miércoles, 20 de octubre de 2010

La magia del ritual




“Cuando llega el Domingo de Ramos y me pongo mi capirote, la cara tapada me devuelve al anonimato, a mi verdad, a mi pueblo, a mi gente”
- Antonio Banderas –


Los que suspiramos y soñamos con el Jueves Santo sevillano, arropados entre las paredes del Templo del Salvador, sabemos que cuando Octubre empieza a tiritar en los siempre acogedores días otoñales, en el reloj de nuestros sentimientos pasionales ha comenzado el cada vez más rápido tic-tac de los compases del tiempo. El mismo que amorosamente nos precipitará en las puertas de la gloria. Ya, en el “membrilloso” y realista mes de septiembre, recibimos el primer aldabonazo sentimental. Fue, cuando recibimos el Boletín de “Pasión”, y se nos anunciaba el Triduo a Nuestra Señora de la Merced. Con Ella, y su besamanos, empezaba de nuevo una soñada hoja de ruta plena de sevillanía. La misma que cada año desemboca en uno de esos días que relucen más que el sol. Quedará todavía un mundo para poder enfundarnos nuestra túnica de ruán, pero ya tendremos muy lejano aquel momento cuando nos despedimos de Él, frente a su canasto de plata, y le dijimos emocionados: “hasta el año que viene si Tú quieres”. Quedaba todo un año por delante y las horas, días, semanas y meses por llegar nos cubrían, con la triste melancolía de los momentos vividos, la hilera de nazarenos por la calle Francos. Hoy ya podemos decir que nuestra memoria sentimental toma cuerpo y forma dentro del mágico circulo de la Ciudad. Quedarán por vivirse –sin prisas como las buenas faenas toreras- los hogareños días del otoño, con sus lecturas sosegadas, charlas distendidas, paseos donde crujen a nuestros pies las hojas secas en San Lorenzo y sabiendo, ya sin solución de continuidad, que después de la tempestad, el crudo invierno, vendrá la calma, ¡la primavera! Pero, despacito, todo muy despacito, como el cante por Soleá, el toreo de capa y el saboreo del dulce néctar de la manzanilla sanluqueña. Escuchemos al capataz que anida en nuestro interior. Es voz de sabio cuando nos dice: “no corré, despacio y sobre los pies”; “la izquierda alante y la derecha atrá” o al revés, para que nadie se enfade. No pretendamos vivir el martes cuando aun el lunes no ha terminado, terminaremos por estropear ambos día. No hagamos verdad aquello de: “la vida es algo que pasa por nuestro lado sin que nos demos cuenta, mientras estamos absorbidos en planificarla”. Todo llegará, como siempre, a su justo tiempo y en su justa medida. “Pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores”… que diría el Poeta de Orihuela, mientras tu corazón empieza a palpitar al compás de las hojas del calendario sentimental. Pronto ya serás asistente a una novena. Miembro de una cola en la Casa Hermandad en busca de tu papeleta. Inquieto buscador en mañana de Jueves Santo frente a un listado cosido a chinchetas en un tablero. Nazareno -¡al fin!- de ruán cruzando San Esteban en busca de tu mágico momento existencial sevillano y, después alguien dirá entre rumor de fuente cantarina: “poneos los antifaces”. Caminarás orgulloso en tu tramo portando la cruz más solidaria. El cada vez más cercano murmullo de la calle te hará comprender que orto y ocaso caminan ya cogidos de la mano. Cuando tu sandalia derecha pise la madera de la rampa ya sabrás –un año más- que la gloria existe en Sevilla: se llama Jueves Santo y su camino discurre detrás del Señor de la Pasión.

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