miércoles, 30 de junio de 2010

La cuadratura del círculo





Empieza a clarear –como pasó siempre- después de la tormenta de salvaje irracionalidad que cayó sobre el Señor de Sevilla. Poco, o nada, debe extrañarnos algunos de los “comentarios” escupidos sobre este espinoso tema en las ediciones digitales de los periódicos. Soltaron amarras los barcos de la sinrazón y empezaron a navegar con los fardos del odio más casposo y visceral, pero eso si, todo adornado con un barniz de falsa progresía de salón. Repetir algunos de los “comentarios” vertidos esos días, con el añadido de alguna “fotito” de sumo mal gusto y ofensiva para los sentimientos sevillanos más profundos es, simple y llanamente, hacerles el juego a estos “demócratas” de cartón piedra. Aquí ya cualquiera se considera anarquista sin que ni siquiera conozca el significado de las siglas FAI. Añoran desde su ignorancia una España que huela a pólvora y sepa a sangre recién derramada. Les puede el rencor y se les nota. Sinceramente, es motivo de preocupación como frivolizan con los sentimientos ajenos más profundos (hablo de tirios y troyanos). No quiero –ni deseo- más pólvora que la que producen las tracas en la larga y hermosa noche alicantina de San Juan. No apetezco más sangre que la que se sirve encebollada en un plato, sin hacerle asco a lo que se adereza de tomate frito. Estos lodos vienen de los barros que propician algunos políticos irresponsables que, para tapar sus carencias gestoras, desentierran a nuestros muertos para sacarlos a pasear un rato. El político nefasto tiene dos salidas para tapar su ineficacia: o bien culpar al adversario de todo lo humano y lo divino, o buscarse formulas magistrales de distracción, donde los árboles nunca nos dejen ver un bosque talado, saqueado y en completo abandono. Quede meridiamente claro que la agresión al Gran Poder es obra –y responsabilidad- exclusiva de un perturbado mental o más bien de un perturbador social, pues parece ser que las ultimas investigaciones apuntan a la segunda opción. Tampoco he visto, dicho sea de paso, rotundas y claras condenas por parte de algunos responsables políticos que, debían de saber, que se han lastimado gravemente los sentimientos más profundos de muchísimos sevillanos/as. El delito al que se le acusa a este “perturbado” es el de causar daños al Patrimonio Artístico. Por tanto hace bien la Hermandad del Gran Poder en renunciar a presentarse como acusación particular. Considerar al Señor de Sevilla tan solo como una excelsa obra del Arte Barroco, puede tener una cierta lógica desde el descreimiento espiritual (que dicho sea de paso es absolutamente legitimo dentro de la libertad personal de cada uno) y el tratamiento jurídico. Lo que resulta incuestionable, es que para muchos –muchísimos- sevillanos y sevillanas es bastante más que una interesante talla de madera. Representa, ni más ni menos, el Faro espiritual donde acuden, desde hace ya muchas generaciones, sevillanas y sevillanos en busca de esperanza, sosiego y consuelo. Creer o no creer resume en definitiva esta simple cuestión. Hacerlo –o no- sin cubrirse con el negro ropaje del fundamentalismo es clave para una convivencia en paz y donde ondee siempre la bandera del respeto.

Ahora, eso si es verdad, se abre una nueva interrogante de si estamos haciendo todo lo posible para salvaguardar la seguridad e integridad del Señor de Sevilla. Hoy, ya nada ni nadie está a salvo de la demencia o la barbarie irracional.


Enrique Esquivias de la Cruz (del Gran Poder), con el que Dios se mostró generoso a la hora de dotarle del sentido de la sensatez y la inteligencia, lo expresó con absoluta claridad: “a una imagen como la del Señor con tantísimos devotos y con tantas horas expuesta a la devoción popular resulta muy complicado garantizarle el cien por cien de su seguridad. De todas formas intentaremos estudiar que mejoras podemos introducir en ese sentido”.

Posiblemente haya sido el Señor de Sevilla quien en definitiva haya propiciado este “aviso para navegantes” y ya, las distintas hermandades sevillanas, se están planteando seriamente el mejorar la seguridad de sus imágenes. En la querida y hermana provincia gaditana también han empezado a moverse sobre este espinoso tema. Siempre será preferible prevenir que curar (lamentar). No se debe caer en provocaciones radicales minoritarias que solo buscan ingenuas dianas para sus envenenadas flechas. Cada persona en su libre capacidad de pensar y sentir puede optar por cualquier opción social, política o –no- religiosa. Nadie está en posesión de la verdad absoluta, y solo a través de la dialéctica y el contraste de los argumentos razonados, podemos crecer intelectualmente en todos los sentidos. Quien estos folios emborrona milito en su juventud en el –para mí- volátil mundo de los agnósticos, pero siempre respetando aquello en lo que entonces no creía. Hoy, y ya desde hace años reciclado –afortunadamente- en un creyente de base, sigo respetando a los que piensan de distinta manera a la mía. Esto, que no debía ser tan difícil de entender y aplicar recibe el nombre de tolerancia y, en su cultivo, esta el sedimento de un futuro –posiblemente utópico e idílico- de una Sociedad en la que merezca la pena vivir y pertenecer. Aquella donde crecerán nuestros hijos y nietos.

