viernes, 9 de noviembre de 2012

El fantasma bondadoso



“Nada tan provechoso como hablar lo menos posible con los demás y lo más posible con uno mismo” - Séneca - 

 Llegó un día a mi Bloque como por arte de magia. Vivía en soledad ocupando temporalmente una vivienda en la 3ª Planta que llevaba algún tiempo pendiente de venta o traspaso. Su estancia en la misma no creo que sobrepasara los cinco años. Era un hombre de unos setenta años de edad; extremadamente delgado; muy pulcro y de un porte que hacia presagiar tiempos mejores. Nunca levantaba la cabeza cuando correspondía educadamente a cualquier tipo de saludo. En su buzón seguía permaneciendo el nombre del anterior inquilino. Este hombre, para nosotros, era una incógnita tan difícil de despejar como su forma de vida. De manera voluntaria y solidaria siempre estaba arreglando enchufes, puertas y cualquier avería que detectara en el Bloque. Observaba algún desperfecto y bajaba con su pequeña caja de herramientas para resolverlo de inmediato. No contento con eso se levantaba muy de mañana –hiciera frío o calor- para, provisto de una bolsa, recoger en la calle lo que la dejadez o el incivismo iban sembrando por doquier. Luego lo depositaba en uno de los contenedores y desaparecía de la esfera cotidiana hasta el comienzo de un nuevo amanecer. Consiguió que los alrededores de nuestro Bloque fueran los más aseados de la Barriada. Un día dejamos de notar su presencia y nos percatamos que se había marchado igual que llegó: envuelto en un halo de misterio y anonimato. ¿Quién era este hombre? ¿Cuál era su historia y porque se negaba a relacionarse con el vecindario? ¿Existió realmente o solo era un fantasma bondadoso? Nadie supo siquiera como se llamaba y, eso si, sabíamos que parte de su tiempo libre lo empleaba en tareas solidarias. Intenté, inútilmente, en más de una ocasión sobrepasar el límite que establece el saludo protocolario. No se prestaba al intercambio de afectos. Apresuraba el paso y se perdía cabeza gacha como las sombras de la noche. No quería tratos con nadie y en ese nadie no existían excepciones para él. Parecía tener miedo y/o recelo de cuanto le rodeaba. Cuando cada mañana me asomo a mi terraza, me parece estar viéndolo agachado recogiendo en la calle las basuras ajenas. La vida de algunas personas es de una complejidad difícilmente digerible. A lo largo de nuestra existencia gozamos y/o padecemos con una serie de acontecimientos que terminan configurando las claves de nuestra personalidad. Ni siquiera los vecinos de su Planta consiguieron arrancarle la más mínima cuota de familiaridad. ¿Qué habrá sido de él? ¿Dónde desarrollará ahora sus tareas solidarias? Ni la Literatura en su máxima expresión ha conseguido nunca desentrañar los vericuetos del alma humana. Se aproxima y le da forma, pero se queda siempre en la antesala donde de verdad habitan los sentimientos humanos. ¿Qué o quienes habían condicionado que este hombre huyera hasta de su sombra? Compraba con los establecimientos recién abiertos para no tropezarse con nadie. Ya hace algunos años que se marchó pero su efímero y bondadosa figura habita entre nosotros. Puede que en definitiva no fuera más que una persona tímida y retraída. O un herido más en la cruenta batalla de la vida y el amor. Quizás el hijo de un dirigente nazi huyendo de su destino. Son de las personas que, por si solas, ya te dejan escrita media novela. Te permite elucubrar construyendo un puente entre la realidad y la ficción.

No hay comentarios: