viernes, 29 de abril de 2011

El desamparo del calvo ante las moscas






A la memoria de Yul Brynner y Telly Savalas.

Augusto Monterroso escribió hace unos años un compendió de relatos cortos llamado “Movimiento perpetuo” y cuyo tema recurrente eran las moscas. En el universo machadiano eran: “Vosotras, las familiares, inevitables golosas / vosotras moscas vulgares / me evocáis todas las cosas”. Las moscas siempre han estado omnipresentes en nuestras vidas desde nuestra más tierna infancia. Nuestras madres o abuelas nos cubrían la cuna con un vaporoso velo para que no nos molestaran. Desde entonces nunca han dejado de comparecer, fundamentalmente en la época estival y, prioritariamente, dándonos de manera empecinada el “coñazo”. Siempre debemos distinguir las moscas como colectivo y la mosca solitaria cojonera como elemento desosegante de nuestro loable encuentro con la siesta. Las primeras basta que revoleteen agrupadas para que con un par de toques del aerosol del “fuki-fuki” caigan al suelo como lo que son: como moscas. La mosca franco-picadora ya es harina de otro costal. Cuando creemos que ya se ha ido o que la hemos fulminado, vuelve a aparecer una y cien veces para, entiendo que en plan de recochineo, volver a jodernos la “cabezadita”. A una comida campestre que se precie no le puede faltar una suculenta fuente de ensaladilla rusa y, evidentemente, la clásica mosca que se posa justo en el centro de la misma. Intentamos a golpe de gorra que levante el vuelo pero continúa apresada en la trampa de la mayonesa. Se posan en las frentes de los durmientes de los trenes de largo recorrido. En la cola de los caballos antes de hacer el paseíllo por las Plazas de Toro. En la tez de leones, toros, rinocerontes y elefantes y siempre, de manera invariable, con el único propósito de dejar testimonio de su “porculera” presencia. Los sirvientes que con sus grandes artilugios abanicaban a Cleopatra cubrían dos funciones: aliviarle el calor a la Reina del Nilo y espantarle las moscas. Aunque no está demostrado históricamente se decía que el bigote de Hitler era en realidad un reguero de moscas judías intentando cerrarle la boca. Puede parecernos sorprendente pero las moscas siempre han tenido muy buena acogida en el mundo de la literatura y la filosofía. Desde Grecia, pasando por Roma y, hasta nuestra literatura más reciente, los escritores nunca se han olvidado de mencionarlas. ¿Quién de nosotros en más de una ocasión no se ha acordado de “los muertos de las moscas”? ¿Que calvo no ha terminado dándose más de un cate en la cabeza tratando de espantarlas? ¿A lo largo de la Historia cuantos inventos ha generado el hombre para tratar –inútilmente- de eliminarlas? La diferencia con los mosquitos es que estos –como los políticos- nos chupan la sangre y, ellas, se limitan a alterar nuestro sistema nervioso. Por eso no esta de más que volvamos a recordarlas en clave machadiana: “Yo se que os habéis posado / sobre el juguete encantado / sobre el librote cerrado / sobre la carta de amor / sobre los parpados yertos de los muertos”. Nos recibís en nuestros primeros meses sobrevolando nuestra cuna para que madres y abuelas os espanten a golpes de delantal. Os posáis en nuestro cuerpo inerte ausente ya de latidos y biorritmos hasta que, disimuladamente, una mano amiga os hace levantar el vuelo. Formáis parte de nuestra cotidianidad y, lamento deciros, que nunca añoramos vuestras temporales ausencias. Solo, eso si, agradeceros que nunca os vimos posaros en un paso de palio sevillano. Al César los que es del César y a las moscas lo que es de las moscas.

miércoles, 27 de abril de 2011

El brillo de la plata




Cuentan que un día Dios le dijo amargamente a San Pedro refiriéndose a los seres humanos:

-- Es que a lo largo de los siglos no han hecho otra cosa que cometer atrocidades.

“El responsable de las Llaves del Cielo” fue entonces y le alargó un libro rogándole al Sumo Hacedor que leyera algunas de sus páginas. Al cabo de un rato Dios se lo devolvió a la par que decía:

-- Bueno, en verdad es de justicia reconocer que no todo lo han hecho mal.

El libro en cuestión era “El Quijote”. Se recreaba así de manera divina que, afortunadamente, las obras de los hombres a titulo individual, han salvado excepcionalmente a la raza humana del desprestigio corporativo. Son ya muchas las guerras. Es mucha, muchísima, la sangre derramada. Millones de victimas propiciadas por la codicia y las ansias de dominación más canallesca e inmisericorde. La Historia de la Humanidad se reduce a una palangana de oro por cuyos filos reboza la sangre de los inocentes. El Pilatos de todas las épocas intenta –inútilmente- lavar allí sus manos de cómplice cobarde de situaciones injustas y despóticas. ¿Cuánto Poncio Pilatos anda hoy suelto en todos los ámbitos de esta Sociedad en los que nos desenvolvemos? ¿Cuántas veces nosotros mismos no tenemos reparos en “lavarnos las manos” sin querer ver -ni implicarnos- en cuanto nos rodea? La pasada Cuaresma fue tremendamente trágica por los gravísimos sucesos acaecidos en tierras japonesas. Para definir la terrible magnitud de lo allí acontecido se empleó una palabra bíblica: Apocalipsis. El comportamiento extraordinariamente ejemplar de los japoneses no debía extrañarnos pues, a lo largo de su trágica Historia, ya nos dieron sobradas muestras de ello. Nos demostraron, una vez más, que allí lo colectivo siempre prima sobre la grandeza/miseria del individualismo. La cara más noble del patriotismo ofrecida sin fisuras a toda la Humanidad. Es como si nos dijeran. “No solo somos japoneses, sino que además ejercemos de ello”. Son una excepción que, en definitiva, solo sirve para confirmar la regla del egoísmo que nos invade por doquier. Estamos inmersos en una crisis –o varias- que los sesudos analistas no se ponen ni siquiera de acuerdo en como denominarla: social, económica, de valores o, inclusive de civilización. Pero podríamos preguntarnos: ¿Cuándo no ha estado nuestra Sociedad en crisis? ¿Que época podríamos situar como la de mayor grandeza del genero humano? ¿Sin la aportación de sus grandes talentos tendría Dios motivos para estar satisfecho? Somos imperfectos por naturaleza y desarrollo. Perversos o bondadosos por condición o vocación. Unimos sacrificio y abuso en el mismo lote y, tenemos siempre la tendencia a culpar a los demás y/o a las circunstancias de cuanto nos ocurra en negativo. Los triunfos son el oro que siempre reluce al sol de la vanidad. Los fracasos son plata mate sin brillo, camuflada en el hervor de agua y bicarbonato. Nada nuevo bajo el sol. Cuesta –hoy, ayer y siempre- pensar por libre ajeno a banderías y dogmatismo. Es mejor que remar contracorriente, hacerlo cómodamente apoyado en la barandilla de un barco atestado hasta la bandera. Nunca avanzó tanto la Humanidad como cuando el ser humano de manera individual se dedicó al estudio y la reflexión. El Arte y la Ciencia unidos por el talento y el tesón de un hombre o una mujer.
Cervantes escribiendo el “Quijote” y Dios dando su visto bueno celestial. Santa Ángela cavilando como combatir la pobreza sevillana ante la sonrisa cómplice de los habitantes del Cielo. Lo demás es un batiburrillo inclasificable que solo consigue que giremos –como burros de noria- sobre la misma rueda, hasta que llega el dictador de turno y nos saca de la misma a palos.

