domingo, 31 de octubre de 2010

Marcelino Pan y Lucha

“No se ha sabido nunca si la vida es lo que se vive o lo que se muere”.
- Augusto Roa Bastos –

Se murió, se nos murió Marcelino Camacho. Tenía 92 años de edad y dejó esta tierra que regó con el sudor y la sangre de los verdaderos dirigentes obreros. Fueron catorce, catorce años, los que estuvo encarcelado por reclamar resquicios de libertad en los asfixiantes vericuetos sociales y políticos de la Dictadura Franquista. Su imagen de obrero comprometido con la verdad de la vida y las cosas se fraguó con unos modestos jerséis de cuello alto, los mismos que amorosamente les tejía su mujer Josefina, para combatir los duros rigores invernales de la Cárcel de Carabanchel. Siempre recordaré su figura chapada y su cara bondadosa donde resaltaba una brillante barbilla. Creó sus CC.OO. en el Círculo Manuel Mateos madrileño (local falangista ya con una cierta inclinación izquierdista). Siempre propició la necesaria reconciliación entre todos los españoles y, promoviendo una acción sindical tendente a la defensa y mejora de la vida de los trabajadores. Marcelino Pan y Lucha, no necesitaba disfrazarse de la impostura de la que hoy hacen gala algunos comunistas. Él era tan verdad como el aire de la sierra madrileña, y sus inclinaciones políticas y sindicales dimanaban de la rotunda crudeza de la vida de la clase obrera. Sus mítines eran interminables, y estaban preñados de la autenticidad de los que presumen de honrados, pudiendo además demostrarlo con su castigada y sacrificada existencia. Se fue posiblemente aburrido y decepcionado con los que le sucedieron al frente del Sindicato. Ignoro como habrán transcurridos sus últimos años entre lecturas (siempre fue un voraz lector y nada le resultaba ajeno a sus inquietudes) y sus partidas de dominó. Su impagable Josefina se nos presenta como modelo de fiel compañera, combativa, dulce y solidaria. Difícil, muy difícil, resulta imaginar sus vidas por separado. Ella tan lejana en su humildad de los tiendas Loewe, restaurantes de postín y tarjetas Visa Oro que hoy se enmarañan en un sector de la cúpula izquierdista. Con dirigentes como Marcelino Pan y Lucha se nos va un trozo de la historia más noble de la izquierda sindical y política española.

Coincide estos días junto a los titulares de su triste perdida, con una foto de un dirigente “comunista” sevillano a punto de padecer un coma por exceso de acido úrico. Copazo de cerveza en mano sonríe feliz ante un “pabellón” de la Costa del Marisco portuense, junto a un antiguo mandamás de Mercasevilla inmerso en laberintos judiciales. Todo, según este ínclito “comunista”, mentira y pura demagogia procedente de una campaña orquestada por la derechona y, con parada y fonda en el Periódico de la grapa.


Con la muerte de Marcelino y, por criterios comparativos, quedan al descubierto actitudes y comportamientos de dirigentes izquierdistas y sindicales, más preocupados de mantenerse en la poltrona que de priorizar los intereses de los trabajadores. Marcelino –y Nicolás entre los que eran los míos de entonces- no estaban labrando un avispero de funcionarios gubernamentales. Muy al contrario, querían un Sindicalismo de Clase ajenos al incienso del poder y, enmarcado en una España tolerante, justa, solidaria, libre y democrática.

La benevolencia con que Gobierno, Oposición y Prensa en general han tratado a los Sindicatos en su fracasada Huelga General es sintomática. Interesa hoy -parece ser que a todo el mundo- un sindicalismo domesticado, subvencionado y dispuesto a ser los campaneros de los templos del poder. Marcelino nunca le tocó la campana a nadie, tan solo lo hacía para llamar en toque de arrebato a la conciencia de la clase trabajadora. Descansa, descansa en paz Marcelino Pan y Lucha.

En los flecos de tus jerséis de cuello alto quedaron prendidos jirones de lo mejorcito de la Historia de esta tierra llamada España.

viernes, 29 de octubre de 2010

El Otoño madrileño del Patriarca


“Hacer de la vida religión y religión de la vida” -Giner de los Ríos-

Desde que te marchaste –o mejor te marcharon- has venido solo y de manera puntual en contadas ocasiones. Llegas, saludas afectuosamente a quienes te reclaman, participas en el acto para el que has sido requerido y te marchas veloz a tu morada en la Villa y Corte. Pareciera como si no quisieras encontrarte con Ella –la Ciudad- cara a cara. La evitas en la parte más innoble que tiene: sus sombras. Sus luces ya de manera inevitable siempre estarán contigo allí donde quiera que te encuentres. Formas parte indisoluble de su Historia más hermosa e imperecedera. Te envidio y admiro noble franciscano de Medina de Ríoseco. Has quedado configurado a sangre, amor y fuego dentro del exquisito grupo de los Sevillanos Ilustres. Nacer bajo la sombra de la Giralda es hermoso pero circunstancial. Elegir unir nuestro destino al suyo ya es harina de otro costal. Eso no es cuestión de nacencia sino de querencia. De las tres condiciones que son necesarias para ser un personaje histórico en Sevilla ya has cubierto dos: desarrollar una ingente y meritoria labor en la Ciudad y haber sido ninguneado y vilipendiado en vida. La tercera, que espero tarde mucho tiempo en cumplirse, es morirte. Cuando esto ocurra –que quiera San Francisco de Asís que todavía le quede un tramo largo- ya todos serán comentarios unánimes a favor de tu bondadosa y solidaria labor por tierras sevillanas. Nadie recordará las prisas de la jerarquía eclesiástica por “mandarte para los madriles”. Las soterradas y viles criticas por ser “amigo” de destacados socialistas (¿que culpa tendrías tú que en tu largo apostolado sevillano solo gobernaran los del puño y la rosa?). He leído en las sectarias plumas de algunos exquisitos de la Ciudad que el nuevo Arzobispo va a todos los actos en taxi, mientras que tú ibas con coche propio y chofer. ¿Qué te parece? Como para no salir “najando” después de tus cortas y contadas visitas. Ninguna Ciudad como Sevilla merecería tener una calle llamada “de la ojana” y, otra “de la puñalá trapera”. Pero tú, poco a poco, pero de manera perseverante, llegaste a entendernos a la perfección. Arribaste entre nosotros joven, muy joven, con tu porte de espigado seminarista para tomar el relevo de don José María Bueno Monreal. Viviste y participaste en la consolidación democrática de España y la Ciudad, desde tu morada enclavada en la Plaza de la Virgen de los Reyes. Te dejaste arrullar por los amaneceres aljarafeños, y conseguiste que al morir de cada día supieras algo más de nosotros y nuestras circunstancias. Nada te resultó extraño ni ajeno y los más desfavorecidos de la Ciudad siempre encontraron en ti un fiel aliado. Cometiste un grave error y al final te pasaron factura: no solo eras franciscano, sino que además ejercías como militante activo de los dones preclaros de tu Congregación. Cualquier colectivo marginal siempre encontró abierta de par en par las puertas de tu Palacio. Siempre encontraste a Cristo en la dureza de la marginación, y nunca entre los boatos y placeres de las fuerzas vivas de la Ciudad. Tu Sevilla más querida era la de la periferia y así quedó patente en tu apostolado. Escuchaste sobresaltado desde tu dormitorio descargas de disparos en las cabezas de dos sevillanos ilustres. Arrebatados a la vida por unos asesinos que llenaron de sangre para los restos las paredes de la calle Don Remondo. Le enseñaste, hasta en dos ocasiones, a tu Jefe Supremo en la Tierra la piel de la Vieja Híspalis. Seguro que le dirías en el mágico momento de la confidencialidad: “Santo Padre, estos que vuestra Eminencia ve hoy tan cercanos, son los hijos y las hijas del Señor del Gran Poder”.
Participaste en la Santificación oficial de Madre Angelita, aunque tú bien sabias que ya el pueblo la había elevado a los altares de la santidad popular. Tuviste dimes y diretes con el siempre complejo mundo de las Cofradías, pero conseguiste salir ileso y reforzado en estas históricas refriegas dialécticas. Fueron años, muchos años, de convivencia entre nosotros y tu legado, le pese a quien le pese, forma parte indisoluble de la cara más noble de esta vieja y sabia Ciudad.