lunes, 28 de junio de 2010

El Tiempo en sus manos

La Penélope de Serrat estaba sentada en un banco en el andén, esperando que pasara el primer tren, con su bolso de piel marrón y meneando el abanico. Ellos permanecen sentados los cuatro –justos los que caben en el banco- con sus variopintos sombreros (mascotas), sus bastones incrustados en posición de firmes entre sus piernas, repletos de recuerdos y saturados de vivencias terrenales. No esperan como Penélope que les llegue el amor por las lindes de los raíles, sino más bien que la Estación les haga sentirse libres por unas horas y, saberse seguros de que ya no van ni vienen de ninguna parte. Los veo invariablemente cada martes en el andén de la Estación de Dos Hermanas. Hablan poco, cuando no permanecen en completo silencio, contemplando el trasiego de gentes que suben y bajan de trenes que los llevan a sus tareas cotidianas. Dispongo de unos quince minutos para observar a estos veteranos observadores de nuestra compulsiva vida. ¿Qué les lleva allí cada día de la semana? ¿Cuál es la causa de que renuncien a plazas, jardines y partidas de dominó en centros de la Tercera Edad, por el literario y sentimental sabor de las estaciones de trenes? ¿Qué les atrae en definitiva por aquellos lares? Sinceramente no lo se, aunque posiblemente ni ellos mismos lo sepan si se les preguntase. Hay convocatorias que nacen de nuestros impulsos sentimentales y, que escapan –afortunadamente- al estrecho marco de la racionalidad. Pertenecen a una generación tremendamente sufridora y, donde seguro que cualquiera de ellos, ya ayudaba al mantenimiento de su casa desde su temprana infancia. Sufrieron en sus carnes los zarpazos de una cruenta Guerra Civil y una larga posguerra de hambre, privaciones y una durísima lucha por la supervivencia en el día a día. Insisto, las estaciones de trenes representan una de las cimas sentimentales de la vida y la literatura. Sueños que viajan en trenes de largo recorrido buscando nuevos horizontes o escapando del desamor, la miseria y la irracionalidad de los “humanos”.

Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano. (A.Machado)

Allí los veo cada martes y me enternezco con su estampa propia de un cuadro de Sorolla. Impasibles y dignos ante la barbarie que nos rodea. Seguramente los trenes los retrotraigan a aquellos que cogieron sus hijos para emigrar a Alemania, Bélgica o Cataluña. Estaciones donde despidieron a sus nietos buscando un futuro que aquí se les negaba. Saben ya –definitivamente- que la vida la marca el reloj del tiempo de los sentimientos con sus minutos de gozo y pena. Poseen, que no es poco, la capacidad de disfrutar del sosiego y la templanza que les proporcionan los días y las horas empleados a su libre albedrío. El Tiempo en sus manos. Deseo fervientemente, que cuando rompan cada día este mágico ritual de encuentros en estaciones de trenes, les esperen en sus casas la ternura y la comprensión que se han ganado a pulso. Son ya una generación en vías de extinción, y que nos reconcilian con lo mejor que pueda haber en cada uno de nosotros. Ojala a su vuelta hogareña no les aguarde la soledad o el despotismo de hijos y nietos. Posiblemente ya sean pocos los trenes que verán partir y llegar. Lo importante es, que si alguna vez están vacíos los bancos de los andenes, los imaginemos allí eternamente silenciosos y cómplices.
Acordarnos de sus comentarios que iban directamente al meollo de las cuestiones (ayer cuando pase junto a ellos, uno comentaba sentencioso: “vaya la que está liando el Zapatero de los cojones”). Ellos son así, viven sin posibles atajos, ni escondidos tras las mentiras camufladas en las esquinas de acero. Los consideramos caducos y trasnochados y hoy lo estamos pagando muy caro.

Allí seguirán –así lo espero y deseo- cada martes con sus mascotas y sus bastones erguidos hacia el cielo. Dignos y conciliadores. Sabios y filosóficos. Nobles y espartanos. Gente del ayer, del hoy y del mañana que cargaron sobre sus espaldas el saco de la decencia, el sacrificio y el esfuerzo. Titanes de luz y sombra que supieron “tirar palante” contra viento y marea. Son en definitiva, el ultimo reducto sentimental de las Estaciones de trenes de los pueblos de España. Ojala tarden mucho todavía en subirse al tren de los que ya nunca retornan.

viernes, 25 de junio de 2010

Caballero del Cante y de la Vida



Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que, por doler, me duele
hasta el aliento. - Miguel Hernández -


