domingo, 27 de marzo de 2011

Hija amantísima



“A Sevilla la representa todo aquel que en su oficio o profesión logra captar e infundir el espíritu de la Ciudad”
- Joaquín Romero Murube –

Juana de Aizpuru es un símbolo inequívoco de cuanto representa de verdad y positivo el vanguardismo cultural sevillano. Su impagable trabajo de galerista y el noble y pertinaz afán de mostrarnos generosamente las obras de la nueva vanguardia pictórica española son encomiables. La biografía de esta vallisoletana que ha vivido los últimos años entre Sevilla y Madrid es apasionante. Crea su Galería de Arte en Sevilla (1970) y la mantiene hasta el 2005. En el 2004 organiza en Sevilla la Bienal de Arte Contemporáneo (BIACS) estando seriamente comprometida, por razones obvias, su continuidad en la actualidad. Fue Directora de ARCO (Feria Internacional de Arte Contemporáneo–Madrid) desde 1982 hasta 1986. Insisto, una biografía apasionante al servicio de la Cultura con mayúscula. El pasado 28 de Febrero (Día del PSOE-A) recibió el merecidísimo nombramiento de Hija Predilecta de Andalucía. En las declaraciones posteriores de tan señalado día dijo una frase, refiriéndose a Sevilla, que llamó poderosamente mi atención. Venía a decir que su relación con la Ciudad había sido parecida al de una buena madre. Trató a Sevilla como a una querida hija y, a la que en virtud de ese cariño maternal, la había tenido que reñir en algunas ocasiones por su inadecuado comportamiento. Me abría un nuevo frente sentimental en mi consideración sentimental de la Ciudad. Sevilla siempre se me representó con forma de mujer. Unas veces madre, otras novia, algunas hermana e inclusive en contadas ocasiones amante despechada. Pero ¿hija? Eso nunca se me había ocurrido y posiblemente sea una lectura imposible para los nacidos a la sombra de la Giralda. No es casualidad que Sevilla sea considerada la Tierra de María Santísima y que tenga nombre propio según su demarcación sentimental. Se llama Esperanza en el arrabal trianero; Angustias por los aledaños de la Puerta del Osario; Candelaria por los antiguos confines de la Judería sevillana; Refugio en el Barrio de los Toreros; Trinidad allí donde palpita el corazón de la Ronda; Amargura por San Juan de la Palma; Soledad donde habita Aquel que nunca nos dejará solo y, Macarena por toda Sevilla. Por eso cuando doña Juana de Aizpuru dice tratarla como una hija me conmuevo y me sorprendo gratamente. Esto solo es posible para alguien que viniendo de fuera se hace más sevillano que los aquí nacidos. ¿Cuántas incomprensiones no habrá padecido esta excelsa mujer por medio de las “fuerzas vivas” de la Ciudad? Ella todo lo disculpa pues sabe que a su Hija –la Ciudad- la tienen crónicamente mal aconsejada y manipulada. Sevilla no es clásica ni vanguardista, es la mezcla armoniosa de ambos conceptos unidos al halo de la eternidad. Aquí nacieron Paco Cortijo, Claudio Guerín, Jesús de la Rosa y Silvio como claros exponentes del mejor vanguardismo español. No es lo mismo ser una Ciudad barroca que serlo del barro frágil donde se asienta el inmovilismo. Los políticos siempre andan con la cantinela de armonizar tradición con modernidad (¿) ¿En que se antagonizan ambos conceptos? ¿Quién considera antagónico a Luís Cernuda –que murió con un libro de los Hermanos Quintero entre las manos- con Rafael de León? ¿Quién puede impedirte gozar con doña Pastora Pavón y con Miss Nina Simone? ¿En que cruce de caminos chocan la Salida del Silencio con la excelente consideración hospitalaria en Europa de la Unidad de Quemados del Virgen del Rocío?
Por eso tiene muchísima razón doña Juana de Aizpuru cuando considera a Sevilla como a una hija. Mal aconsejada, distraída por los cantos de sirenas, pero enormemente querida y valorada en toda su grandeza. Una hija única que atrapa y enamora cuando se la conoce, se la respeta y se le ama.

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