Hoy te imagino en tu morada madrileña, leyendo placidamente junto a una ventana viendo los dulces atardeceres de Madrid (los más hermosos de esto que todavía llamamos España). ¿Qué lees? ¿En que piensas? ¿Con que sueñas desde tu retiro espiritual? Seguro que con Sevilla en la distancia. Formas parte del selecto grupo de los exiliados sevillanos que saben que la Ciudad se padece en las distancias cortas y, se sueña y se añora en las largas. Pero no te preocupes, yo difiero de ese slogan municipal que dice: “Sevilla, la Ciudad de las personas”. Aquí, lo que permanece para la eternidad vagando por sus calles, plazuelas, parques y jardines son las almas errantes y los hechos consumados. Obras, no las de las zanjas siempre inacabadas, sino las que nacen del Arte, el Talento y la Solidaridad humana. Eternas lecciones de amores impartidas, soslayando nuestra ancestral envidia, por sevillanos ilustres y, de la que vos Eminencia Reverendísima, formáis ya parte indisoluble.

miércoles, 27 de octubre de 2010

¡Comprad, comprad, malditos!


A Movierecord, preámbulo publicitario de la magia cinematográfica.

Nos daría una profunda sensación de vértigo, si pudiéramos cuantificar cuantos minutos, horas, días, meses y años hemos dedicado, de manera involuntaria, al visionado de la Publicidad a lo largo de nuestra vida. Hoy, más que nunca, está presente en todos los actos de la cotidianidad de las personas. La padecemos o disfrutamos -que de todo hay en la Viña del Señor- tanto en la dulce intimidad del hogar como en el entorno y corazón urbanístico de nuestros pueblos o ciudades. Todo es susceptible de ser publicitado y solo hace falta encontrarle el momento y el contexto adecuado. Desde un desodorante a una campaña electoral todo pasa hoy día por el inevitable filtro de la “publi”. No se consume nada que previamente no hayamos memorizado –la mayoría de las veces inconscientemente- en nuestros manipulados cerebros. Vallas, cabinas de teléfonos, autobuses, metros, fachadas de casas abandonadas, periódicos, revistas, radios y, como no, a la cabeza de este tinglado de consumismo compulsivo, la “madre del cordero”(o mejor borrego), doña Mamá Televisión. Recuerdo que mi añorado padre, cuando a pesar de sus años todavía se mantenía lucido, tenía tres distracciones televisivas fundamentales: los toros (cuando el Gobierno de entonces se preocupaba de darlo gratis por la Primera), los documentales de animales (no confundir con los plenos parlamentarios) y los anuncios. Decía que él no pensaba comprar nada de lo que anunciaban pero argumentaba: “es que hay que ver lo bien hechos que están algunos”. No era de extrañar, pues por los mares de la Publicidad navegaron –y navegan- extraordinarios directores de Cine (si citáramos los que han hecho –y hacen- publicidad en países como EE.UU., Francia o España no saldríamos de nuestro asombro) que, dada la crisis actual de creatividad cinematográfica, buscan en la publicidad buenos dividendos a la espera de tiempos mejores para el Séptimo Arte. La inmensa mayoría prefiere mantenerse en el anonimato pero, resulta evidente, que existen anuncios que son verdaderas obras de arte de uno o dos minutos de duración. Hoy, el mundo de la publicidad, factura una ingente cantidad en millones de euros y en ella se dan cita, a que dudarlo, personas de un talento inconmensurable. Debo reconocer –bendita la rama que al tronco sale- que he visto anuncios deslumbrantes y de una enorme belleza estética. Evidentemente, si desaparecieran de un plumazo toda la publicidad de nuestras calles, notaríamos un enorme vacío que nos haría sentirnos huérfanos de estos bosques cromáticos, y desposeídos de sus falsos pero necesarios mensajes subliminales. Gente guapa y sonriente que desde sus soportes estáticos nos animan a comprar de manera compulsiva, y que a la postre nos instalarán en la “felicidad” más absoluta. Nunca nos sentará un traje como a George Cloone, pero que cojones, la imaginación al poder.


Hablamos de la alienación consumista actual con el taxista que nos devuelve a casa, mientras a nuestra derecha reposan placidamente las bolsas del “Corteinglé”, “Cortefié” o el encargo de nuestra niña en “Mango”. ¡Comprad, comprad, malditos! Aunque eso si: sin dejar de poner a parir a esta Sociedad de Consumo.



Mala cosa es criticar un sistema del que todos formamos parte. El placer de la compra para el propio personal, o para el ajeno a través del regalo, es altamente satisfactorio. La vestimenta de la hipocresía es fácilmente detectable. Pero a que negarlo, siempre son las circunstancias de cada momento las que determinan la orientación de nuestra brújula económica. La Crisis nos ha reciclado de consumidores compulsivos a ahorradores –que remedio- compulsivos.


Ya sopesamos los precios de cuanto compramos y su verdadera utilidad. Los mercaderes del Templo de las Finanzas y la Política nos han quitado la venda de los ojos. Hemos pasado de ser gente de clase media a ser media clase de gente. Creo que existen padres que ya están planteando decirles a los niños anticipadamente que ellos son los Reyes Magos, para que acorten la carta de marras. Total, si se lo va a decir el hijo de algún “progre” en el “cole”, que más da adelantarles la mala nueva. Tiempos aquellos, anclados en nuestra memoria sentimental, donde las radios de cretona o de galena nos abrían los ojos de futuros consumidores a través de la incipiente publicidad. Nos enteramos de que había un negrito del África tropical que nos animaba a tomar Cola-Cao. Que el Anís del Coral aparte de ser el mejor de los licores, encima te dejaba en la boca olor a flores. O que una friega de Linimento Sloan (el Tío del Bigote) te solucionaba cualquier torcedura o porrazo, aunque este fuera ocasionado por una caída del piso 32 del World Trade Center (salvajemente destruido el 11-S y hoy en vías de reconstrucción).

Lo dicho quien pueda que pase y compre y quien no, que mire desde fuera, y sueñe con que alguna vez le vendrá tiempos mejores. Compremos, miremos y sobre todo –cuando toque- votemos. No influenciados por la “publi”, sino comprobando nuestro desesperanzador presente y sopesando nuestro incierto futuro.

lunes, 25 de octubre de 2010

Misa de doce



Hablar de la misa de doce es, a que dudarlo, una clara referencia a la celebración de la Eucaristía más concurrida de cada domingo del año. Quiero recordar que las santas y sufridas mujeres de mi infancia y juventud, a pesar de su fuerte compromiso cristiano, no eran muy adictas a los rituales y los sermones domingueros. A misa iba la “gente de dinero”. A mi abuela Teresa, mi madre y mi tía Carmela no las recuerdo camino de la cercana Iglesia de San Nicolás de Bari en mañanas de domingos. El eco cercano de los trinos de los pájaros en la Alfalfa se confundía con el soniquete de las campanas llamando a misa de doce.


Al que está en San Nicolás
fui a pedirle esta mañana
que me salvara a mi pare;
pero me dijo que no,
que me dejaba a mi mare.

Tampoco mi gente se perdía en rezos piadosos “corraleros” alrededor de santos rosarios, tratando de ahuyentar las penalidades de la época (entre un ora pronobis que otro, alguna mujer pedía a la anfitriona un “cacho” de pan duro “pa mójalo en el café”; “que a ella no le gustaba bebío”). Las mujeres que representaban las ramas más hermosas de mi árbol genealógico eran –y una de ellas afortunadamente lo es todavía- mujeres piadosas y solidarias a más no poder, haciendo del cristianismo más que un acto de contrición un ejercicio diario de amor al prójimo. Las tres cruzaban frecuentemente el umbral de San Nicolás, pero eso si, con la única finalidad de visitar a la Candelaria. Los viernes emprendían el camino de San Lorenzo (la Senda de los Suspiros de las mujeres de la Ciudad) para visitar al Señor de Sevilla. Curiosamente cuando mi padre acompañaba a mi madre al ritual que enhebra la fe al sevillano modo, la esperaba fuera, en la Plaza de San Lorenzo. Igual hacia mi tío Antonio con mi tía Carmela. Se quedaban en la calle dándole pausadas caladas a un cigarrillo, mientras ellas cumplían con su semanal encuentro ante Aquel que todo lo entiende y todo lo puede. Aquellas necesarias visitas eran “cosa de mujeres” y ellos actuaban de meros y respetuosos acompañantes. Los “santuarios” de los hombres de aquella época eran las tabernas. Como me he permitido contar en algún que otro “Toma de Horas”, a mi abuela Teresa –que se quedó viuda con siete hijos y, que al morir, solo le vivían tres-- la acompañaba un servidor del Gran Poder y de vosotros mis queridos y leales amigos. Actualmente, en mis visitas al Señor, puedo comprobar que en muchas ocasiones el número de hombres asistentes a la Basílica superan al de las mujeres. Ayer fumadores pacientes de plazoleta y, hoy, oradores solitarios en busca de esperanza y de consuelo.