Existen amaneceres que quedan marcados no por la primera luz que entra por tu ventana, sino más bien por aquella que te penetra por los recovecos del alma. La de hoy me llega teñida de la pena negra de la Siguiriya y el amargo y quejumbroso eco del Taranto. Me anuncia Ángel Vela desde su atalaya trianera que se nos ha muerto don Luís Caballero Polo. Ya había sobrepasado este sabio andaluz la difícil cima de los noventa años, siendo paciente victima de la desmemoria y del cruel deterioro físico que se hereda en los epílogos de la vida. Vivía rodeado del cariño de los suyos y esperando alguna visita que le devolviera a su pasado esplendor. Si asumimos con el paso de los años que vivir consiste en definitiva en amar y ser amado, no cabe duda de que este señorial Flamenco nacido en Aznalcollar, tan preclaro como bondadoso, tiene asegurada la eternidad (aquí en la Tierra como en el Cielo). Su porte aristocrático, su compromiso ético con el Cante y la Cultura, su insobornable lucha a favor de las libertades y su solidario y bondadoso sentido de la amistad lo hacen único e irrepetible. Solo puede haber un García Lorca; solo habrá un Ignacio Sánchez Mejías y solo existirá un Luís Caballero Polo. Aquellos que tuvimos la inmensa suerte de conocerlo y tratarlo nunca podremos olvidarlo. Es un claro referente de luna y sol, que se te instala en las paredes del alma y allí permanece arropado el resto de tus días. Su legado ético y estético traspasa las fronteras del Flamenco o de la cultura andaluza. Este ya eterno personaje andaluz, con su porte de patricio romano, forma parte indisoluble de nuestros sentimientos más profundos. Leer sus escritos, escuchar su cante y, sobre todo, recordarlo en su extremada bondad, será la mejor manera de inmortalizarlo. Gracias Maestro de todo corazón por haber tenido la inmensa fortuna de sentir cercana tu sabiduría. No se si existe la Gloria –en la que tu posiblemente no creías- pero creo que merecería la pena inventarla, para que tú la puedas disfrutar en compañía de aquellos que al ausentarse te causaron jirones en el alma. Descansa en paz don Luís y gracias, una vez más, por el placer de haberte conocido.

El Arte de saber escuchar





A vosotros, mis queridos e impagables patriarcas del Flamenco.


Lo han dicho siempre los que han llegado a entender este Arte parido y amamantado en Andalucía: “lo difícil en el Flamenco es saber escuchar” (por favor lean lo entrecomillado con acento andaluz). En definitiva este axioma de respeto y consideración que reclaman todos los artistas (la modalidad es lo de menos), debía –o debe- ser condición imprescindible, para que se produzca el mágico encuentro entre quienes construyen y lanzan su mensaje artístico, y aquellos que lo recibimos. He tenido la inmensa suerte, en mis ya largos años de aficionado al Flamenco, de estar rodeados de extraordinarios aficionados que, invariablemente, eran sumamente respetuosos y receptivos, aunque sin perder el sentido critico de las cosas (para mi opinión en algunos casos excesivamente puntillosos). La regla de oro era: primero tratamos al artista con mucho respeto y cariño. Ya después, y dentro de nuestra libertad individual, valoramos en su justa medida la calidad y autenticidad del mensaje que nos hizo llegar. No es de recibo que nos den “gato por liebre”, pero tampoco es cuestión de tener siempre de “guardia” al critico que todos llevamos dentro. Al Flamenco hay que “enfrentarse” con las ventanas del alma abiertas de par en par. Mi vinculación con el Arte Jondo es fundamentalmente como aficionado puro y duro. Para complementar esa afición, y darle rigurosidad y sentido intelectual, he intentado a la largo de los años ampliar mis conocimientos historicistas, antropológicos y musicales. Ampliando el área del conocimiento llegamos con más facilidad al núcleo de nuestros sentimientos. Nada existe para mi –a pesar de ser un lector y un cinéfilo empedernido- comparable a la afición por el Cante, el Toque y el Baile. Todo cuanto se haya grabado o escrito con rigor sobre este Arte termina siendo pasto de mis inquietudes. He escuchado cantar en los sitios más variopintos. Desde un pubs en Londres, pasando por teatros, peñas, festivales, cuartos y reuniones de cabales de las mas diversas (inolvidables las de Torres Macarena y La Carbonería). Esta afición la empecé desde niño asomado al balcón de los sentimientos jondos. Desde esta atalaya de mis pocos años veía pasar a mi padre por la calle de los cantes ebrio de vino y vida. Nunca me explicó mi progenitor la diferencia entre tal o cual “palo” (estilo). Solo necesitaba, por encargo de mi santa madre, el ir a buscarlo los domingos por la tarde a tabernas cercanas, donde remataban fines de semana de bautizos interminables, para comprender que en ese ambiente quedaría mi alma prendida para siempre. Lamentablemente para mí, Dios no me llamó por los senderos interpretativos del Cante. Mi talento musical no me da ni para una triste “salía”. La única salida gloriosa que hago es, al cruzar el dintel de la Colegial del Salvador detrás de mi Señor de Pasión, cuando la tarde del Jueves Santo está tocando campanas de gloria con sabor a día grande de la Ciudad.