lunes, 25 de abril de 2011

Pasa la vida



Mientras consume su cuota de vida,

¿cuántas verdades elude el ser humano?

- Augusto Monterroso –

Lo cantó un cantautor hoy injustamente olvidado, Romero Sanjuán, cuando decía aquello de: “Pasa la vida, igual que pasa la corriente….” Lo musitaba entre dientes mientras paseaba en solitario por tierras castellanas don Antonio Machado: “Caminante no hay caminos, se hace camino al andar….” Lo dejó meridianamente claro Joaquín Caro Romero en el atril del Maestranza: “La vida son siete días”. Al final todo nos lleva a la misma conclusión: pasa la vida con sus luces y sombras y nos arrastra hacia la incertidumbre de algo a lo que llaman porvenir. Es el mundo quien gira sobre nosotros y no al revés. Somos lo que determinan nuestras vivencias encuadradas entre emociones, sentimientos y sensaciones. Soñamos, sentimos y vivimos. No hay más elementos complementarios salvo aquellos que, a modo de eslabones sentimentales, nos atan a personas y tradiciones que nos redimen de la vulgaridad y/o lo insustancial. Somos, posiblemente, lo que otros quisieron que fuésemos. Seremos, los que otros que nos precedan quieran que seamos. Estos escenarios de relevos sentimentales necesitan un contexto determinado: la Ciudad. La perpetuidad, salvo para los genios tocados con la varita mágica del Dios Padre, siempre tendrá fecha de caducidad. Pasaremos como pasa la vida y, al final, la corriente de los años vividos nos arrastrará hasta perdernos por los mares de los sueños. Me hago estas reflexiones de “majareta sentimental” cuando la Semana Santa del 2011 ha echado el cierre, dejando la Ciudad huérfana de sensaciones y emociones. El bullicio ha dado paso a la quietud y sus calles y plazuelas se desperezan con el dulce despertar de lo hermosamente efímero. Desde que amaneció un nuevo Domingo de Ramos hasta que el Resucitado quedó depositado en Santa Marina todo ha transcurrido, una vez más, de manera simétrica y sincronizada. Ahora durante muy pocos días será el momento de análisis personales y/o corporativos de que fue bien o mal y, que cosas son manifiestamente mejorables. Nada nuevo bajo el cielo sevillano. Cada día estoy más convencido de que La Feria se inventó como un antídoto para contrarrestar la melancolía de la perdida de nuestra Semana Mayor. Bien está que así sea. Felicitémonos de haber sido participe, un año más, de este hermoso ejercicio de sevillanía. El año que viene Dios dirá si podremos repetir esta sentimental cita anual con Dios y la Ciudad o, si por el contrario, serán otros ojos y otros corazones los que ya miren y sientan por nosotros. Todo al final queda enmarañado en la incertidumbre del noble ejercicio de vivir. Siempre nos quedará la Ciudad como referente de nuestra verdad y nuestros sentimientos. No hay motivos para la desesperanza. Todo lo contrario. Volverá lentamente a girar el círculo mágico sevillano que nos llevará de nuevo al paraíso soñado. La quietud de las iglesias; la cercanía de las imágenes; la reflexión y el sosiego; la meta soñada en la lejanía y, la Esperanza, siempre la Esperanza, nos conducirán al encuentro con nosotros mismos. Otros ya lo dejaron escrito meridianamente claro: “Pasa la vida, igual que pasa la corriente….; “Caminante no hay caminos, se hace camino al andar…. y, “La vida son siete días”. Como decía Juan Ramón….”No la toquéis más, que así es la rosa”.

Nota acuosa de lágrimas y lluvia: Mi Semana Santa personal e intransferible se vio seriamente alterada por las inclemencias del tiempo. Martes Santo sin Candelaria por la Alfalfa y Pasión sin poder adentrarme con Él por los vericuetos sentimentales de calle Francos es un castigo demasiado severo. La lluvia se hizo omnipresente estos días y nos hará vivir con más intensidad, si cabe, la dulce espera. A los que como yo sufrieron estos señalados días la ausencia de los laberintos urbanos de la memoria y los sentimientos mucho ánimo. Ya queda menos de un año para un nuevo intento. Paciencia y un fuerte abrazo.

viernes, 15 de abril de 2011

¡Ay, quien pudiera fundir en un perfume menta y canela!