Hace ya algunos años que asisto regularmente a la misa de doce en la Iglesia de San Isidro Labrador de mi barriada de Pino Montano. Antes y cuando aún no se habían cargado el mercadillo de pájaros de la Alfalfa, lo hacía en el Salvador o en la cercana Capillita de San José. Con el cambio de unos pájaros por otros (estos últimos con corbatas y cargos de responsabilidad en la Ciudad) ya he dejado de frecuentar el casco antiguo las mañanas domingueras. Triste es el constatar como se nos va hurtando aquellas cosas y costumbres heredadas de nuestros mayores.
Debo dejar patente que la mayor parte de mi vida no he asistido a misa, incluso en mis años de mocerío no pasaba ni por las puertas de las iglesias. Solo he mantenido a capa y espada a lo largo de los años dos visitas semanales: lunes candelario y viernes de San Lorenzo. Reconozco que lo hacía más por tradición que por devoción.

Ya, definitivamente, o al menos así lo creo, seré mientras las fuerzas me acompañen asiduo participante de la misa de doce. La Iglesia pino-montanera de San Isidro Labrador, es una amplia y cuidada iglesia, que cada domingo se llena de gente del barrio de todas las edades. Coincidimos los ocupantes en los mismos bancos y nos mueve la satisfacción de sentirnos parte activa de un ritual cristiano y solidario. Todo bajo la sabia batuta de don Indalecio Humanes, su párroco y capellán del Sevilla “fuboclú”, que diría del Nido.

Como estoy convencido de que en Sevilla tomó forma y cuerpo el espíritu de la paradoja y para no desentonar, a un bético converso y confeso como yo, le da la comunión semanal el director espiritual del Equipo de Nervión. Buen tipo este Indalecio, que diría un argentino. Sus sermones son para enmarcar y de los que te dejan huella. Como, afortunadamente, hace tiempo que me escapé del dogmatismo de la izquierda más cutre, diré que acudo a misa de doce por tres motivos fundamentales: A) Por sentirme encuadrado dentro de una Comunidad cristiana –la de mi barrio- plenamente activa y solidaria con los más desfavorecidos. Han conseguido, junto con la Hermandad de Nazaret, que esta Barriada esté considerada –a nivel humanitario- entre las mejores de Sevilla. B) Por conseguir durante una hora semanal que mi espíritu se encuentre a si mismo y se serene. Lejos de los sobresaltos que de continuo le proporciona Zapatero, el jerarca municipal “innombrable”, “donmanué” (afortunadamente ya en franca retirada) y poder sobrevivir durante sesenta minutos sin recibir noticias de Belén Esteban. C) Simplemente –esto dedicado a los “progres” que nos llaman meapilas- porque me sale de los………..

P.D. Mis disculpas por el exabrupto final.

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Una generación perdida?



Voces autorizadas en distintos campos empiezan a mostrar una evidente y justificada preocupación de que, en nuestro sufrido país y motivado por la crisis, posiblemente estemos ante una generación de jóvenes a los que vilmente les han arrebatado su presente y su futuro. Perderemos en el limbo a una nueva generación de españoles motivada, una vez más, por las circunstancias políticas y/o económicas.


La Guerra In-civil se cargó a toda una generación de lucidos escritores, eminentes científicos y, en definitiva, a lo más granado de aquella España de pólvora, luto, loas, exilio, venganza, himnos, banderas y sangre, mucha sangre derramada por todas partes. La sociedad española quedó radicalmente fragmentada y, ni los que se fueron ni los que se quedaron, volverían a ser los mismos.


Los que nacimos a los pocos años de la contienda, nos criamos entre silencios y susurros que nacían del miedo y la desesperanza de nuestros mayores. Existían preguntas no ya sin respuestas, más bien al contrario, había respuestas en el aire que no necesitaban ser formuladas. No era preciso preguntar nada, pues en el enrarecido ambiente de algunos hogares, tenían enmarcadas las respuestas en las paredes de la pena y el desconsuelo. Mi madre sufrió en sus carnes a través de su padre y hermano los estragos de la guerra. Nunca, hasta que fui adolescente, me habló con claridad de lo que habían hecho con los suyos (que a la postre eran los míos). Todo en clave conciliadora y nunca para proyectar en mí un odio que en ella no encontró nunca cobijo. De sus tres hijos yo fui el único con el que se “confesó” y descargó una parte de su triste y penoso pasado. Después sufrió como nadie con mis veleidades clandestinas pero, como no podía ser de otra forma, siempre presta a ayudarme camuflando libros, panfletos o todo aquello que pudiera comprometerme. Nunca nadie me conoció, ni me conocerá como ella. Le bastaba con mirarme a los ojos para saber que era victima de alguna preocupación. Su lema era: “procura no complicarte la vida pero, si lo haces, dímelo para cubrirte las espaldas”. España ha sido proclive, a lo largo de su Historia, en cargarse generaciones enteras por conquistas absurdas, guerras cruentas sin sentido y políticas despóticas y arbitrarias. Las mismas que siempre han favorecido a los “fieles obedientes” en detrimento de los espíritus libres. Pensar en este país siempre ha resultado excesivamente caro. Tiren de la cadena de la Historia y nos veremos inundados por las turbias aguas de aquello “que pudo haber sido y no fue”. Escucharemos de fondo el eco lastimero de las generaciones perdidas. La política en su sentido más noble es –o debería ser- una actividad al servicio de la comunidad, a la que dicen representar y de la que viven. Hoy, los políticos, se nos presentan cada día más alejados de los intereses de las gentes para priorizar los suyos propios. No es casualidad que figuren en las estadísticas en el cuadro de honor de los descréditos populares. Los políticos son personas y, como tales, los habrá de toda clase y condición. La política está envilecida por intereses espurios y anclada en la demagogia y el supino ataque al adversario. Unos, agarrados al poder contra viento y marea, otros, bombardeando los sillones del poder para ocuparlos ellos.
Hoy, una vez más, parece que estamos a punto de tirar por el barranco de lo genuinamente hispano una nueva generación de jóvenes españoles. Afortunadamente, sin sangre, duros exilios, odios viscerales y sin la pena negra que producían las descarga de los mosquetones. No, eso ya forma parte de nuestra más triste historia, aunque algunos parece ser que la echan de menos y de vez en cuando sacan a los muertos de paseo. Estoy plenamente convencido de que existe en la actualidad un segmento de nuestra juventud, que se configura como la mejor preparada de toda la Historia de España. Pero, ¿qué perspectivas de futuro se les está ofreciendo? Creo que mayormente una buena dosis de desesperanza e inquietud. Han terminado sus estudios de manera brillante (algunos trabajando para pagarse los mismos, realizando todo tipo de tareas). Dominan dos o tres idiomas y poseen master complementarios que los hacen estar listos para que España los aproveche en toda su plenitud. Y un ca….., hoy los puestos de responsabilidad los “ocupan” enchufados y gentes afines a los partidos en el poder. Ayer, eran los “niños de Papá” y, hoy son “los niños del Partido”.


Como no saben como salir del “Laberinto del Fauno”, ahora se han inventado la modalidad de que tengan creatividad y se configuren su propio medio de vida. En definitiva, que no esperan sentados a que les llegue una oportunidad de trabajar. Es conveniente de que se hagan precoces empresarios y así matan dos pájaros de un tiro: resuelven su futuro y le quitan a Papá Estado un peso de encima.

