Todo gira en estos días en torno a los niños, por eso el constatar que más de 2.200.000 de ellos viven en España por debajo del umbral de la pobreza es un duro aldabonazo en nuestras conciencias. “En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna / la Virgen y San José / y el niño que está en la cuna…hambriento”. Diciembre es el mes con más días de Sevilla: nace como todos el día 1, y termina como ninguno el 7….de Enero. Diciembre me sabe a mesa-camilla con olores a alhucema y a caja-surtida de productos de la Estepa…sevillana. A Coro de campanilleros cantando en los patios de los corrales y a niños de San Ildefonso cantando números siempre ajenos –la lotería, no los niños- a nosotros. A calles céntricas iluminadas y a belenes donde siempre buscábamos al pastorcito que “daba de cuerpo”. A juguetes siempre soñados y pocas veces conseguidos y a “voleo” callejero de pandillas infantiles pletóricas de ilusión. Éramos pobres en lo material y ricos en producción de ilusiones. Desgraciadamente ya las cosas no son lo que eran. La pauta de estas Fiestas entrañables y familiares hace tiempo que fue secuestrada por los Grandes mercaderes. La Familia ha sido desactivada por una política –de Izquierda y Derecha- que, según sus intereses, individualiza al colectivo o colectiviza al individuo. Si algo bueno tiene la Crisis es la enorme posibilidad que tenemos de un rearme moral; tradicional (sin complejos); social y familiar. Los que ya somos abuelos tenemos más cerca –a través de nuestros nietos- la posibilidad de reabrir los senderos navideños perdidos en el paraíso de la infancia. El Milagro mayor de la Cristiandad se producirá dentro de pocos días. No solo nace “el Niño”: nace en nosotros la posibilidad de ser niños de nuevo. Aprovechemos Diciembre para salir a la calle, solos o acompañados, para celebrar la suerte de vivir en Sevilla. Nuestro “Nacimiento” más que en Belén se hará visible en la Plaza de San Francisco. Sevilla nace a la vida con el olor a alhucema; renace con el del azahar; se muere con el incienso, y se eterniza con los magnolios del Jardín de la Danza del Alcázar. Avanza Diciembre en el calendario y retrocedemos nosotros en el tiempo.

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