Horas, tan solo unas pocas horas y la Ciudad se abrirá como un clavel reventón hacía lo rotundamente hermoso e imperecedero. Será historia, una vez más, una Cuaresma plagada de sensaciones que cada año se repiten y se renuevan a la vez. El Pregón, la papeleta de sitio, los cultos, los abrazos, las copas, los encuentros fugaces, los capirotes de la Alcaicería, la nerviosera, la rampa del Salvador y, el lento y laborioso montaje de los pasos, que recubren los templos de los retazos sentimentales de nuestra Semana Mayor, ya forman parte del pasado. El traslado de las queridas imágenes al epicentro de los mismos y, la calle ansiosa esperando darles un abrazo primaveral. Semana soñada desde que la Soledad cerró suavemente hace un año el portón de la Gloria sevillana. Ya no queda espacio para la nostalgia y, la memoria de los años perdidos, serán batallas que siempre terminamos perdiendo desde la victoria de los sentimientos. El tiempo de lo inmediato manda sobre nosotros y bien está que así sea. Los ausentes y los presentes enmarañados en las más nobles tradiciones de la Ciudad. Gozar, sentirse vivo y participe de una ceremonia que cual sublime obra de teatro escenifica cada año la urbe hispalense. Arrancar temprano ese Domingo glorioso que siempre nos retrotrae a la niñez. Ver y dejarse ver por los laberintos sentimentales de los templos engalanados. Los mismos que nos confirman que nacer y morir son meros accidentes vivenciales, que en nada pueden sustraernos de la eternidad de las almas que estos días flotan por la Ciudad. Cada día estoy más convencido que la Semana Santa de Sevilla fue la excusa perfecta que encontró Dios para hacernos habitantes eternos de la primavera sevillana. Cada uno será patero perpetuo del epicentro de sus emociones. El Viernes de Dolores empezaré mi carrera sentimental en Pino Montano, cuando aparezca por la puerta de San Isidro Labrador la Cruz de Guía de mi Hermandad de Nazaret. Sin solución de continuidad me veré envuelto en un Domingo apasionante y contradictorio, donde junto al placer de la contemplación, veré invadido mi espacio de ave solitaria sevillana. Martes, martes, martes en San Nicolás es decir tradición, cariño, abuela, madre, hija, Alfalfa, Contratación, Jardines, San José y…. ¡Candelaria! Miércoles de torería; de Puente; de Puerta de la Carne; de cambio de ramos; de añorada niñez; de Fábrica de Artillería; de Pirotecnia; de piscina parroquial; de…. ¡San Bernardo! Jueves, ¡ay, mi jueves!, de túnica de ruán; de mediodía cervecero donde la espuma en los labios te sabe a miel de la alcarria; de vestimenta en el taller de Eduardo en el Campo de los Mártires; de calle Águilas enfilada con el convencimiento de que en ese momento no existe nadie mas feliz que tú; de un “poneros los antifaces” y de notar un año más las tablas de la rampa bajo tus sandalias negras. Todo, absolutamente todo, enmarañado en la Merced de una Virgen y en la fe hacia un Señor al que por estos lares llaman… ¡Pasión! Y luego Dios hecho Hombre al sevillano modo por la Plaza de Molviedro; por una calle Bailén huérfana del balcón saetero de Manolo Centeno y diciéndole a Sevilla en cada tramo de su deambular: “Salgo a vuestro encuentro como cae la lluvia para aliviar la sequedad de los campos”. Y después el Cachorro cruzando el Puente (Sevilla tiene muchos puentes y un solo Puente: el que nos lleva a Triana) y la Soledad y…….la Ciudad palpitando en cada esquina exhausta de luz y gozo. Si Dios lo permite seguiremos tomándole las horas a esta Ciudad cuando se enfríen las lágrimas de cera por sus calles. No son ahora tiempos de textos sino de contextos urbanos y sentimentales. Disfrutad por vosotros y, por aquellos que ya no pueden hacerlo.

miércoles, 13 de abril de 2011

Tambores lejanos


Con sus estrenados 32 años de edad iba a ser su primera Semana Santa sevillana ausente de la Ciudad. Nacido y criado en la Puerta de Carmona, y más concretamente en la calle Úbeda, su exilio laboral por tierras alemanas iba a imposibilitar su necesaria ración sentimental de Domingo de Ramos. Desde su nacimiento y por tradición familiar siempre estuvo ligado a la Hermandad de San Roque. Allí fue bautizado y, tan solo unos días después, lo hicieron hermano. Aún le parecía vivir cuando, de la mano de su padre y vestido de monaguillo, se encaminaba a la puesta en escena del Domingo de Ramos en la Puerta Carmona. Iba repeinado y perfumado contento y orgulloso de acompañar a un nazareno que por más señas era su idolatrado y querido padre. Después ya su vinculación con la Hermandad fue total. Formó parte de la misma en todas sus variantes: monaguillo, acólito, nazareno y costalero. Nada cuanto acontecía en la misma le resultaba ajeno y era un claro y ejemplar exponente de tradición familiar. Abuelo, padre y nieto unidos por un lazo sentimental de fe y tradición. El mismo que confiere sentido y eternidad al laberinto sevillano de la vida y las cosas. No sin pocos sacrificios por parte de su familia y la suya propia terminó de manera brillante sus estudios de Arquitectura. Fue el número dos de su promoción y sus profesores le auguraban un más que brillante porvenir entre trazados y proyectos. Tenía el talento de los escogidos y la voluntad que nace del espíritu de los inconformistas. Lamentablemente, pronto se dio cuenta que para triunfar –o tan solo trabajar- por estas tierras hace falta algo muy distinto a la capacitación profesional y la voluntad de superarse cada día. No, aquí todo se reduce al “amiguismo” y al “clientelismo” de aquellos que son afectos y leales a una determinada ideología política. Él no tenía más legado que su brillante currículo universitario y una familia de clase media-baja ajena a politiqueos y componendas. Curiosamente y, con una generación de por medio, se repetía el exilio laboral de su familia a tierras alemanas. Su abuelo lo hizo amarrando su nostalgia en una maleta de cartón a través de interminables horas de tren, y él, en un corto periodo viajero por los aires portando una maleta de diseño que le prestó su hermana. Había comprobado que las posibilidades laborales sevillanas eran nulas y se planteó poner tierra de por medio. Desarrolló un curso intensivo de alemán y se marchó a trabajar a Berlín. Uno de sus antiguos profesores lo recomendó y apadrinó para uno de los Estudios de Arquitectura más importante de la capital alemana. Como no podía ser de otra forma su talento no pasó desapercibido y, en poco tiempo, escaló profesionalmente hacia cotas más altas. Venía por Sevilla con cierta frecuencia pues necesitaba alimentarse espiritualmente de su gente, su barrio, su Hermandad y su Ciudad. Esta Semana Santa lo iba a tener crudo para desembarcar por Sevilla. El Estudio estaba inmerso en un macroproyecto arquitectónico para la Ciudad de Sydney y le dedicaban numerosas horas al mismo. No le podían conceder un solo día de vacaciones a nadie. Ni tampoco podía haber excepciones de ningún tipo (así funcionan los alemanes y así les va de bien). Iba a ser de hecho su primera ausencia de soñados y esplendorosos Domingos de Ramos en San Roque. Así lo pensaba, preso de la melancolía y el conformismo, mientras veía en el fondo de pantalla de su ordenador una imagen compuesta del Señor de las Penas y su Virgen de Gracia y Esperanza. Abrió el cajón derecho de la mesa de su despacho y se encontró de bruces con una vieja estampa del Cristo de San Agustín (con siete siglos de devoción sevillana) que su abuela le regaló siendo todavía un niño. Cerró los ojos y soñó con la estrechez de Caballerizas y una Plaza de Pilatos a reventar. Suspiró y posó suavemente su mano derecha sobre la pantalla del ordenador. Melancolía teutóna al sevillano modo.