De la Formación Profesional (FP) salen gentes bien preparadas que terminarán en las listas del INEM a la espera de cualquier trabajo. El mismo que difícilmente les llegará. Lo que resulta bajo mi punta de vista paradójico, es la facilidad con que se les llena la boca a estos “nuevos izquierdistas” de la importancia de la Educación y, por extensión, de la necesaria igualdad de oportunidades. Los hechos son tozudos y hablan por si solos. Para saber en manos de quien estamos basta con reseñar el tratamiento dado a la Crisis por “nuestro” Gobierno: 1) Se niega la mayor, que existiera siquiera, quedando terminantemente prohibido el citarla por ningún miembro del Partido (perdimos un tiempo absolutamente fundamental para afrontarla). 2) Se le inyecta dinero (nuestro dinero de contribuyentes) a los que mas tienen, es decir a los bancos. 3) Se le congela la pensión a los más débiles, es decir a los pensionistas. Todo, como se puede comprobar, muy de izquierdas y muy socialista. ¡Cosas veredes Sancho que harán temblar las paredes!

miércoles, 20 de octubre de 2010

La magia del ritual




“Cuando llega el Domingo de Ramos y me pongo mi capirote, la cara tapada me devuelve al anonimato, a mi verdad, a mi pueblo, a mi gente”
- Antonio Banderas –


Los que suspiramos y soñamos con el Jueves Santo sevillano, arropados entre las paredes del Templo del Salvador, sabemos que cuando Octubre empieza a tiritar en los siempre acogedores días otoñales, en el reloj de nuestros sentimientos pasionales ha comenzado el cada vez más rápido tic-tac de los compases del tiempo. El mismo que amorosamente nos precipitará en las puertas de la gloria. Ya, en el “membrilloso” y realista mes de septiembre, recibimos el primer aldabonazo sentimental. Fue, cuando recibimos el Boletín de “Pasión”, y se nos anunciaba el Triduo a Nuestra Señora de la Merced. Con Ella, y su besamanos, empezaba de nuevo una soñada hoja de ruta plena de sevillanía. La misma que cada año desemboca en uno de esos días que relucen más que el sol. Quedará todavía un mundo para poder enfundarnos nuestra túnica de ruán, pero ya tendremos muy lejano aquel momento cuando nos despedimos de Él, frente a su canasto de plata, y le dijimos emocionados: “hasta el año que viene si Tú quieres”. Quedaba todo un año por delante y las horas, días, semanas y meses por llegar nos cubrían, con la triste melancolía de los momentos vividos, la hilera de nazarenos por la calle Francos. Hoy ya podemos decir que nuestra memoria sentimental toma cuerpo y forma dentro del mágico circulo de la Ciudad. Quedarán por vivirse –sin prisas como las buenas faenas toreras- los hogareños días del otoño, con sus lecturas sosegadas, charlas distendidas, paseos donde crujen a nuestros pies las hojas secas en San Lorenzo y sabiendo, ya sin solución de continuidad, que después de la tempestad, el crudo invierno, vendrá la calma, ¡la primavera! Pero, despacito, todo muy despacito, como el cante por Soleá, el toreo de capa y el saboreo del dulce néctar de la manzanilla sanluqueña. Escuchemos al capataz que anida en nuestro interior. Es voz de sabio cuando nos dice: “no corré, despacio y sobre los pies”; “la izquierda alante y la derecha atrá” o al revés, para que nadie se enfade. No pretendamos vivir el martes cuando aun el lunes no ha terminado, terminaremos por estropear ambos día. No hagamos verdad aquello de: “la vida es algo que pasa por nuestro lado sin que nos demos cuenta, mientras estamos absorbidos en planificarla”. Todo llegará, como siempre, a su justo tiempo y en su justa medida. “Pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores”… que diría el Poeta de Orihuela, mientras tu corazón empieza a palpitar al compás de las hojas del calendario sentimental. Pronto ya serás asistente a una novena. Miembro de una cola en la Casa Hermandad en busca de tu papeleta. Inquieto buscador en mañana de Jueves Santo frente a un listado cosido a chinchetas en un tablero. Nazareno -¡al fin!- de ruán cruzando San Esteban en busca de tu mágico momento existencial sevillano y, después alguien dirá entre rumor de fuente cantarina: “poneos los antifaces”. Caminarás orgulloso en tu tramo portando la cruz más solidaria. El cada vez más cercano murmullo de la calle te hará comprender que orto y ocaso caminan ya cogidos de la mano. Cuando tu sandalia derecha pise la madera de la rampa ya sabrás –un año más- que la gloria existe en Sevilla: se llama Jueves Santo y su camino discurre detrás del Señor de la Pasión.

lunes, 18 de octubre de 2010

No emplearás tu tiempo en vano




A Manolo Palomo Romero, que es de los pocos que todavía hacen honor al hoy ninguneado espíritu de Pablo Iglesias.

Hoy, y dado que se ha puesto de moda eso que pomposamente llaman el “Revisionismo Histórico”, sería deseable que si le toca el turno a los Diez Mandamientos, uno de los de nueva incorporación sea: “No emplearás tu tiempo en vano”. Cuando te percatas que te va quedando menos para “entregar la cuchara”, y que tú saco vivencial está más lleno de pasado que de proyectos de futuro, buena cosa es –o sería- no malgastar el tiempo en cosas banales –o quizás sea lo que convenga- ni, por extensión, hacérselo perder a los demás. Cada uno de nosotros –me refiero a los sesentones- tenemos ya una trayectoria inmersa en sombras y luces. Si has llegado hasta aquí con ligeros –pero asumibles- desajustes en tu estado físico y sin macula de rencor en los recovecos de tu alma, no es cuestión baladí el saber valorar y agradecer el día a día que se nos ofrece. Sentir el placer de nacer a la cotidianidad cuando aparece el alba por tu ventana, y los gallos se prestan a cantar la eterna sinfonía del amanecer. Decirte para tus adentros: “aquí estoy un día más” y, tras posar los pies en la alfombrilla del suelo, dar gracias a Dios por darte una nueva oportunidad de saborear la dicha de estar vivo.
Cada uno que lo enjarete de acuerdo con sus criterios, gustos y necesidades. Preocuparnos en definitiva por aquello que nos afecta y sabiendo priorizar lo que de verdad importa. En mi caso he configurado mi vida en torno a unos rituales, que una vez desligado de responsabilidades laborales, entran de lleno en el terreno de eso que hoy se vende mucho y a lo cual llaman: “la realización personal”.

Arrancó cada día, antes de ponerme en marcha con la cotidiana visita a Mister Roca y a las casi siempre malas noticias radiofónicas, escuchando a Manuel Vallejo en el equipo de música de mi dormitorio. Lo hago como un diario homenaje a la memoria de mi padre. Una vez en perfecto estado de revista acudo a mi tertulia mañanera para saborear el primer –y ya único- café del día. Allí me esperan los dos Pacos, ambos sevillistas y diferenciados por sus orígenes. Uno, trabajador incansable atrapando para los suyos jornales al vuelo en cualquier lugar o destino. El otro, antiguo y eficaz tasquero, con su pertinaz tos de fumador empedernido, escuchando siempre con la boca abierta los comentarios de cualquier tertuliano y, con sus abalorios de 18 kilates en forma de pulsera y cadenas alusivas al equipo de sus amores. Narciso, antiguo guardia municipal de arbitrios y “ponedor” de multas inmisericordes a gitanos vendedores ambulantes, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana con su inseparable pitillo en la boca y dando el coñazo con la dejada de su bolsa en Supersol. Casimiro, trabajador jubilado de Uralita y que se escapó por los pelos de los estragos del amianto. Bético converso y confeso y, asiduo oponente dialéctico de unos de los Pacos. Pepe, cartuchero mayor del Reino de Pino Montano y, el que marca en definitiva a las nueve y diez de cada mañana, la hora de levantar el campo y entrar en los placidos –o no tantos- terrenos del dominó. Y Manolo, conocido en la barriada como reconocimiento a su primer apellido como “el Palomo”. Internauta a ráfagas, amigo entrañable del pueblo cubano, comedido en sus pareceres y enraizado a sus ideas socialistas de juventud. Defensor de causas perdidas pero, doy fe, que para pegarle un perdigonazo a este “Palomo” hace falta más de una escopeta.
Cada mañana rompemos esta efímera relación diaria: ellos en busca del seis doble y yo, al encuentro con aquella que a punto de cumplir los 98 años se resiste a abandonar esta tierra de sombra y luz.