Exquisitos y tremendamente valiosos fueron mis referentes intelectuales y sentimentales en el Flamenco, aparte de que tuve la inmensa suerte de que me brindaran su impagable amistad. Nunca les estaré lo suficientemente agradecido.

De Pepe Blas Vega aprendí el rigor, la objetividad y la seriedad con que debe tratarse este Arte. Si la investigación en el Flamenco tiene una cima, esa hace tiempo que la conquistó este madrileño que se enmaraña de libros antiguos y documentos, para decirnos sin apelación de que va esto, quienes dicen la verdad y quienes tratan de embaucarnos. De Luís Caballero Polo su talento, su porte señorial, su creatividad, su templanza, su lucha tenaz por supervivir sin que la dureza terrenal obviara sus ansias de cultura, y el inmenso legado de Cante y vida que nos deja a quienes navegamos por los mares de los sueños andaluces y flamencos.

De Manuel Centeno Fernández, mi añorado y querido compadre del alma, aprendí… (permitirme un inciso). ¿Que podría yo deciros sobre lo que me enseño este ilustre vecino de la calle Bailén? Pues: todo, absolutamente todo. Pontificaba –sin pretenderlo- cada vez que hablaba de Flamenco. Sinceramente, sino hubiera tenido la suerte de conocer y tratar a Manolo Centeno (y a su hermano Antonio) nunca habría tocado el cielo del arte Jondo con la palma de la mano. Recuerdo una lección que me dio en Torres Macarena y que nunca podré olvidar. Era una época de fuertes –y estériles- polémicas flamencas. Le empecé a comentar alterado que “fulanito” había criticado no se que cosa de “zetanito” y me dijo con su voz aguardentosa: “Niño, pasa de esta gente y dedícate a disfrutar del Flamenco. Que las aficiones están hechas “pa” gozarlas, que de los problemas ya se encargará la vida”. Sabiduría flamenca y humana en estado puro.

martes, 22 de junio de 2010

El Equipo de los trece barrotes



A la memoria del mítico León Lasa que eternamente será “uno de los nuestros”

Desde hace ya unos largos e interminables años el Real Betis ya no es el Equipo de las trece barras. Ha pasado ha ser el de los “trece barrotes”. Barrotes labrados a sangre y fuego en libretas de diteros inmisericordes de corrales de vecinos. Ya es mucha penitencia la que estamos pagando los béticos por creernos-ingenuamente- que hay quien daba duros a tres pesetas. Al final, como pasó siempre, nos reclamó las dos pesetas que faltaban con un fuerte incremento por los intereses devengados. Nada nuevo bajo el sol: picaros e ingenuos cogidos de la mano por los senderos de la vida. El pasado sábado día 19 de junio pasará a formar parte destacada del negro calendario de los sentimientos verdolagas. Un nuevo día aciago para incluir con una nueva mueca en la escopeta loperiana. Solo dio la talla –una vez más- con matricula de honor la increíble Afición verdiblanca. Tengo amigos sevillistas de mucho caché, que no tienen reparos en reconocer, que la dosis de sacrificio y fidelidad que demuestran los béticos es única e increíble. Tenía serias dudas si me apetecía en caliente escribir un Toma de Horas con sabor a nostalgia por los paraísos perdidos: cabezazos de Ansola; regates de Luís del Sol; galopadas de Rafael Gordillo; “tostás” de Rogelio; goles trianeros de Quino; golpes francos de Calderón; pases de Cardeñosa; cruces de Eusebio Ríos; saltos de Antonio Biosca; paradas de Esnaola……pero, al final, una imagen en el estadio de Heliópolis del pasado sábado terminó por despejar mis dudas. Era la de un niño llorando desconsolado abrazado a su padre, mientras que la madre emocionada tampoco podía contener las lágrimas. Sentimiento verdiblanco en estado puro. Absolutamente ajeno a acciones, simulacros de ventas y mercadería usurera del: “hoy tengo más que ayer pero menos que mañana”.

El llanto desconsolado de ese niño me conmovió hasta los cimientos de mi –ya torturada- alma verdiblanca. Cuando enfilaba la Palmera de la mano de mi tío Antonio, yo también fui un chiquillo que lloraba para sus adentros las derrotas verdolagas. Recuerdo como si fuera ayer cuando el Betis subió a Primera de la mano de Antonio Barrios. Aquel día me abracé a mi tío llorando de alegría. Entonces me dijo algo que el tiempo ha convertido en profecía: “aprovecha estos pocos momentos buenos, que nosotros casi siempre lloramos por los malos”. Lo clavó este cabal jerezano tan querido como añorado.