martes, 12 de abril de 2011

Balcones del alma



Los ojos de Sevilla, a que dudarlo, lo configuran las ventanas y los balcones de sus casas del Casco Antiguo de la Ciudad. En las viviendas de las barriadas periféricas lo que predomina y le da sentido a las mismas son las terrazas. Esto es otra cosa bien distinta. Ni peor ni mejor: distinto. Balcones y ventanas de casas señoriales disfrutados por sus habitantes desde dentro y, contemplados por el resto de los sevillanos desde fuera. Cada vez que destruyen una casa señorial para construir apartamentos es como ponerle un negro velo a los ojos de la Ciudad. Siempre me subyugaron desde niño los balcones y los grandes ventanales de las casas colindantes a mi modesto “Corral de Vecinos”. Entre ellos, por su cercanía, me fascinaban sobremanera los hermosos y distinguidos balcones de la “Casa de los Ybarra”. Allí veíamos asomarse a toda una saga –Jaime, Ramón, Antonio…- que crecían de forma bien distinta a nosotros pero, justo es reconocerlo, sin que nos sintiéramos menospreciados por la línea vertical de clases que separaba el balcón de la calle. Todo lo contrario. Éramos sus vecinos y así nos lo mostraron en infinidad de ocasiones. No me hice de izquierdas por ellos, me hice cuando un día de niño vi a mi madre llorando porque esa noche no podía darle de comer a sus hijos. Al paso de las cofradías me pierdo vagamente -antes de aparecer lo que de verdad nos convoca: las imágenes- contemplando la situación de los balcones. Algunos permanecen cerrados a cal y canto en casas que se presumen habitadas. Pienso que a sus habitantes les resultará ajeno cuanto pasa esos días por su puerta. Están en su legítimo derecho de poner “tierra de por medio”. Estarán en los chalet de la playa aliviados y distanciados del bullicio. Otros balcones permanecen inertes en oficinas cerradas y, con sus ordenadores apagados, hasta que pase este vendaval de luz y belleza. Descorrerán sus persianas cuando vuelvan a recuperar el pulso de los días laborables. Luego están los masificados con todo el “Libro de Familia” al completo más los agregados. ¡Que hermosura cuando alguien canta una saeta apiñado en un balcón repleto de gente! ¿Existe mayor ejercicio de vida semana-santera sevillana? Luego, aquellos balcones del alma, donde una persona levanta levemente el visillo, para sustraerse por unos momentos de lo que hoy son para recordar lo que un día fueron. Mujeres postradas por los años o la enfermedad que ayer fueron niñas saltarinas bailando alegres en la cuerda de la vida. Jóvenes adolescentes dejándose conducir entre la bulla por una mano enamorada. “Pasa la vida igual que pasa la corriente del río cuando busca el mar, y yo camino indiferente donde me quieran llevar”. Hoy son un núcleo sentimental de recuerdos y vivencias atados a un cuerpo envejecido. Los balcones, su balcón, es el ultimo refugio que les queda para sentirse participes de la Primavera sevillana. Dos balcones jalonan mi memoria sentimental. El de Manolo Centeno en la calle Bailén cuando Él aparecía por la esquina de Pedro del Toro camino de San Lorenzo y, el de Antonio Centeno en calle Parras, cuando Ella a plena luz del día hace que tiemblen de emoción los corazones al son de “Campanilleros”. Este año me han ofrecido unos amigos ver pasar a la Candelaria desde su balcón y aceptaré el ofrecimiento. Aparte de a Ellos (Hijo y Madre) quiere ver desde la altura a una nazarena que lleva mi sangre y mi ADN sentimental sevillano y, a un “bocinero” que, a no dudar, marcará un antes y un después de cómo debe llevarse una bocina en la Candelaria.