Entre nosotros sin lugar a dudas existen notables diferencias pero, si de algo estoy seguro es que existe un gran respeto y un afecto compartido, que consiguen articular sentimentalmente esta tertulia surrealista mañanera de no más de media hora de duración. Todos somos pensionistas y, doy por seguro que aun admitiendo que nuestra manera de entender la vida, las cosas y nuestras aficiones son claramente divergentes, utilizamos nuestro amplio tiempo libre en hacer aquello que nos gusta y nos acerca a la felicidad personal. Ninguno, pondría mi mano en el fuego, tienen –o tenemos- la sensación de perder nuestros días presentes. Hacemos lo que nos gusta y eso, es cualquier cosa menos banal. Que dado los tiempos que corren no es poco. Lo dicho: “No emplearás tu tiempo en vano”.

viernes, 15 de octubre de 2010

La cara oculta de la luna




Cuando los terribles atentados del 11 de septiembre (definitivamente 11-S para la Historia) sobre las Torres Gemelas de Nueva York, todos quedamos sumidos en el desconsuelo y la perplejidad. ¿Era posible que bastara secuestrar dos aviones comerciales –más el que cayó en el Pentágono- (¿), y estrellarlos contra el corazón de las finanzas mundiales¿ ¿Bastaba esto para poner contra las cuerdas al país más poderoso de la Tierra? ¿Y las tan cacareadas medidas de seguridad mostradas a bombo y platillo en cientos de películas? Los terribles atentados acaecidos posteriormente en los vagones de trenes en Madrid el 11 de marzo, no hicieron más que confirmar que nada –ni nadie- estaba –estábamos- a salvo de esta pandilla de fanáticos integristas. Desde entonces ya las cosas nunca han sido lo mismo. Se extremaron hasta la saciedad las medidas de seguridad –fundamentalmente en los aeropuertos- y los terroristas consiguieron desestabilizar gravemente la frágil “Alianza de Civilizaciones”. Recientemente el “Canal de Historia” nos ha mostrado un espeluznante documental, repartido en dos capítulos, sobre los atentados a las Torres Gemelas verdaderamente impresionante. Se ha hecho un extraordinario trabajo de montaje a través de grabaciones particulares -de dentro y fuera de las Torres- y se ha conseguido un testimonio excepcional sobre el alcance humano de la tragedia. Las imágenes que se nos muestran, y los comentarios en vivo de los asistentes o victimas de la tragedia, son de los que raramente se olvidan. Me causó una profunda impresión el hecho que les cuento seguidamente: una vez percatada las autoridades del inmenso alcance del tremendo suceso y, después de quedar de manifiesto en las grabaciones telefónicas su gran incredulidad y su falta de coordinación, se mandó como primer contingente a un grupo de élite del Cuerpo de Bomberos de Nueva York. Se denominaban algo así como: “Grupo Especial de Intervenciones Rápidas”. Lo formaban 120 bomberos, 3 mandos y 1 sacerdote. Uno de los mandos les explica brevemente en las puertas del “infierno” dos cuestiones: una, que tienen la obligación de entrar y, dos que es prácticamente imposible que ninguno salga con vida. De todas formas abre la posibilidad de que quien quiera puede marcharse a su casa. “La vida es sagrada y es propiedad de cada uno”, les dice. Nadie lo hace y todos dan un paso al frente. El sacerdote, le hace a cada uno la señal de la cruz en sus frentes impregnadas de hollín y van entrando decididos en busca de una muerte segura. A pesar de que el cura pretende entrar con ellos, uno de los mandos lo convence que no lo haga, que alguien debe contar lo que allí ha acaecido. Valor y sacrificio sin recompensa material ni medallas. La cara oculta de la luna.

En los atentados del 11 de marzo (11-M para la Historia) contra los trenes de cercanías madrileños y, configurado tristemente como el mayor cometido en Europa, se dieron casos conocidos a posteriori de un sacrificio y una heroicidad verdaderamente admirables. La respuesta del pueblo de Madrid con donaciones masivas de sangre (se triplicó el volumen que se necesitaba) fue impresionante. La tarea de los profesionales que trabajaron en la recuperación de heridos y fallecidos fue elogiada hasta la saciedad en toda la prensa internacional.

Fue la respuesta solidaria y bondadosa ante la cara más atroz de la barbarie, la sin razón y el fanatismo más perverso y canallesco. Bondad ante maldad. Solidaridad popular ante el individualismo más criminal. Todo enmarañado dentro de lo mejor y lo peor que anida en el ser humano. La cara oculta de la luna.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Paco Robles

La historia del mejor periodismo español –y puede que universal- no tendría sentido sin el legado de sus columnistas. Me vienen a la memoria media docena larga de ilustres nombres que hicieron literatura de alta escuela adornada con opiniones políticas demoledoras y que, como pasó, pasa y pasará siempre, estuvieron en el punto de mira de aquellos políticos que eran desenmascarados en sus innobles vergüenzas. Posiblemente a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX es cuando la prensa a través de sus articulistas tiene una mayor capacidad de conmover y, por tanto influir, en eso que hoy pomposamente llamamos “la ciudadanía”. El “caso Dreyfus” destapada en Francia en 1898 por medio de un artículo de Émile Zola, J´accuse” (Yo acuso), provocó en el país galo una conmoción social y política de incalculables dimensiones. La sociedad quedó drásticamente dividida a favor o en contra de Dreyfus. Todo, como digo, tuvo su origen en un artículo de prensa de Zola. Hoy algo así sería impensable. Los periódicos son hoy complementos sociales y culturales que, lamentablemente, poca –o ninguna- incidencia tienen sobre la conciencia y el comportamiento de la gente. El “Gran Hermano” de George Orwell, controlador-manipulador de nuestros sentires y opiniones, se nos aparece a traves de la televisión, para encuadrarnos dentro de un perfecto engranaje generador de pacientes borregos. Expresamos “nuestras” opiniones de manera autómata y mimética, como resultado de una planificación ideológica perfectamente estructurada y planificada en sus más mínimos detalles. No nos engañemos: decimos lo que quieren que digamos y, pensamos y reflexionamos…….bueno eso no les interesa que hagamos mucho.

Los articulistas representan –o mejor deberían representar- el antídoto que la Democracia nos ofrece para combatir los abusos que algunos políticos cometen soslayando el ojo avisor –demasiadas veces tuerto – de la justicia y la legalidad. Más que meditar sobre lo que los columnistas nos ofrecen en sus recuadros, preferimos tirar por la calle de en medio de las descalificaciones: “ese es un facha, no ves en donde escribe”; “ese a quien va a engañá, si ese tío está pagao por el SOE (así lo dicen sin la P). Y a otra cosa mariposa.

Paco Robles representa, para un servidor, de lo mejorcito del articulismo hispalense contemporáneo. Hace ya años que lo leo asiduamente y, no me duelen prendas en reconocer, que cada día me sorprende gratamente. Primero lo seguía en “El Mundo”, donde sinceramente creo que cuajó sus “mejores faenas” (impagable su “Trío de Capilla” con Javier Rubio y Juan Miguel Vega). Ahora desde hace un tiempo es articulista de “ABC”. Escribe artículos demoledores en lo político, solidarios en lo social y llenos de ternura, conocimiento y sensibilidad en el costumbrismo. Su añorado “pograma” de Sevilla TV, “Ojos que nos ven”, ha quedado configurado como de lo mejorcito de las televisiones locales sevillanas. Su Pregón en la Basílica de la Madre de Sevilla fue de los que difícilmente se olvidan. Nos regaló con su palabra lo siguiente: gracia no impostada; profundo conocimiento del alma del arrabal macareno y, sobre todo, pasión contenida pero presente. ¿Qué cuanto dice –o mejor escribe- no tiene el calado que mereciera? Sin ningún genero de dudas pero, al día de hoy, no hay más cera que la que arde (siempre contando con que no haya “mangoleta” con los cirios y las velas).

Paco Robles, así lo creo, tiene su alma sevillana flotando desde San Bernardo hasta los confines de Santa María la Blanca. Sevillano buscando –o mejor buscándose- por los recovecos de la Judería de calles estrechas y esquinas afiladas.