No desesperemos, pues siempre después de la tempestad viene la calma. No hay Lopera que dure cien años ni bético que lo resista. Como canta el Dúo Dinámico: “Resistiré-mos”. Será duro y todavía nos quedarán algunos flecos que mover del mantoncillo de la zozobra. No pasa nada. Cuando nuestros nietos sean grandes, y caso de que todavía andemos por estos lares, les comentaremos que hubo una vez en esta tierra nuestra una época –que conseguimos superar- donde en la Moncloa mandaba don José Luís; en la Plaza Nueva don Alfredo y, en la calle Jabugo, don Manuel. Solo espero y deseo de todo corazón no volver a ver a niños y a gente joven –de cualquier equipo de la Ciudad- llorando de pena e impotencia en campos de fútbol, victimas de la codicia y el mercantilismo de unos aprovechados secuestradores de los sentimientos más nobles. Paciencia, que ya queda menos para que el Betis cambie los trece barrotes por las trece barras.

lunes, 21 de junio de 2010

¡Padre, perdonalo porque no sabe lo que hace!


Llegaste a la Ciudad sobre 1620. De manera silenciosa fuiste acaparando silenciosamente los más nobles sentimientos de sus habitantes. Las generaciones de sevillanos se iban relevando en el tiempo, pero Tú permanecías inalterable en tu acogedora morada. Eras el faro donde podían dirigirse los que navegaban sin rumbo por los procelosos mares de la vida y las cosas. Viste como pasaban por tu puerta las graves epidemias que padeció la Ciudad. Como no querías abandonar tu sitio de sombra y luz, encargaste al Cardenal Spinola que recorriera en tu nombre la Ciudad para conmover el corazón de los ricos. Tú no estas siempre con la pobreza, sino más bien formas parte indisoluble del alma y los sentimientos de los pobres. Escuchaste desde tu pedestal de Amor y Caridad retumbar por tus calles los cascos de los caballos de los “gabachos”. Intentaban invadir España, pero sabían que Contigo uno termina siendo siempre el invadido. Eternamente atrapados por la Fe y el sosiego que desprende tu dulce mirada. Luego, en nuestra Historia más reciente y perversa, viste pelear a hermanos contra hermanos en una cruenta Guerra Civil. Dicen, los que te visitaban a diario, que nunca tu divino rostro expresó de manera más nítida el dolor y la pena. Pero allí seguías en el corazón de San Lorenzo, sin que contra Ti se levantara ni el aire que te secaba las gotas de sudor de tu cara. Todos a tus plantas, donde desparramas el consuelo para el afligido y la paz que necesita el naufrago de la vida. Tú estabas por encima de banderías y de fanatismos anticlericales. Cada sevillano, independiente de ideología, sabía que Tú eras el último reducto donde acudir en busca de consuelo. En Sevilla para creer en Ti no hacia falta ni creer en Dios. Tú eras, eres y serás la máxima expresión con que la sevillanía entiende al Hijo de Dios hecho hombre. Ayer, un nefasto domingo 20 de junio del 2010, fuiste salvajemente agredido. Quiero y necesito creer que quien lo hizo fue victima de la locura que forma parte de nuestra actual vida cotidiana. No puedo, ni quiero, concebirlo de otra manera. Te zarandeó y consiguió arrancarte un abrazo. El mismo con el que sostienes tu Cruz y nos ayudas a llevar las nuestras. Pero, pensándolo bien, ¿quién puede arrancarte algo a Ti? Tú si que puedes arrancarnos a nosotros de cuajo nuestra carga de orfandad y desconsuelo. Insisto, no se quien ha sido tu agresor ni me interesa. Posiblemente un lobo solitario que se niega a buscarte en su malévola locura. Yo se que Tu ya lo has perdonado. ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlo? Mantenlo en tu Divina bondad siempre en la inopia. No puede existir mayor pena para un sevillano que vivir siendo consciente de haberte agredido. Dentro de un rato saldré de mi cueva e iré a verte a San Lorenzo. Da igual que ahora no estés físicamente. Tú siempre lo estas espiritualmente. Hasta cuando de noche está cerrado el pórtico de tu Basílica te haces omnipresente. Hoy, me gustaría pedirte un favor, no es día para visitarte en solitario. Deja que baje un momento de los cielos mi abuela Teresa para acompañarme a verte. También, y puesto a pedir, permite que mi madre abandone la residencia donde pasa sus últimos días para que se una a esta comitiva sentimental. Iremos a verte en cuerpo y alma y, hoy, permítenos que hagamos contigo una excepción y podamos decirte: “Gran Poder, como sabemos que estas pasando malos momentos, pide de nosotros cuanto quieras y necesites”.

Farmacia de guardia




Con todo mi afecto a Martín Carlos y a Cristóbal que ennoblecen a diario este milenario oficio.