lunes, 11 de abril de 2011

Por sus obras los conoceréis


Pues eso, no solamente los conoceremos sino lo más importante que también los recordaremos. Ese monumento al despilfarro y al mal gusto urbanístico y/o artístico que sitúa en su justa dimensión la era monteserinesca tiene nombre y apellidos. Se llama algo así como: Metropol Parasol (vulgo “Las Setas de la Encarnación”). Un proyecto que ha superado con creces su presupuesto inicial (supera, y a la espera de saber su costo definitivo, los 100 millones de euros). La Hermandad de la Sagrada Mortaja en un gesto –tan desacostumbrado en la Ciudad- de sevillanía ha declinado pasar por debajo de tan “emblemático” edificio. Desde el Ayuntamiento han querido llevar la enorme polémica suscitado en la Ciudad, ante este “engendro” difícil de calificar, al terreno de la estética. Nos dicen: “Es comprensible que haya sevillanos que les guste y a otros que no”. Todo lo “enrean” con el innoble propósito de desviar el meollo de las cuestiones. Las preguntas concretas que habría que plantearse serían: 1) ¿Puede la Ciudad “con la que nos está cayendo” hacer un desembolso de esta magnitud? 2) ¿Es la Encarnación y su entorno el sitio idóneo para este carísimo ejercicio arquitectónico de falsa modernidad? 3) ¿A que obedece el que se haya disparado el costo real con lo presupuestado en su fase preliminar? 4) ¿Ha conseguido ya Paco Lobatón localizar al arquitecto alemán padre de la idea”. Saldrían algunas preguntas más pero para que insistir si todas se quedarán sin respuestas. Paso por ese lugar obligado por mi ruta cotidiana y sinceramente duele levantar la cabeza y ver este carísimo mamotreto carente de sentido. Son desoladores los comentarios que hacen los paseantes que tienen una doble sensación de cabreo e indefensión. ¿Ha hecho bien la Mortaja eludiendo su paso por esta zona herida a perpetuidad? Sin ningún genero de dudas y, ojala cundiera el ejemplo. Pero al final iremos –o mejor irán- en fila india para asomarse a la nada desde encima de la nada. Nuestro señor Alcalde tiene proyectado poner por allí una tribuna con sillas, para que algunos sevillanos vean pasar las numerosas cofradías que por allí buscan la Carrera Oficial. Cuando pase algún tiempo y la frágil memoria de esta sufrida y permisiva Ciudad haya engullido esta tropelía urbanística, nadie sabrá quien –o quienes- la perpetraron. Créanme que aquello al final se habrá levantado solo y a unos costos bajísimos. Cerca, muy cerca de allí, se está dejando morir a la Iglesia de Santa Catalina y al Convento de San Leandro. Pero, nos dirán, “que cojones, que la arreglen los curas que solo saben pedir”. Quiera Dios que esta pesadilla de gestión pase pronto y podamos abrir una nueva etapa donde estas cosas no puedan volver a pasar. Los ataques -a la hora de destruir o de construir- a esta Ciudad forman parte indisoluble de su Historia de siempre. Cada etapa ha intentado superar a la anterior en el capitulo de los despropósitos y a fe que casi siempre lo han conseguido. Parece ser que será usted señor Zoido nuestro nuevo Alcalde. Le haría un primer ruego de sevillano comprometido con la causa de defender y cuidar a la Ciudad: rotule bien grande y lejos de los vándalos quienes eran los que mandaban en el Ayuntamiento cuando se edificaron estas “Setas”, sin bosques ni princesas encantadas pero, eso si, con muchos gnomos. Es importante que se sepa en el futuro quienes nos gobernaron y como fuimos capaces de resistir impasibles tantas tropelías y barbaridades.

domingo, 10 de abril de 2011

¿La Ciudad no es para ti?


“Porque Sevilla, es señores para nuestra perdición, un paraíso en que son serpientes las mismas flores” - Eduardo Marquina – Los días abrileños avanzan a la velocidad vertiginosa de la luz. Con cada hoja que le sustraemos al tiempo y a la vida nos acercamos a una Semana que a casi nadie deja indiferente. Los sevillanos afrontan nuestra Semana Mayor desde tres posicionamientos o actitudes. Unos, tomando al asalto sentimental su hermosa lectura de tradición, fe y sentimientos. Otros, escapando por unos días de la algarabía y la bulla para buscar paz y tranquilidad por los mares de Dios y los campos de la Madre Naturaleza. Algunos viajando por algún confín de la Tierra buscando el placer de los viajeros románticos. El resto confinados en sus recintos. Bien por una legitima opción de indeferencia hasta estos siete días u, obligado por unas circunstancias personales que les imposibilitan ser participes de este, para algunos, magno acontecimiento. La pregunta que surge y, de imposible respuesta, es: ¿Quiénes son más sevillanos los que se van o los que se quedan? ¿A quienes pertenece realmente la Ciudad, a los participes semana-santeros o, a los que la sueñan en un atardecer sanluqueño? ¿Quién concede aquí los títulos de buenos o malos sevillanos? Reconozco sin complejos que he vivido las dos caras de esta moneda sevillana en distintas etapas de mi vida. Ignoré durante un periodo de mi juventud un “tinglado” que consideraba secuestrado por las ínfulas del “nacional-catolicismo”. Luego fui macerando mi espacio interior y, al día de hoy, no sabría vivir sin estar integrado de alguna forma –a la mía- en este entramado sentimental, pasional, tradicional y referente de la máxima expresión de religiosidad popular sevillana. ¿Cuándo era más sevillano? ¿Cuándo “me escapaba” estos día de la Ciudad? ¿Ahora que desde que los presiento se me enervan sentidos y emociones? Sinceramente, no sabría decirlo. No se trata tan solo de defender, querer y cuidar a esta Ciudad en momentos puntuales. ¿Pueden unos legítimos posicionamientos ideológicos aumentar o restar tu plus de sevillanía? Hace unos días dedicaba un sentido Toma de Horas a mi amigo y maestro don Manuel Márquez de Castro. No he conocido a un sevillano más implicado con la Ciudad que este buen hombre –al machadiano modo- y al que sin embargo le resultaba ajena la Semana Santa, la Feria e inclusive el mismísimo Corpus. Sin que esto, y dada su insaciable curiosidad por todo lo relacionado con Sevilla, fuera óbice para que tuviera amplísimos conocimientos de estas efemérides sevillanas. ¡Ya quisieran muchos “capillitas de salón” tener tan solo una parte de los profundo conocimientos del bueno de Manolo Márquez! Acudía a estas fiestas tan solo cuando así se lo reclamaban sus funciones de Ordenanza del Ayuntamiento sevillano. En caso contrario prefería esos bulliciosos días quedarse en su casa leyendo tranquilamente. Siempre me decía: “A Sevilla no hay que abordarla en multitud. Es Ella la que debe abordarnos a nosotros en solitario”. Toda esta sabiduría de siglos no hace más que darnos una hermosa lección de convivencia ciudadana. Posiblemente las ciudades en general tengan múltiples lecturas sentimentales. Hasta es posible que sean tantas como ciudadanos las habitan. Excluir a alguien o a algo en un contexto prefabricado de Ciudad idealizada es perverso y, manifiestamente reaccionario.