La vida es un puente entre el nacer y el morir. El nuestro –al menos el mío- posiblemente sea el de San Bernardo. Rayo de luz que rompe la noche torera del Martes Santo, y se refleja desde una cúspide de agua bienhechora en el cuerpo maltrecho del Cristo de la Salud. Radiantes niños del ayer con un petisú en la mano de la Confitería Castro y, hoy “Con las nieves del tiempo, plateando mi sien” del tango de Carlos Gardel, desorientados en una Ciudad maltratada y comandada por políticos mediocres. Vivimos desosegados buscando entre las sombras verdades y luces, que se nos resisten a mostrarse tal como la soñamos en nuestra infancia. Podrán decir de ti cuanto quieran pero, nunca podrán decir, Paco Robles, que no amaste profundamente a esta Ciudad. En tus artículos quedará reflejado eternamente tu hermoso testamento amoroso.

lunes, 11 de octubre de 2010

El Yo y las circunstancias


Vivimos, nos calentamos y a veces –muchas veces- nos asamos en “La Hoguera de las vanidades” de Tom Wolfe. Confundimos con excesiva frecuencia soberbia con orgullo y vanidad con autoestima. En la sociedad actual estamos instalados en la pertinaz e insolidaria complacencia del “Yo” más absoluto. Todo gira en torno a nuestra burbuja interior. Lo colectivo queda muchas veces marginado en aras del individualismo más feroz. En nuestras relaciones con los demás manejamos –casi siempre- conceptos personales y posesivos. Nos mostramos tercamente individualistas tanto en lo social, como en lo político y cultural (incluso en lo sentimental) y lamentablemente todo queda tamizado por el filtro del egoísmo. Utilizamos frecuentemente argumentos tales como: mi trabajo; mi casa; mis “niños”; mi ciudad; mi país; mi, mi, mi…. Pocas veces bajamos el balón al suelo y comentamos: nuestro precario trabajo; nuestras viviendas; nuestros hijos; nuestra maltratada Ciudad o nuestra sufrida España. En definitiva se trataría de debatir y buscar posibles soluciones, no solo a “mis” problemas, sino priorizando conjuntamente los de todos. Un padre de familia en paro es una persona desesperada por encontrar una urgente solución a su grave problema. El Gobierno siempre diluirá su precaria situación familiar dentro de un dato estadístico. Un colectivo de parados organizados, ya si representa por si solo un quebradero de cabeza para el Gobierno de turno. A quienes gobiernan, los parados de uno en uno no les inquietan. Mejor que estén diseminados y no encuadrados dentro algún colectivo social-contestario. Los Sindicatos nunca se han preocupado seriamente de los parados (desde hace años creo que de nadie que no sean ellos mismos). Estos quedan por tanto indefensos socialmente, siendo absorbidos por las estadísticas del sistema. Organizados en grupo ya es harina de otro costal, pues representarían millones de votos en el aire (perdón por el sermón de misa dominguera de doce, que eso es tarea de don Indalecio Humanes.

Como buen español caeré en aquello que critico y os comentaré algunos retazos del “Yo y mis circunstancias”. Siempre he intentado a la largo de mi vida navegar en el hoy varado barco de la humildad. Tuve la suerte de conocer en distintas etapas de mi existencia a personas de una inteligencia inconmensurable. Me refiero, ni más ni menos, que a personalidades de la talla de: don Ramón Carande; don Antonio Domínguez Ortiz; don Miguel Ángel Yáñez Polo o don Manuel Márquez de Castro. ¡Cualquier cosa! Aparte y en lo que a flamenco se refiere a: don Luís Caballero Polo, don Manuel Centeno Fernández o don José Blas Vega.
Puedo dar fe que en todos ellos existía un denominador común: un extraordinario talento unido a una extrema humildad. Eran –y son afortunadamente todavía algunas de ellas- personas inquietas, ávidas de saber, y preocupadas prioritariamente en ampliar sus -ya extensísimos- conocimientos. Eran conscientes de que hasta el más necio puede enseñarte algo que tú ignorabas.

He dedicado a la gran pasión de mi vida, el Flamenco, muchas –muchísimas- horas de gozo y luz (también a que negarlo alguna sombra que otra) y, esto me ha servido fundamentalmente para configurarme como un buen aficionado y un pertinaz estudioso de la “matera Jonda”. No soy flamencólogo, ni critico, ni nada que se le parezca. Se lo que se e intento aprender cada día un poco más. Esto no es una pose de humildad encubierta, sino algo de lo que estoy plenamente convencido.
A lo largo de mi vida he dado charlas (lo de conferencias me parece excesivamente pomposo) de Flamenco en Peñas, Centros Cívicos, Institutos o Centros de la Tercera Edad. Donde más lejos lo hice fue en Hamburgo y en Londres. A la bella ciudad alemana fui hace muchos años a apadrinar la boda de mi hermano y, me propusieron desde el Centro Español de la localidad, que si me importaba ilustrar con mis palabras un recital de Flamenco. Se celebró en el Kolping House (con un aforo de más de 1.500 personas y donde no cabía un alfiler) y debo decir que con tal éxito que a mí sinceramente me sobrepasó por su dimensión. Fue la primera vez que ví de cerca tocar la guitarra a un japonés acompañando el Cante de un muchacho emigrante cordobés. Estuvieron “sembraos” los dos y, lamentablemente, no recuerdo sus nombres ni como terminaría su conjunta “aventura” flamenca. Córdoba y Tokio unidos por la magia del Flamenco.

En Londres hablé de flamenco en un Púb. Era un hermoso local con música en directo frecuentado por españoles, y donde por el magnifico nivel de los asistentes, aquello derivó pronto –afortunadamente- en sana y distendida tertulia. Solo nos faltó una buena sonanta y nos sobraron algunos “güiskis” de más. Magnifico y memorable momento, para la memoria sentimental, el vivido en la Corte del Rey Arturo. No recuerdo si la mesa era redonda como la de aquellos Caballeros. La “papalina” gorda que cogimos lo fue sin duda alguna. Nunca he cobrado nada cuando hablé –o escribí- de Flamenco. No ha sido, es, ni será mi medio de ganarme la vida. Más bien tendría que pagarle yo a la gente por darles “el coñazo””. A lo largo de estos años me han ido regalando azulejos, placas y demás detalles como agradecimiento a mi colaboración desinteresada. Los tengo guardados en un cajón a buen recaudo. Si los tuviera visible en mi salón o en mi escritorio, seguro que al limpiarles el polvo pensaría que al final he conseguido ser importante. Solo tengo expuesto en la entrada de mi casa una estatuilla alegórica a la Alameda sevillana, y la cual me regaló gentilmente mi amiga Aurelia Avelar, Presidenta de la Peña Pies de Plomo sevillana. Me agradecía con este detalle mi colaboración en los actos de la “XIII Jornada Homenaje a Manolo Caracol” (mi cantaor de cabecera), celebrados en esa Entidad flamenca del Barrio de los Húmeros en el año 2006 (por cierto, dicho evento lo organiza esta Peña anualmente por su cuenta y sin ninguna colaboración de una Administración “tan flamenca” como la nuestra).

viernes, 8 de octubre de 2010

El complejo mundo de los comentarios

Bendito fue el día de mi feliz encuentro con esta mágica ventana a la que llaman Internet (yo le hubiera llamado Libertenet. Pero como ocurre con esta, su buen o mal uso, depende de quien interprete las notas en ese piano al que llaman “el teclado del ordenador”). Para mí ha representado unas posibilidades de conocimiento, comunicación y elaboración de mundos interiores verdaderamente impresionante. Dejar constancia no obstante que no le dedicó más de dos o tres horas diarias a estos menesteres ínternáuticos. Para mí, afortunadamente, todavía la lectura, el cine y la música -prioritariamente flamenco- siguen ocupando la mayor parcela de mis inquietudes culturales y sentimentales. Espero que esto no cambie en mi hoja de ruta cultural y sentimental de los próximos años.

Todavía mantengo a capa y espada el “triángulo de las Bermudas mañanero”. A saber: café, pan y periódico. Eso es un ritual que tan solo dos días del año -contra mi voluntad- se ven alterados sustancialmente (por la no edición de la prensa escrita) y que consiguen que me sienta realmente incomodo y depresivo.

Vivo sin vivir en mí
huérfano de papiro y pergamino.
Titulares ausentes que hoy sin ti
no hallarán hemeroteca en su destino.

