martes, 7 de febrero de 2012

Solo ante…la Gloria



No era un día cualquiera. Era un viernes 3 de febrero. María Santísima de la Candelaria estaba en besamanos. Gestiones bancarias de diversa índole me habían ocupado la mañana (llegará un día no muy lejano en que funcionará el autoservicio bancario). Enfilo apresurado la frontera de la Alfalfa para poder despedir la gélida semana delante de la Señora de San Nicolás. Mi gozo en un pozo. Veo desde la cercana distancia a la Iglesia cerrada a cal y canto. “Tendré que venir a verla mañana interrumpiendo las labores domesticas sabatinas”, me dije para mis adentros. Pero, en San Nicolás, no hay mal que dure cien años ni problema que no resuelva Victorino. Allí estaba en los aledaños de la Plazoleta Ramón Ybarra para proporcionarme un momento de los que difícilmente se olvidan. Me introduce en la cerrada Iglesia por la Sacristía y, después de alumbrarme templo y alma, me deja solo ante la Candelaria. Curiosamente, después de sesenta y cinco años de existencia terrenal nunca la tuve más cerca ni tampoco más mía. ¡Momentazo!, de los que se quedan prendidos en las paredes del alma. Ella y yo; yo y Ella. Le recé un sentido Ave María sin tener muy claro que la letra respondiera al guión establecido. No se si empecé diciendo: “Dios te salve María” o quizás dije “Dios te salve Candelaria”. ¡Que más da!, aquí lo importante no es lo que se dice sino como se dice. “Vito” al facilitarme mi acceso semiclandestino con Ella me dejó escrito este “Toma de Horas”. Buena gente este primitivo y marmóreo “Jefe de Mantenimiento candelario”. Es capaz de mantenerlo todo en perfecto estado de revista incluso conversaciones que se nos antojan ininteligibles. Forma parte de esas personas que las consideramos tan cercanas y cotidianas que solo las valoramos cuando dejan de pertenecernos. Le pedí a la Señora por todos nosotros y para que mi hija tenga un feliz alumbramiento. Que mi futura nieta que nacerá en junio se encuentre una Tierra menos castigada por políticos y especuladores. Fueron diez gozosos minutos absolutamente conmovedores y pletóricos de sentimental sevillanía. Posiblemente la próxima vez que la tenga más cerca ya sea instalada en su paso de gloria y luz. Serán los preámbulos de un Martes que resume en si solo todos los martes del año. Gracias “Vito” por facilitarme este momento de fulgores celestones. Cuando le besé el dedo de su mano que más apunta a los Cielos, comprendí que posiblemente no todo esté perdido y siempre podamos redimirnos ante su Divina presencia. De manera complementaria, cuando “Vito” apagó sus luces se encendieron las mías. Puede, que al final, sea verdad que la vida no es más que un compendio de luces y sombras.

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