Vivimos tiempos donde, camuflados por una falsa tolerancia, cuestionamos permanentemente a aquellos que son ajenos a nuestra forma de sentir y/o pensar. Hogueras inquisitoriales, chisporreteando bajo las falsas ramas de una falsa democracia, buscando “clientes” para quemarlos de manera inmisericorde. Lamentablemente, Sevilla en ese terreno, puede darnos muchas lecciones históricas.

sábado, 9 de abril de 2011

El Tremendo disparate



Uno. La Cervecería “El Tremendo” está ubicada en el corazón de Santa Catalina. Frente a los antiguos Juzgados -hoy Hemeroteca Municipal- y, justo al lado de una Librería especializada en “Libros de Cine”. Cruz Campo, Juicio de Faltas y biografía de Jean Simmons bajo la sombra de una Iglesia que, para vergüenza de propios y extraños, la están dejando morir lentamente cada día. Muy cerca de allí, en una calle trasversal de Alhóndiga que lleva su nombre, vivió sus últimos años sevillanos el inigualable Maestro de la Guitarra Flamenca, Manuel Serrapí “Niño Ricardo”. Un poco más adelante estaba el Cine de Verano “Santa Catalina”. Allí tuvo su primera aparición cantaora de niño precoz “Naranjito de Triana”, lo hizo bajo el halo protector de Manuel Vallejo. En el entorno de Santa Catalina todo queda envuelto en las más nobles tradiciones. Las mismas que mojan las resecas gargantas en “El Tremendo” y, se remojan los pies ante los rigores veraniegos, en la Pila del Pato situada en la cercana Plaza de San Leandro. Pues bien, un día, un “reivindicativo” día, a una persona habitante cercana de la Cervecería, se le planteó –en uso de su legítimo derecho- que el murmullo socializante-gambrinescu que provenía de la esquina más cervecera de Sevilla alteraba su justo y necesario descanso. Denunció una situación que, curiosamente, había pasado desapercibida -después de ¡45 años! de actividad cervecera- para la mayoría de los vecinos de la zona. Se agarró a una reciente ordenanza municipal que prohibía tajantemente el beber en la vía pública. El Ayuntamiento –esta vez sí- fue diligente en atender la reclamación del vecino ante el menoscabo de su justo descanso y procedió en consecuencia. Tuvieron las propietarias –excelentes personas por cierto- de la Cervecería que replantearse los esquemas sociales de medio siglo de convivencia cervecera. Había que tomar la cerveza en el estrecho margen del interior y se pusieron tres veladores para que el personal hiciera lo que nunca había hecho: beber sentados. Dos. En la pasada “Fiesta de la Primavera” se reunieron miles de jóvenes convocados –como últimamente- por las redes sociales en el “Charco de la Pava”. Allí ocurrió la de siempre: borrachera colectiva; comas etílicos; peleas y la triste muerte por medio de un navajazo de un muchacho de 24 años, natural de la Puebla de Cazalla, la tierra de los Moreno Galván, “La Niña de la Puebla” y José Menese. Allí –lógicamente- no se aplicó la normativa que prohíbe beber en la vía pública. Cuando Internet se ha convertido en una ventana abierta al mundo sale nuestro Alcalde, (que ya tiene la misma caducidad que los dos yogures de macedonia que habitan en mi frigorífico, y que sueñan encuentros eróticos con la cucharilla de café) que es imposible detectar y prevenir a tiempo esta clase de convocatorias (¿). Para que engañarnos si en definitiva se trata de: “la Política del Avestruz”. La situación de pasotismo que atraviesa un sector de nuestra juventud, y las consecuencias que los excesos les acarrearán en un futuro no muy lejano, son claramente denunciadas por médicos y sociólogos. No importa. Son jóvenes y debemos ser permisivos y no caer en el discurso de la “Derechona” que de continuo los criminaliza. Estoy convencido que un segmento de nuestra actual juventud es de las más preparada de toda nuestra Historia y, lamentablemente, derrochan su talento fuera de nuestras fronteras. Otro sector quiere trabajo y si lo encuentra son empleados mediante “Contratos-basura” y sometidos a una feroz explotación con el beneplácito, eso sí, de los Sindicatos. Luego tenemos a los que son conocidos como los de la Generación “Nini” (ni estudian ni trabajan). Sin ánimos de moralizar, uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿Qué hemos hecho para merecernos unos políticos tan ajenos a los problemas reales de la gente? ¿Cuántas muertes jóvenes más harán falta para que esta “plebe” no siga mirando para otro lado? Lo dicho: la solución estaba en abrirle expediente a “El Tremendo”. Como diría “Donmanué”: a “las criaturitas” es mejor dejarlas tranquila y a su aire.

viernes, 8 de abril de 2011

La frialdad de los bancos vacios




No me refiero a esos bancos corazones inmisericordes de los cuerpos de las finanzas. Allí donde se acumula el dinero y se presta o se niega según convenga a sus intereses y, siempre matizado por situaciones políticas y/o sociales. No, los bancos a que hago referencia son de madera y están ubicados en el interior de nuestros templos sevillanos de la cristiandad. Se quejan nuestras jerarquías eclesiásticas, desde la misma Roma imperial, que estamos padeciendo una catastrófica crisis de fe. La gente se ha olvidado de Dios por creer que Dios se ha olvidado de ellos. Dicen no necesitarlo y pueden, perfectamente, vivir sin El. La Sociedad en su conjunto tiene más presente al Becerro de Oro que al Dios de los judíos. Entrar en alguna iglesia sevillana, donde no haya radicada ninguna Hermandad de Penitencia o Gloria, resulta verdaderamente patético y desolador. Un par de personas mayores cumplimentando el pasaporte para los cielos y poco más. Nadie, absolutamente nadie, que busque tan solo, en una sociedad compulsiva y estresante, un poco de sosiego y de paz espiritual. En las iglesias se entra para buscar a Dios y, lo más importante, para buscarse a uno mismo. ¿Qué responsabilidad tienen sobre este desolador panorama nuestras autoridades eclesiásticas? Sinceramente creo que bastante, aunque no sería justo descargar íntegramente sobre sus espaldas la cruz del pasotismo y la ignorancia. Hoy día funcionan unos resortes ideológicos perfectamente programados para, desde una falsa progresía, airear a bombo y platillo las miserias de algunos “herederos” de Cristo. La canallesca e infame pederastia ha eclosionado el mundo de las conciencias, y al Papa Benedicto –en un gesto que le honra y engrandece- no le han dolido prendas –hábitos- en reconocer la magnitud de tamaña mezquindad ejercida contra los más débiles. De poco ha servido demostrar que la gran mayoría de sacerdotes ejercen una noble y sacrificada labor en defensa de los desprotegidos (fundamentalmente los niños del Tercer Mundo). Han sido de todas formas muchos, muchísimo, los casos de pederastia (con el arropamiento y ocultación de algunos jerarcas de la Iglesia) como para no darle al tema la importancia que requiere. Pero generalizar este espinoso y mezquino tema forma parte de una campaña programada de difamación contra la Iglesia en su conjunto. Que un misionero se juegue diariamente la vida en África para atender las necesidades más primarias de los niños (abandonados a su triste destino), nunca será noticia para algunos. En Sevilla la fuerte implantación social (interesante para los políticos. Sobre todo en elecciones) de Hermandades y Cofradías ha condicionado que los ataques a la Iglesia estén situados en el contexto de lo “políticamente correcto”. De un tiempo a esta parte se ha impuesto en la Sociedad española el concepto de “creyente no militante” (¿). La Iglesia (oficial) se resiste a abrir puertas y ventanas a la verdadera democracia y permanece encastillada en conceptos que, algunas veces, se nos representan arcaicos. La religiosidad popular al sevillano modo ha tenido numerosos “choques” históricos con la “oficialidad” de Palacio. No se trata de desnaturalizar nada, sino más bien de entrar en el meollo de los problemas sociales y políticos que nos afectan y, donde ninguna institución (civil o religiosa) se tenga que sustraer de opinar e intervenir. Cuando nuestros nietos conozcan el final de esta Crisis, habría que recordarle a muchos sevillanos que fue prioritariamente Caritas quien encabezó la lucha contra las necesidades más primarias de la gente. Pero de esa “parte de la Iglesia” parece que no interesa hablar en demasía. Llenar los bancos vacíos de las iglesias sevillanas no va resultar fácil. Corren tiempos donde mandan los falsos pragmáticos. La televisión es el “Gran hermano” que condiciona y programa el grado de ordinariez y pasotismo que padecemos. ¿Reflexión, meditación, sosiego, paz espiritual, búsqueda de Dios a través del rezo? ¡Vamos hombre! Estamos enzarzados en cosas más fundamentales: como saber si es verdad que Jesulín (de Ubrique) llevaba dos meses sin ver a su hija Andreita. ¡Que país!

