domingo, 24 de junio de 2012

Sucios y ruidosos


Un reciente informe viene a constatar, una vez más, que Sevilla es una ciudad sucia, tremendamente sucia, y ruidosa, estruendosamente ruidosa. No tengo más remedio que discrepar aunque solo sea en una cuestión semántica: las ciudades no son por si solas sucias y/o ruidosas, los son en función del comportamiento de los ciudadanos que las habitan. ¿Somos por tanto “puercos” y ruidosos los sevillanos? Mala cosa es generalizar y “meter en el mismo saco” a tirios y troyanos (sin premio). Obvia decir que los empleados de Lipasam desarrollan un trabajo encomiable aunque, dado que la “ciudadanía” ensucia las calles a destajo, nunca pueden terminar de controlar las basuras acumuladas (si alguien cree que exagero que se eche en el bolsillo para café y se venga a mi barriada. Le mostraré como queda esta los fines de semana). Leía hace unos días en un suplemento dominical una más que interesante entrevista al pianista chino Lang Lang. Este auténtico genio pianístico nacido hace 29 años en Oxford es un verdadero icono en la China de sus antepasados. Se le considera el máximo responsable de que en la actualidad den clase de piano, en este emergente y descomunal país, algo más de ¡40.000.000! de niños chinos. Se muestra como un fan entusiasta de Leo Messi y del rapero Eminen. Siendo muy joven y gracias a distintas aportaciones familiares se desplazó a Effingen (Alemania) para participar –y ganar- en uno de los mejores concursos pianísticos del mundo. Cuenta en esta entrevista que si hubo algo que le llamó poderosamente la atención era como la gente se entendía hablando de forma pausada y sin vocerío. Esto pude comprobarlo en primera persona hace ya muchos años. Me desplacé en un par de ocasiones a Alemania por motivos familiares, dando lo mismo un parque que un centro comercial abarrotado para comprobar con asombro que nadie, para entenderse con los demás, tuviera la necesidad de alzar la voz. Sobre la limpieza y el orden ya ni les cuento. Parece ser que por estos lares tenemos que esperar a la vejez para equilibrarnos en forma y fondo. Observo con admiración que en las tertulias –compuesta por hombres mayores- por donde paseo a diario (San Lorenzo, Alfalfa, General Polavieja…) todos hablan de uno en uno y de manera pausada. Ninguno tira papeles al suelo y cuando terminan con el café mañanero dejan vaso, platillo y cucharilla en perfecto estado de recogida. La última incorporación al barullo ciudadano han sido los móviles callejeros. La gente no se corta un pelo y se pone a pegar voces en la calle hablando con el novio; la novia; el hermano; la hermana; el cuñado; el compañero; el vecino; el cliente moroso…. Siempre invito a los que se dejan invitar que hagan, de vez en cuando, un ejercicio personal de introspección. Ejercitar el necesario y noble campo de la reflexión. Entrar en una iglesia o capilla desierta y, al margen de sentimientos o posicionamientos religiosos, mantenerse un rato en silencio analizando de donde viene; donde está y, hacia donde dirige su vida y sus pasos. En las iglesias difícilmente existen papeleras, pues solo se tiran al aire los sentimientos, y estos no suelen contaminar nada en negativo. Sucios, ruidosos pero, eso si, orgullosamente sevillanos (¿).

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