(A la botica, niña,
no vayas sola;
que el boticario, niña,
gasta pistola). –Alegrías de Cádiz-


Los tiempos cambian que es una barbaridad, como diría un castizo. Bien cierto es. Vivimos a una velocidad de vértigo, y lo que inventamos el lunes ya está anticuado el miércoles. Modas y costumbres de hace tan solo unos pocos años se nos presentan hoy día prendidas en un halo de añeja antigüedad. Cuando los cambios determinan el que vivamos mejor, dentro de unos parámetros de mayor comodidad y seguridad, facilitándonos eso que hoy llamamos eufemísticamente “calidad de vida”, pues bienvenidas sean estas genuinas transformaciones. Posiblemente, la generación que nacimos en los duros y terribles años 40, seamos los que más hemos apreciados –y valorados- estos profundos cambios sociales. Sin duda ha sido en la Medicina donde más hemos experimentados sustanciales y beneficiosos avances tecnológicos. Pero hoy quisiera detener este Toma de Horas en la puerta de la recordada y añorada “Farmacia de Guardia” de Antonio Mercero (eso si que era una tele de sano entretenimiento y no la bazofia que nos largan en la actualidad) y, pasar a su interior, por si nos pueden recetar algún medicamento de urgencia para que sane y recupere el pulso nuestra enferma Ciudad.

Las farmacias han experimentado un cambio de mil pares de narices. Hoy son sanatorios que se encargan de cuidar nuestros maltrechos cuerpos por dentro y por fuera. Cientos de productos que consiguen neutralizar nuestros molestos gases, pertinaces toses (productivas o secas) y aliviar dolores de distinta índole y condición. Diversos potingues que consiguen milagrosamente retrasar nuestro inevitable envejecimiento. Guerra a las arrugas y a las carnes flácidas, las mismas que pugnan por rebelarse entre estrechos cinturones y que se comprimen dentro del territorio de sufridos sujetadores. Si no consigues llegar a ser un metrosexual al menos procura llegar a los treinta centímetros (no seáis mal pensados que no va la cosa por los “países bajos”).

Que lejanas en el tiempo nos quedan las recordadas y emblemáticas boticas de nuestra infancia. Con sus mostradores de madera y sus tarros de cerámica trianera perfectamente alineadas en la parte más alta. Con sus serios dependientes de batas blancas y sus infalibles formulas magistrales. En un lateral pesos que funcionaban con una moneda, y que te indicaban tus kilos mediante una flecha en su cúspide circular. Detrás de los mostradores pequeños pesos curvados, para pesar a los recién llegados a la Tierra de María Santísima. Te tomaban la tensión en el interior con un artilugio que funcionaba apretando una perilla de goma, parecida a aquellas que llenas de polvos de talco te esparcían los barberos en el cogote, después del siempre ingrato y sufrido pelado (hoy llamado sutilmente “corte de pelo”). ¡Que tiempos aquellos!
Hoy las farmacias han cambiado de una manera rotunda y vertiginosa. Ya no solo ha desaparecido la figura de la “Farmacia de Guardia”, sino que la libertad de horario ha propiciado que todas estén abiertas un montón de horas (la Farmacia más importante de mi barriada de Pino Montano, la del impagable y excelso farmacéutico Cristóbal, abre los 365 días del año y 24 horas cada día. Presumo que el siguiente paso será que soliciten del Gobierno años de 370 días).

Afortunadamente han descendidos drásticamente los atracos a las farmacias. Hace muy pocos años eran atracadas de manera permanente (una enfrente de mi casa fue desvalijada tres veces en una misma semana). La causa creo que obedece a que, entre dependientes y clientes, ninguna farmacia se queda sola y a merced de los cacos a ninguna hora del día. Comentar a las 12 de la mañana: “voy a la farmacia por paracetamol”, equivale a decir que no te esperen para almorzar. Curiosamente y gracias a las series de la tele dedicadas a médicos y hospitales (House, Anatomía de Grey, Urgencias, Trauma…..) ya los conceptos de nuestros achaques más diversos han variado sustancialmente. Donde ayer decíamos que teníamos ardentías o de manera más cursi acidez, hoy lo que notamos es que “tenemos algo elevados los jugos gástricos”. Al dolor de cabeza hoy lo interpretamos como “una inflamación del lóbulo occipital derecho”. Ya nuestro niño no se ha levantado con destemplanza, sino que “le notamos discontinuos los picos febriles”. Vamos a los médicos y más que los síntomas les comentamos las posibles soluciones a lo que creemos tener. Guardamos los análisis y establecemos comparaciones con los anteriores. Colesterol, glucosa y triglicéridos son detectados en las farmacias mediante un pequeño pinchazo en la yema del dedo. Bien está el cuidarse para afrontar nuestra última etapa existencial sin tener que depender de los demás. Mejor donar- como hemos hecho muchos hermanos de Pasión- nuestros órganos, que dejarlos a merced de los estragos del tiempo. Pero, algo de nuestro cuerpo habrá que gastar como signo inequívoco de haber vivido. Ser un muerto muy sano no es sinceramente muy edificante. Como decía el párroco de Cartaya en relación a las misas de difuntos: “yo no quiero que se muera nadie, pero que tampoco me falte mi chorreito”.