miércoles, 6 de abril de 2011

José Manuel Holgado Brenes


Contextualizar la Historia de Sevilla más reciente sin la valiosa e imprescindible aportación de sus grandes fotógrafos sería misión imposible. La fotografía aporta a la Historia lo que el ADN al campo de la investigación médico-científica. Situaciones, acontecimientos, edificios, entramados urbanos, personajes…. quedan situados en su justo contexto lejos ya de dudosos grabados y explicaciones literarias pormenorizadas. Los antiguos retratistas como notarios gráficos reteniendo para la eternidad los fugaces momentos de la vida y las gentes. Sevilla, como en tantas otras cosas, fue pionera y maestra del Arte de la Fotografía. Los distintos avatares (no pocos con olor a tragedia) y sus personajes más emblemáticos ya forman parte indisoluble de la memoria cultural-sentimental de la Ciudad. A mi entender y, de manera prioritaria, dos fotógrafos pululan todavía por esta Sevilla -actualmente carente de pulso y desmoralizada- de la vieja Escuela. Me refiero a los egregios fotógrafos sevillanos, Jesús Martín Cartaya y José Manuel Holgado Brenes. Recuerdo con gran afecto y nostalgia una colaboración que José Manuel y quien estos folios perpetra tuvimos con el impagable Ángel Vela Nieto en una televisión local. El programa se llamaba “De calle” y, en el mismo, recorríamos minuciosamente cada calle de la Ciudad para desentrañar, amorosa y rigurosamente, sus casas, sus personajes y sus peculiaridades vivénciales. Pocas veces he aprendido más en mi vida que junto a estos dos sabios de la Ciudad. Ángel Vela era guionista, productor, coordinador, presentador y si se terciaba ayudaba a Sergio (¿o era Iván?) “el cámara” a portar sus artilugios. Un ejemplo de gran talento y un ejemplo de programa local que, por si solo, justificaría la existencia de estas televisiones. Desgraciadamente hoy el “personal” enfila sus inquietudes hacia cosas más banales y pasa olímpicamente de saber de donde vienen, y en que pilares sentimentales y culturales se sostiene la Ciudad. Cuando entran en “El Corte Inglés” del Duque ignoran que allí estaba ubicado el Palacio de Sánchez- Dalp (la joya de la corona arquitectónica sevillana). Aquí lo importante son las rebajas y que le vayan dando a la Historia de la Ciudad. Volviendo a José Manuel Holgado Brenes, podemos decir que se encuadra emocionalmente dentro de los grandes fotógrafos sevillanos del segundo tercio del siglo XX. Siempre tuvo como maestro más reconocido a don Miguel Ángel Yáñez Polo que, a la postre, se nos configura como el más importante de esta excelsa generación. Fotógrafos con una gran sutileza para presagiar momentos de flashes eternos, y donde su sentido del olfato de la instantánea pocas veces les solía fallar. Ojo de águila, pulso de acero y sensibilidad de poeta. Lo demás aparece después del revelado: la vida en toda su grandeza y miseria. Cuando Holgado retrata a un indigente no recoge un instante de una persona pidiendo. Nos muestra la pobreza y la marginación y, consigue sacudirnos las paredes del alma. José Manuel Holgado Brenes es exquisito en sus modales. Sevillano filosófico con un porte mitad aristócrata y mitad bohemio. Amigo de sus amigos y fotógrafo, uno de los grandes fotógrafos que ha dado esta Ciudad. ¡Larga vida Maestro! Nota: En la actualidad pueden seguir algunos de sus excelentes trabajos en el recomendable blog trianero “Tri@na en la Red”, como igualmente en “El Patio de Internet”. Entren en estos blogs y no lo lamentarán.

