jueves, 25 de octubre de 2012

Adiós Maestro. Adiós Amigo



 A través del más que recomendable Blog de Manolo Bohórquez (“La Gazapera”) me llega la triste y dolorosa noticia del fallecimiento de José Blas Vega. Un amigo al que recordar y un maestro al que venerar siguiendo sus enseñanzas. Sabía que desde hacia tiempo luchaba denodadamente contra un cáncer de los que al final siempre terminan ganando su cruenta batalla.  Conocí a Pepe Blas Vega a través de Manolo Centeno en el “Centenario del Nacimiento de Manuel Vallejo” celebrado en la Peña Torres Macarena.  Sintonizamos desde el primer día y desde entonces me honró con su amistad y me alumbró con su sabiduría flamenca y humana. Cuando venía por Sevilla –Ciudad a la que amaba profundamente- me llamaba previamente y compartíamos gratificantes paseos por el Casco Antiguo.  Mi vida de aficionado y estudioso del Flamenco tiene un antes y un después desde que este madrileño, de fino porte, me marcó el camino a seguir. Amaba profundamente a Triana y me enseñó, sin paliativos, la extraordinaria importancia que tenía el arrabal trianero en la configuración y desarrollo del Flamenco.  Supo nutrirse –conviviendo con ellos en noches eternas- de la sabiduría de los Maestros venerables del Flamenco que apuraban su epilogo existencial por la Villa y Corte. Su rigor y meticulosidad, tanto en tareas de producción discográfica (Hispavox) como en el campo de la investigación, son definitivas para entender en su plenitud el Arte Jondo.  Con José Blas Vega las coordenadas de los estudios de Flamenco alcanzan su cima más excelsa.  Sus estudios sobre Chacón, Silverio, Los Cafés Cantes de Sevilla y Madrid o el Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco que escribió al alimón con Manolo Ríos Ruiz, se nos presentan (a los estudiosos y aficionados) como rotundamente definitivos.  Padeció durante muchos años los dardos envenenados de la corriente “gitanófila” del Flamenco.  Nunca pudieron alterar su admirable temple ni su sentido del rigor y la verdad histórica.  Tenía setenta años de edad cuando falleció y sus cenizas serán depositadas en la que consideraba su segunda tierra: Zamora.  Repasando las ediciones digitales de la prensa madrileña duele constatar que su muerte ha sido obviada.  Ejemplo sintomático de que el Flamenco todavía, a efectos intelectuales, esta en “paños menores”.  No es la primera vez que escribimos, y a que dudarlo tampoco será la última, que a la par que cumplimos años también cumplimos muertos.  Gloria eterna a este sabio anticuario de la “Librería del Prado” madrileña, y a este flamenco tan postinero como riguroso y cabal.  Adiós Maestro; adiós Amigo.  Fue un placer leerte y, sobre todo, conocerte, tratarte y disfrutar de tu amistad.  Siempre te recordaré en mañanas soleadas comprando postales antiguas en la sevillana Plaza del Cabildo.

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