A través de Internet se nos abre la posibilidad de repasar diariamente las distintas ediciones digitales de la prensa española (si posees conocimientos de inglés puedes ampliarla a la prensa anglosajona). Puedes pasar de “El País” al “ABC”. De “La Vanguardia” a “El Mundo”, o del “Diario de Sevilla” al “Norte de Castilla”. Algo impensable hace muy pocos años donde tenías que conformarte con el periódico adquirido o prestado momentáneamente en el bar de turno. Adquirías –era lo lógico- uno acorde con tu ideología y tu manera de ver la vida y las cosas. En el nuestro estaba la “verdad” y en los otros tomaba asiento la “mentira”. La posibilidad de contrastar varios es, además de enriquecedora, bastante significativa en dos cuestiones informativas básicas: no existe “la verdad” sino “nuestra verdad” y dos, todo queda filtrado por la línea editorial que está marcada claramente por posicionamientos ideológicos y/o empresariales. Desde estas coordenadas se les marca a los articulistas –muchas veces de manera subrepticia- la senda periodística a seguir. Posiblemente sea lo que en democracia se conoce como: “sano ejercicio de contraste de opiniones”. Al final, todo dependerá de nuestra capacidad de discernir sobre los contenidos que se nos ofrecen. Nuestra “fidelidad” debe –o debería- estar supeditada al noble –y olvidado- ejercicio de la reflexión personal.

Tres aspectos me interesan fundamentalmente de los periódicos. A saber: los editoriales, las páginas dedicadas a la Cultura y los artículos de opinión. Dentro del mundillo de los articulistas se esconden escritores de un talento inconmensurable y, que muchas veces, se ven reconducidos (evidentemente todos comentarán que gozan de absoluta libertad de opinión en el medio en el que escriben) por las líneas editoriales del periódico que les da de comer.

Esto no es criticable, pues debemos asumir que en un mundo globalizado y condicionado por la ley de la oferta y la demanda, ser libre y verazmente objetivo es una quimera (esto solo puede darse dentro de Internet en blogs independientes que nunca representen una fuente de ingresos). Seamos directos y acabamos antes: ser articulista de ABC y escribir tres artículos seguidos elogiando la acción de Gobierno del PSOE o, hacerlo con la oposición del PP desde las páginas de “El País”, es cortar -tú mismo- con una sierra las patas del banco donde cómodamente estás sentado.

Pero tampoco es cuestión de “arañarnos el careto”. En EEUU, donde según dicen está la meca de las libertades, los grandes periódicos de la Nación piden sin reservas el voto para demócratas o republicanos según convenga a sus intereses.

Por tanto, nunca olvidemos que es vital y consustancial con la Democracia la libertad de expresión reflejada en sus distintos medios de comunicación. Las dictaduras –de cualquier signo- la primera tarea que acometen al tomar el poder es cerrar el –para ellos- peligroso grifo de la libertad que emana de la prensa escrita. Imponen –a sangre y fuego- un solo periódico, un solo canal de televisión y una sola emisora de radio. Ahogan la diversidad a golpes de fusil, pues saben perfectamente que solo con la uniformidad del “ordeno y mando” tienen posibilidades de subsistir. Hago mía una frase de Felipe González: “preferiría morir de un navajazo en el metro de Nueva York, antes que hacerlo de frió en un Gulag de la estepa siberiana”.

martes, 5 de octubre de 2010

Churretosos del mundo unios




Pocas dudas existen que Sevilla es una ciudad que está sucia, tremendamente sucia. Suciedad que nace del comportamiento incívico de muchos de sus ciudadanos. Basta para comprobarlo con pasear sus calles céntricas, sus barriadas de la periferia y –lo más lamentable- sus parques y jardines. El “trato” que se le da a monumentos y a las fachadas de casas y edificios –independientes de su valor artístico o testimonial- lo enmarcaría no solo en el campo de los “pringosos”, sino también en el de vándalos y “culturetas” de algo hibrido y que a principios de los setenta llamaban “cultura underground” (reconozco mis carencias sobre las peculiaridades de este “movimiento contra-cultural” (¿). Parece ser que se difuminó con la misma fugacidad que lo hacen las nubes de verano. ¿Ha dejado este “movimiento cultural” algo similar al barroco o al cubismo? Me da que la respuesta va a ser que no). Pero sigamos con la suciedad imperante en la Ciudad de la Gracia (y de la pringue). Hace muy pocos años se instalaron en la barriada donde actualmente resido (Pino Montano), unos artilugios parecidos a los periscopios de los submarinos que de manera grandilocuente llamaban: “recogida hidráulica de residuos urbanos”. Los había –y los hay- de tres colores: amarillos para los recipientes de plástico; azules para papel más cartón y grises para el resto de los residuos. Se hizo una campaña informativa previa y se repartieron por los buzones unos folletos que le explicaban al personal como actuar ante este novedoso sistema. Aconsejaban disponer en las casas de tres tipos de bolsas de basura acorde con los colores de los “artefactos” instalados. Todo perfecto, modernista y en consonancia con la idea de potenciar el reciclaje en el oloroso tema de los residuos urbanos. Pero, entonces apareció el sempiterno espíritu “anarquista” de los sevillanos y la “ciudadana” consideración de que: “yo haré con mi basura lo que me salga de los…….”. Lo ocurrido desde entonces en mi barriada es de sobras conocido. En torno a estos “monstruitos” receptores de residuos, hay acumulado toda suerte de basuras, escombros, ropa usada, muebles en desuso y, alguno no tira a la suegra porque le ayuda a pagar la hipoteca. No hay el más mínimo reparo en tirar de todo en la vía ¿pública?, pues ya se encargará LIPASAM (magnifico por cierto el trabajo que desarrollan) de retirarlo. Estos esforzados trabajadores municipales tienen hasta tres tipos de furgonetas de distinto tamaño. Las emplean en función del volumen de lo vertido en plena calle.


Insisto: LIPASAM lleva a cabo un trabajo bastante eficiente con la loable finalidad de mantener limpia la Ciudad en su conjunto. No hay manera. Tenemos los pisos en perfecto estado de revista y luego en la calle tiramos papeles, colillas, escupimos y demás lindezas “lanzatorias” (omito el estado de algunos bares y tabernas por considerarlo responsabilidad de sus dependientes o propietarios. He llegado a pedir un platillo en uno para echar los huesos de aceituna y me han dicho: “no se preocupe, tirelo usted al suelo que yo luego lo barro todo”). Obligados a ser “churretosos” por decreto o por inducción. En la última estadística referente a las situaciones higiénicas de grandes ciudades españolas, Sevilla quedaba muy mal parada. ¿Podemos extrañarnos de figurar en “zona de descenso”? Nunca entendí –por un simple ejercicio de aplicación de principios- como se puede ser excesivamente pulcro en el hogar, dulce hogar y, una vez cruzado el umbral del bloque, ya pasas olímpicamente de mantener el mismo posicionamiento cívico- hogareño.
Pues nada, a regalarle a la Ciudad nuestra dosis diaria de “churreteo” que para eso pagamos los impuestos. Que barra el alcalde y los concejales que están todo el día “arrascándose los huevos”.
Pero, eso si, presumimos de ser sevillanos de “caché” y queremos a nuestra Ciudad por encima de todas las cosas. Permítanme un ejercicio de fantasía visual: imaginen que al volver a sus hogares encuentran el pasillo del piso igual que usted –y otros- han dejado la calle. ¿Seguro que no buscaría ofuscado al responsable de aquella cochambre”. Nada, mejor acordarnos del “Risitas” y reírnos a tope, que la vida son dos días (¿o eran tres?). Más nos vale no tomarnos nada en serio. “Churretosos” pero felices y locos de contento que cojones.

lunes, 4 de octubre de 2010

Quince años tiene –tenía- mi amor


Recuerdo con absoluta nitidez un día que mi tío Antonio fue a recogerme a la Estación de Autobuses del Prado. Llegaba en un autocar que hacía el trayecto Algeciras-Sevilla y viceversa. Lo tomé horas después de que el Regimiento Ligero de Acorazados de Caballería Montesa número 3 de Ceuta me dijera que les devolviera el uniforme militar, las botas y el cetme. A cambio me dejaban vestirme de “paisano”, me daban una cartilla y también me concedían permiso indefinido para irme a mi casa en la añorada Sevilla. Era libre como las palomas de la Plaza de América y atrás quedaron guardias, “ardores guerreros”, toques de corneta y maniobras militares tan ajenas a mi personalidad pacifista (también momentos de amistad inolvidables. En las dificultades es cuando más se aprecia el autentico valor de la fraternidad). Con mis 22 años recién cumplidos iba como unas castañuelas cruzando los jardines de Murillo en compañía de mi querido tío Antonio. Un inciso: siendo consciente del gran cariño que me tenía, ¿cómo me hizo socio del Betis a los 8 años de edad? ¿Será por aquello de: quien bien te quiere bien te hará sufrir? Sobra decir que un servidor encantado de la vida con este masoquista ejercicio verdolaga de existencia sevillana. Ganar la gloria celestial sin hacer méritos en la tierra es misión imposible. Pues bien, como os decía, cruzaba con mi tío la Puerta de la Carne cuando me comentó que todavía me quedaban unos años por vivir donde el tiempo transcurre lentamente, que a partir de cumplir los 40 es cuando los años vuelan a una velocidad de vértigo. Que ya me enteraría de lo que vale un peine (siempre contando con que me quedase pelo). Lo clavó este cortador de calzados, que desde el taller de Bernardo en la calle Bailén le hacía los zapatos a medida a Juan Belmonte y a Pepe Marchena entre otros.


