domingo, 3 de junio de 2012

Pasajeros al tren


Dos motivos fundamentales han condicionado que en los últimos tres años sea un visitante semanal de la Estación de Santa Justa y asiduo pasajero en los trenes de cercanía. Lamentablemente, uno de estos motivos ya forma parte de mi historia sentimental: visitar a mi madre en la Residencia de Sanlúcar la Mayor donde apuraba su última cuota terrenal. Espero que el tren que definitivamente me llevará hacia ella se quede algún tiempo varado en la Estación de la vida (para poder disfrutar del desarrollo de mis nietos). Otro, forma parte de mi gozoso presente: ir cada jueves a Dos Hermanas para ver como crecen mi Rafael y mi Lola. Me gusta llegar a Santa Justa con algún tiempo de antelación y así poder observar a la fauna que pulula bajo los tableros electrónicos de salidas y llegadas. Todo forma parte de una indisimulada inclinación hacia mi frustrada vocación de sociólogo. La naturaleza me dotó de una buena capacidad de observación y, contradictoriamente, también condicionó que fuera un monumental despistado. Curiosamente, desde que la Crisis tomó parada y fonda en nuestra maltrecha sociedad, hay una figura que como por arte de magia ha desaparecido de la Estación de Santa Justa. Me refiero concretamente a los “Ejecutivos” (hoy “ejecutados” por la Crisis). Eran hombres (mujeres, la verdad, vi muy pocas) perfectamente trajeados (aún con los rigores del verano); provistos de maletines y siempre, invariablemente siempre, con un móvil cosido a la oreja. Difícilmente se relacionaban entre ellos y desconfiaban hasta de su propia sombra. Dispuestos, como si formaran parte de la cadena de montaje de una cervecera, bajaban en fila india la escalerilla mecánica. Marchaban, tremendamente serios, al encuentro de un Ave que los llevaría a un Madrid de negocios efervescentes y componendas de todo tipo. Mustios y tristes como si fueran conocedores de un secreto que al final los terminaría devorando. Entiendo que formaban parte del último escalafón del mundo de las finanzas (o de la política, que tanto monta monta tanto) y se dirigían a la Villa y Corte a cerrar o abrir “negocios” donde pocas veces se necesitaba la “mano de obra”. Llevaban de la mano -junto al Diario “El País”- a la “Prima de Riesgo”, y pocos presagiábamos que la terminarían dejando abandonada en las puertas de nuestras casas. Han desaparecido de la Estación de Santa Justa como por encanto y, sinceramente, no se que habrá sido de ellos y en que emplearán su tiempo libre (presumo que ahora será bastante). Formaban la infantería de la “Cultura del Pelotazo” que en nuestro país fue donde primero tomo parada y fonda (bajo el amparo de un Gobierno Socialista –versión Solchaga- no lo olvidemos). Ahora, en un ejercicio de supremo cinismo, todos pretenden desviar sus responsabilidades hacia la de los demás. El político que le dio “alas” al banquero lo termina culpando de todos los males actuales. El banquero que se alió con el político para hacer conjuntamente “caja” nos dice que él era en definitiva un simple “mandao”. Los muy corruptos siempre pertenecen al Partido de “ellos”. En el “nuestro” solo se han dado casos aislados de corrupción y siempre, rotundamente siempre, de manera muy aislada. Como por ensalmo desaparecieron los “Ejecutivos” de la Estación de Santa Justa y, posiblemente, si vuelven a aparecer algún día lleguen disfrazados de “lagarteranas”.

 Los trenes, preñados de buena literatura, configurados como el máximo exponente de los distintos perfiles de nuestra Sociedad. Las vías como soportes por donde circulan vagones llenos de ilusiones; solidaridad; mercadeo y corruptelas. Las estaciones como puertos de despegue y arribada para dictaminar que en la vida todo es un ir y venir. ¡Pasajeros al tren!

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