viernes, 18 de junio de 2010

Calle Pureza




El pasado fin de semana, en lo que a movida cofradiera se refiere, la siempre soñada Triana estuvo respirando a pleno pulmón. Dos acontecimientos acaecieron en el arrabal trianero con marchamo de cofradías de altos vuelos celestiales y, con grandes devociones en nuestros sentires terrenales. Dos hermandades con olor a menta y canela, a fragua y a tejares, a mares de los sueños y a la nostalgia de sus hijos desterrados de las entrañas trianeras. Dos, eran dos las que nos convocaban: la Esperanza y la Estrella. Por distintos motivos, pero convocados al fin y al cabo a cruzar el Puente (para aquellos que ya viven exiliados sentimentalmente en el “otro lao del río”). La primera para votar en cabildo el autorizar a que el Señor de las Tres Caídas viaje a la Villa y Corte, de esta cada día más irreconocible España. Los acontecimientos ocurrieron más o menos de la siguiente forma y manera: el Cardenal Rouco Varela le solicita a nuestro Arzobispo, don Juan José Asenjo, que vería con buenos ojos el traslado a Madrid de alguna de nuestras imágenes más emblemáticas. Sería con motivo de la visita papal en agosto del 2011 y, con ánimos de situarla dentro del Vía Crucis que se celebrará en tan señalado día. Así se lo hace saber nuestro arzobispo al Consejo General de Hermandades y Cofradías y, una vez descartado tajantemente el traslado del Cachorro por la Hermandad del Patrocinio, se piensa en el Señor de las Tres Caídas y así se la hacen saber a su Hermano Mayor. Se garantizaría cualquier eventualidad en el traslado con una póliza de seguros suscrita con la Compañía Helvetia. Aparte de que habría una partida compensatoria para la Hermandad de unos 64.000 euros. Con todos estos elementos don Adolfo Vela, Hermano Mayor de la Esperanza, se anima con el proyecto y, comete un serio error de apreciación, más un supino desconocimiento de por donde caminan los sentimientos cofrades de la gente. Procede a convocar cabildo el pasado viernes para votar en consecuencia. Y pasó lo que tenía que pasar: 418 votos en contra del traslado; 121 a favor y, 5 abstenciones. Lo triste es que se ha abierto una brecha entre hermanos trianeros de base y su Junta de Gobierno, lo que a medio plazo puede resultar complicado. Y, aparte, aparece de nuevo lo que siempre resultó una constante histórica en nuestra Ciudad: las polémicas estériles con el Arzobispado. Nuestra ya larga historia semana santera está plagada de desencuentros y roces con la alta jerarquía eclesiástica. Si se me permite, y dicho con todo respeto, considero que don Juan José Asenjo, nuestro culto y respetado Arzobispo, debería asesorarse a través de personas sensatas y preparadas –que haberlas hailas- sobre las complicados entresijos de nuestra Semana Mayor y sus variopintas hermandades. Córdoba, hermosa donde las haya, tiene poco que ver con Sevilla en su idiosincrasia tradicional, espiritual y sentimental. Todos los intentos de “meter en verea” a los cofrades sevillanos siempre serán, aparte de estériles, contraproducentes. Las imágenes tienen fundamentalmente un magnético poder de atracción, y son el centro neurálgico de confidencias, peticiones, agradecimientos y lamentos del pueblo llano. Tienen un sitio natural que son sus capillas y allí es donde nosotros nos dirigimos en sevillana peregrinación. Si el esfuerzo para desplazarse es grande, mayor será la recompensa que se espera recibir. El Señor de las Tres Caídas tiene su casa en el corazón de la calle Pureza y es allí donde únicamente podemos encontrarlo. Excepcionalmente, en la Madrugá de llanto, gozo y escalofrió se pasea esplendoroso por la calles de la Ciudad. Pero solo será un camino de ida y vuelta de unas pocas y sentidas horas. Las imágenes no viajan sino que mas bien procesionan.

¿Que se le ha perdido a este ilustre y venerado trianero en Madrid? Nada, y así lo han entendido sus hermanos. ¿Qué viene el Santo Padre? Pues bienvenido sea Su Santidad, pero él sabe donde hay que buscar al Hijo de Dios hecho hombre. Que lo busque primero en los ojos desconsolados de niños hambrientos y abandonados a su triste destino. En el desconsuelo de mujeres y ancianos maltratados por canallas inmisericordes. En la miseria de los que sufren hambre y sed de justicia. Si alguien le habla del Señor trianero de las Tres Caídas y pregunta como puede verlo, no temáis decirle la verdad. Decidle: “Eminencia Reverendísima, preguntad en los caminos de Dios por el barrio de Triana, una vez cruzado el Puente gire la segunda a la izquierda y allí veréis un cartel que dice: destino Calle Pureza”.