El pasado 10 de agosto cumplí 64 “tacos” del ala. Doy fe de que -sobre todo la última década- se me han pasado volando. El crecimiento de mis hijas fue supersónico y las hojas del almanaque se perdían como un billete de cincuenta euros en el bolsillo de un ludópata. Puedo hacerme cómplice de mi querido poeta Pablo Neruda y decir con él: “Confieso que he vivido”. Mezclando lo bueno, lo regular y lo malo el saldo –para mí- ha sido enormemente positivo. Nunca hice nada en contra de mis principios y de mi conciencia. Supe diferenciar desde niño la frontera que separa las aficiones de los vicios. No me arrepiento de nada de lo hecho y muchos menos de lo deshecho. Espero y deseo que Dios me conceda una tregua –contra más larga mejor- para seguir disfrutando de cuanto la vida nos ofrece en la fuente de lo bellamente efímero, lo hermosamente ludico y lo solidamente fraternal. En definitiva, beber la vida a sorbos para no atragantarse. Seguir creciendo como persona sin más pretensiones que hacer verdad aquella afirmación de Sir Winston Churchill: “Si durante tu vida no has podido mejorar el mundo, al menos no lo dejes peor que como lo encontraste al llegar”.



Ahora, con 64 años a cuestas, me pregunto: ¿Qué habrá sido de la quinceañera que nos enamoraba del Dúo Dinámico”( “lalalalalá, lalalalalá, quince años tiene mi amor….”) y, de la “No tengo edad para amarte” de Gigliola Cinquetti.

La musa juvenil de Manolo y Ramón ya será una bondadosa abuela inmersa en la tarea de ayudar a la crianza de sus nietos. La artrosis de su rodilla derecha ya no le permitirá bailar el rock con el brío de su ya lejana juventud. La otra será una abuela italiana que, paradojas de la vida, posiblemente ahora tampoco tenga ya edad para amar a nadie. Estará en la Toscana soñando con el Festival de San Remo de 1964 que ganó con esta hermosa canción italiana.

Cerremos por hoy este nostálgico Toma de Horas. Lo hacemos recordando el tema que le dio fama a Julio Iglesias (por cierto, ¿cuántos hijos tiene el cantante madrileño contando los “aspirantes” a serlo?) cuando decía:

Siempre hay por que vivir por que luchar /
Siempre hay por quien sufrir y a quien amar/
…………………..
Unos que nacen otros morirán /
unos que ríen otros llorarán.
………………….
Al final, las obras quedan las gentes se van /
otros que vienen las continuarán
la vida sigue igual.

viernes, 1 de octubre de 2010

Festival de festivales flamencos

Hermosa, fructífera y larga en el tiempo es la historia cultural y afectiva que mantengo con el bello pueblo sevillano de Mairena del Alcor. Grandes momentos flamencos y humanos –siempre en la memoria el inolvidable Manolo Crespo- he vivido en este epicentro de la comarca de los Alcores. Buena gente, tierra fértil y soleares de las de enmarcar, o lo que es lo mismo: Mairena de luna y sol. Durante más de veinte años asistí regularmente a su Festival de Cante Jondo. Por allí pululábamos como aves inquietas de la “madrugá” flamenca. Siempre estábamos presente a la hora de pasar lista “jonda” los Paco Lira, Fernando Lappi, Jenaro Vázquez, Antonio Valverde y la afectuosa acogida que siempre nos dispensaban dos maireneros de pro: el escultor Jesús Gavira y el médico-escritor Antonio Rincón. Todos unidos por una misma pasión: el Flamenco enmarcado en su más noble ortodoxia. Sin meter al Arte en general y al Cante en particular en el sinuoso laberinto de la pureza (puro no es ni el agua de la lluvia), si podemos determinar que todas sus variantes tienen un elemento ortodoxo (el clasicismo) y otro heterodoxo (el vanguardismo). Conjugar ambos conceptos lleva implícito –ni más ni menos- que la supervivencia y el futuro de cualquier expresión artística de raíz. Los muchos y leales asistentes al Festival flamenco de Mairena sabíamos muy bien lo que allí nos convocaba: el Cante, el Toque y el Baile enmarañado en sus raíces ancestrales. Esto llevaba implícito que en aquellas largas noches de Cante y vino al amparo de las estrellas, podías escuchar siete Siguiriyas, seis soleares y, obviamente, ninguna Malagueña (salvo las que magistralmente cantaba Calixto Sánchez). Debo reconocer, que el discurso cantaor mairenista de aquellas mágicas noches muchas veces se nos hacia repetitivo y monocorde. No solo se repetían los estilos sino incluso la temática literaria. En más de una ocasión debatí amigablemente con mis colegas maireneros la necesidad de ir abriendo poco a poco la jaula de la ortodoxia. Había un cierto temor –injustificado- de que se cambiara la Siguiriya por la Rumba. Nada más lejos de la realidad.


De manera gradual y hasta llegar al presente he ido menguando mis visitas allí donde nació la fragua de los Mairena. Salgo cada vez menos por la noche y las pocas excepciones que he hecho últimamente han sido poco aleccionadoras: más de lo mismo y con un peor envoltorio de calidad. En lo flamenco, muchas veces, lo vivido viene a significar un lastre a la hora de analizar el presente. Posiblemente, el haber disfrutado a la largo de mi vida de tantas y tan buenas horas de flamenco, me hayan vuelto esquivo hacia lo que hoy se me ofrece. En fin, vamos a dejarnos de rodeos y pamplinas y llamemos a la cosa por su nombre: que está uno ya viejo que cojones.



Este año y motivado por la dichosa crisis que todo lo abarca, el Festival de Cante Jondo de Mairena ha dado un giro de 180º. Solo ha sido contratado un artista de relumbrón y, como no podía ser de otra forma, ha sido Miguel Poveda. Cantaor en pleno auge de su deslumbrante carrera y, al que pobre de mí, no seré yo quien le ponga ninguna pega. Han buscado el tirón mediático y tiraron por la borda los esquemas éticos y estéticos que sostenían este Edificio flamenco mairenista (que siempre dije que tenía los pies de barro de las subvenciones).
Leo en el más que recomendable blog de mi querido amigo Manolo Bohórquez, crítico de El Correo de Andalucía, (“La Gazapera”), que hubo cierto ninguneo (mamoneo para entendernos) con el impagable maestro Calixto Sánchez, al que por su labor didáctica y cantaora, Mairena le debía rotular cuatro o cinco calles. Pretendían –parece ser- que, dada la crisis existente, Calixto rebajara drásticamente su “caché”, sin plantearle lo mismo a Miguel Poveda.

Que la Cultura siga sufriendo –en sus recortes presupuestarios- los mayores estragos de la situación económica actual es terrible (para el alimento espiritual), pero parcelar la misma en detrimento de algunos artistas para beneficiar a otros es todavía peor. Todos deben, debían o debemos ajustarnos a los difíciles tiempos que corren pero, bajo ningún concepto, es de recibo que algunos andemos extenuados tirando del carro y otros subidos cómodamente encima del mismo. Se preguntaba el admirado Manolo Bohórquez, ¿qué pensaría Antonio Mairena de todo esto? Pues se diría: “aquí pasó lo de siempre que han muerto cuatro romanos y treinta cartagineses”.

Concluir diciendo que Miguel Poveda triunfó (¿y donde no?) de manera clamorosa en el Festival de Mairena y en la Maestranza sevillana en la inauguración de la Bienal. A tal señor tal honor. Gran artista es este badalonés de cuna y sevillano de adopción.