lunes, 4 de abril de 2011

Pilar González



Pilar González es la candidata a las elecciones municipales sevillanas por el Partido Andalucista (PA). Sinceramente me conmueve la titánica lucha que esta mujer está llevando a cabo para tener voz y voto en la bancada municipal. No la conozco personalmente y mis únicas referencias son a través de terceras personas, y por las poquísimas entrevistas que le conceden los medios informativos. Es una especie de Robinson (¿o hay que decir Robinsona?) Crusoe enfundada en la bandera blanca y verde y, caminando en solitario por el desierto almeriense. No tiene ni agua para su larga travesía política. Su Partido, el PA, se hizo solo el harakiri político y social, quedando arrumbado –me temo que a perpetuidad- en el baúl de lo sueños malogrados. Defendían un nacionalismo específicamente andaluz aquí donde precisamente toma cuerpo y forma la quintaesencia de lo secularmente español. Después, las tremebundas luchas internas y su afán de participar –aunque fuera con un trozo pequeño- de la tarta del Poder hicieron el resto. Tiene muy buena planta de político (¿o debo escribir política?) esta mujer con un más que interesante discurso, y una valentía que a mí personalmente me llena de ternura. Esta sola, sin Partido y sin cobertura mediática que posibilite que la conozcan los sevillanos/as. Creo rotundamente que personas con esta fuerza moral y política serían imprescindibles en este pesebre en que han convertido algunos la Casa Grande. Personas como ella representan para mí la única posibilidad de pintar mi voto en blanco con los ninguneados colores de Andalucía. Sinceramente uno ya no sabe que hacer en este maleado y perverso mundillo de la política española, andaluza y sevillana. ¿Tengo garantías de que caso de salir elegida no le “preste” su escaño a algún Partido que lo necesite? Posiblemente tener cargos electos en el Ayuntamiento de la Ciudad a políticos como Zoido, Espadas o Pilar sean el mejor antídoto para que los aires de los sectarios se vayan por las ventanas abiertas. Esta Ciudad no tiene de Cuba más que una Plaza que esta cruzando uno de los puentes del Guadalquivir. Sevilla necesita por la vía de urgencia cordura, rigor, honradez y transparencia en la gestión de los fondos de la gente. No están adelantando por la izquierda y por la derecha ciudades que en teoría están diseñadas para vernos continuamente la matricula. Afortunadamente estos años de pesadilla municipal ya tienen muy próxima su fecha de caducidad. Pilar González debería ocupar un sitio donde hoy se sientas tantos impresentables. Que cada uno actúe en consecuencia y de acuerdo con sus sentires y cabreos. Ya somos mayorcitos y, se supone, que con experiencia democrática. Pilar González está cantándole a Sevilla una copla que suena a verdad y a cariño. Ella le ha puesto soniquete y, otra Pilar (la hija de Salvador el autor teatral del Cerro) le ha puesto la poesía. Escucharla completa es lo menos que podemos hacer por ellas y, por extensión, por nosotros. Luego, si nos resulta atractiva la letra y la música no estaría de más que al menos nos haga reflexionar. Pilar, la abnegada y dulce Pilar, es un remedo abrileño de La Soledad de San Lorenzo: Sola, sin contexto inicial de primavera y sin un palio que le reserve al menos de la lluvia. Suerte Pilar y que Dios reparta suerte. Te prometo que al menos me lo pensaré. Entre estas dos Pilares está la remota posibilidad de levantar el pilar del andalucismo sevillano.

domingo, 3 de abril de 2011

Abril



Decir Abril en Sevilla es decir Esperanza por Resolana y Parras o, por Pureza y Altozano. Es decir Pasión por Francos y Señor por Molviedro. Es decir Candelaria por Alfalfa y Jardines de Murillo. Refugio por Puente de San Bernardo y Santa María la Blanca. Cachorro por Castilla y “el Puente” (el mismo que nos lleva –y nos trae- allí donde los sentimientos duermen el hermoso sueño de lo secularmente sevillano). Decir Abril es convocar cera, trabajadera, lágrimas de cristal iluminadas por la luna, clavel, pregón, saeta, marcha, nardo y gladiolo. Es decir lujuria, manzanilla, balcón, estreno, volante, cante, encuentros y roneo de roces y miradas lascivas: “De las dos que están bailando / la que lleva el delantá / es la novia de mi hermano / pronto será mi cuñá”. Decir Abril es llamar a los sentidos envueltos en la dulce caricia de las más nobles tradiciones. Es soñar con las faenas de Curro y Pepe Luís. Con sillas del revés donde se sienta el Pali y corteja cantando a su mocita enamorada. Decir Abril es decir jaca, albero, puro habano, mantilla, llanto de gozo contenido, lance, caseta, palco y mirada. Es decir papeleta, domingo ilusionante soñado por niños intemporales y, llamadas al cielo a golpes de llamadores de plata. Decir Abril es decir faja y costal, albero, papeleta, portada y salida de varales al aire en gozosas tardes teñidas de azul-celestón. Es decir túnica planchada colgada en el centro neurálgico del hogar o, traje de faralaes, para que el “animal” más hermoso de la creación alcance su plenitud de belleza. Decir Abril es decir bulla, soniquete, cruz, farolillo, manto, banda y aguaor: “Que pena tiene que ser / sentir el agua en los labios / y no poderla beber”. Es decir tradición, romance, cirio, copla, esquina, taberna, acolito, capataz y tendío. Decir Abril es decir luz, vida, muerte (con final feliz), pañoleta y mantoncillo. Es decir tiempo sin horas ni minutos. Guitarra liberada del yugo de la funda. Sentidos colgados al sol purificador de la vida en sus cosas sustanciales, y abuelas con roetes y delantales blancos como la nieve. Decir Abril es convocar a los ausentes al toque de arrebato de la Primavera. Es decir que todo nace y se renueva bajo el embriagador aroma del azahar. Decir Abril es decir ripio y poesía. Verdad y mentira de la existencia. Figurones y sentimentales unidos por el compás de la inmediatez. Soles cegadores y placidas noches cubiertas por el manto destellante de los astros del firmamento. Es decir que al final era verdad que todo tenía sentido y enmarcado en una justa proporción: “Luna que brillas de noche en los mares oscuros / Luna, ¿tú no estás cansada de girar al mismo mundo? / Luna tu no te vayas / porque dicen que a veces te viene el alba”. Decir Abril es recuperar el primer beso juvenil arropado por el duende de la Plaza de Doña Elvira. La primera vez de casi todo. La añoranza de lo que pudo haber sido y no fue: ¡Aguda espina dorada / quien te pudiera sentir/ en el corazón clavada! Es decir llave que abre el paraíso. Portazo a la desesperanza. Mano tendida apoyada en el frescor de la cal de las paredes. Trajes de estética imposible cubriendo barriguitas cerveceras. Farolas destellando en callejas solitarias al soplo de los espíritus de la noche sevillana. Revirás y chicotás de largas dedicatorias sentimentales. Simulacro de bailes varoniles en casetas donde conviven la sinceridad y la “ojana”: “Que esa gitana / esa gitana / se conquista bailando por sevillana”. Para que seguir aquí sentado tecleando este hermoso invento cuando la calle te reclama al conjuro de la vida. Si, en definitiva, decir Abril es decir: ¡Sevilla!