lunes, 12 de septiembre de 2011

Tiempo de recortes




Amigos íntimos dedicados al campo de la producción cultural -en cuanto a eventos y espectáculos se refiere- me confirman, lamentablemente, que la Administración ha recortado drásticamente los presupuestos en este apartado (al parecer algo que consideran fácilmente prescindible). Mi propia actividad como colaborador del Área de Flamenco en una Compañía Discográfica me lo confirma de manera fehaciente. Ayuntamientos y Junta han llegado a la lamentable conclusión de que puestos a recortar es en la Cultura donde más se debe mostrar generosa la tijera. La Cultura parece ser algo baladí e insustancial y poco importa que se prescinda de lo que, al parecer, la gente no necesita ni demanda. Craso error que terminaremos pagando muy caro. Al final, no nos quedará más sensibilidad que aquella que proporciona el plástico de las tarjetas. El pasado verano ha sido funesto y, las actividades culturales programadas por los distintos Ayuntamientos, han pasado de la consideración de escasas a la de nulas. El Mundo de la Cultura agrupa a muchísimas personas que, desde la vertiente artística o en sus distintas facetas laborales, colaboran para que nuestro espíritu reciba el alimento que complemente al que recibe nuestro aparato digestivo. Quede claro, que no entramos en el espinoso tema de las subvenciones, sino en la necesidad de popularizar los eventos culturales para que tengan acceso a los mismos todo tipo de personas. Esta tierra nuestra nunca se sintió cómoda en el término medio de las cosas. Somos un compendio de máximos y mínimos. En épocas de bonanza económica no había reparos en pagarle un fortunón a algún artista de relumbrón por cerrar una Campaña Electoral. Hoy, en un periodo de “vacas flacas”, orillan a la Cultura como algo fácilmente prescindible. No hay dinero para el montaje de espectáculos y la configuración de eventos culturales. Se comete una doble perversión: abandonar a su –triste- suerte a los trabajadores de la Cultura (artistas incluidos) y, se les sustrae a la gente su necesario pan espiritual. Festivales de Flamenco, recitales de Jazz, ciclos de música clásica, Teatro al aire libre y Cines de Verano, saboreados hasta ayer en noches estrelladas y con el soniquete de fondo del canto de los grillos y, hoy en vías de desaparición. No hay dinero para lo accesorio –nos dicen- y el poquito que queda lo emplearán en cosas más importantes y sustanciales. Han conseguido que los músicos guarden sus instrumentos –junto con nuestras almas- en sus fundas a la espera de tiempos mejores. Cantaores, bailaores y tocaores de Flamenco reciclados históricamente a tristes épocas de juerga, cuarto, borrachera y miseria. No hay dinero para la “Cultura del Entretenimiento” mientras ellos se “entretienen” en lo que usted y yo sabemos. No saben racionalizar los recursos de que disponen a través de nuestros impuestos, y solo saben manejar dos conceptos en materia redistributiva: dar mucho (a los suyos) o no dar nada (a todos los demás). ¿Pero en verdad notamos en nuestras vidas la ausencia de la Cultura? Parece ser que no y ya se encarga “Mamá Televisión” de proporcionarnos nuestra diaria ración de embrutecimiento. Aquí –llamemos a las cosas por su nombre- lo que interesa son “ceporros integrales” movidos como marionetas por las cuerdas del Poder. “Belenes Esteban” como referentes de nuestros anhelos e inquietudes. No quieren que además de soñar con la Luna pretendamos un día bajarla entre todos para verla de cerca. Si nos quitan las salidas nocturnas del Verano seremos como pollos enjaulados en recintos acondicionados en manos de la “Caja tonta (lista)”.


Escuchar cantar por Soleá a las dos de la mañana en Mairena del Alcor; ver “El Guateque” en un Cine de Verano de Tomares con el ruido de fondo de doscientos comiendo pipas; escuchar a la “Bejazz” dando un recital de Jazz-Flamenco en las Cabezas de San Juan; ver representada una obra de las Hermanos Álvarez Quintero en la trianera Plazuela de Santa Ana o escuchar una Orquesta de Cámara en la desembocadura del Guadalquivir (allí donde el día huele a manzanilla y la noche a mágica guitarra y a brea marinera).

Todo esto se nos está hurtando por una cohorte de impresentables que se creen que la Cultura es como el paraguas, algo solo necesario para cuando llueve. Un juguetillo de divertimento para tener entretenido al “personal”. Cada día hay más músicos callejeros y más políticos “apoltronados”. Rebelarnos contra este estado de cosas es ya algo acuciante para rescatar nuestras manipuladas vidas. ¡Dios te salve Música y Cultura, los que se mueren por vosotras os saludan!

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