Del otro acontecimiento acaecido este pasado fin de semana en Triana, poco puedo contaros que ya no sepáis. Salió el sábado la Virgen de la Estrella por las calles de su barrio. Se cumplía el 450 aniversario de la fundación de la Hermandad. Ella iba esplendida tras su magnifica restauración y recorrió Triana en olor de multitudes. Sinceramente no soy partidario de salidas extraordinarias, creo que todo lo que se sobredimensiona termina por ensombrecer el rito. Pero es mucha virgen la de la Estrella para que nada pueda oscurecer su extraordinario fulgor. Aparte de con la que está cayendo sobre nuestras maltrechas economías, resultaría fatuo y baldío en estas circunstancias, debatir sobre la conveniencia de que se produzcan tantas salidas fuera de su contexto natural: los días de la Semana Santa sevillana. Corren malos –muy malos- tiempos para la lírica.

miércoles, 16 de junio de 2010

Por sus obras los conocereis



Este cuarenta de mayo hubo que volver a ponerse el sayo por vía de urgencia. El día amaneció de un otoño subido que daba vértigo. Fuerte viento, frió, lluvia de la gruesa y, para que todo fuera completo, un montón de paraguas “de los chinos” descuajeringados junto a los contenedores. Todo más propio de “febrerillo el loco”, o de cuando el Viernes Santo el Cachorro se va a acercando a la Iglesia de la Magdalena. Días –a quienes sus obligaciones se lo permitan- de guarecerse en las cuevas y “matar” el tiempo entre lectura, música, videos y, asomándose de vez en cuando a las ventanas, para ver la titánica lucha de la gente con sus paraguas.



Esta tarde vi llover,
vi gente correr;
y no estabas tú.


Tiempo pues de guardar la cada día más vacía agenda en un cajón y llevar a rajatabla aquello de: al mal tiempo buena cara. La mañana –hasta el copazo de manzanilla de mediodía- la cubrí terminando de leer “El Manifiesto Negro” de Frederick Forsyth. Luego un papeo liviano para no perderles el hilo a los metro sexuales y, después de una corta cabezada, a enganchar en el video -¡que buen invento!-un doble capitulo del CSI Miami. Posteriormente, empiezo a zapear por esas teles de Dios y me encuentro de bruces en la 2 del Canal Sur con el “Debate del estado de la Comunidad”. Si trasladamos ese “estado” a lo civil no sabría decirles si nuestra Comunidad es soltera, casada, separada, divorciada o posiblemente lo que mejor la defina sea la viudedad. Está en el uso de la palabra don Javier Arenas, y a pesar de que hace tiempo desistí de entrar al trapo en estos “circos” de la política, hago de tripas corazón y aguanto un rato la terna. Habla el señor Arenas (por cierto: ¿alguien cree que este hombre ganará alguna vez unas elecciones en Andalucía? Si el PP hubiera presentado a Manuel Pimentel o a Amalia Gómez a las elecciones autonómicas, don Manuel Chávez llevaría bastante tiempo en la bancada de la oposición) y hace una pormenorizada exposición de los males endémicos que afectan a nuestra tierra. Paro creciente y galopante; falta de inversiones; graves problemas estructurales en sanidad y educación y, la urgente necesidad de recortar gastos en una Administración súper inflada y a punto de reventar. Hecho de menos propuestas concretas para mejorar este -más que evidente- lastre que arrastra nuestra castigada y abandonada Andalucía. Le contesta el señor Griñán –del que esperaba que no fuera más de lo mismo- y lógicamente cuestiona los datos negativos aportados por el político de Olvera. El paro ha disminuido porcentualmente (¿); las inversiones superan a las de otras comunidades gobernadas por el PP; en Sanidad y Educación estamos que nos salimos (el riguroso Informe PISA suspende a España y le otorga a Andalucía las peores notas) y, que de hecho, Andalucía será la Comunidad donde mas recortes se hagan en la Administración Pública (¿han pensado seriamente alguna vez en eliminar las Diputaciones Provinciales y el dispendio de altos cargos y gastos superfluos?. También se comenta una historia sobre las bolsas de plástico de un solo uso (algo así como los preservativos de King Kong). Luego llega el turno de don Diego Valderas, y ya mi ejercicio diario de masoquismo no da para más. Habla de neoliberalismo; de pactos por la izquierda; de confraternidad entre PSOE y PP; de Socialismo del siglo XXI; de…..la mismas retahílas de siempre. La respuesta del señor Griñán no tiene desperdicio pues le termina recordando el Pacto Germano-Soviético firmado el 23 agosto de 1939 (¿).

Las dos preguntas que me surgen al desconectar la tele son: ¿cuántos andaluces estarán siguiendo estos debates tan “importantes” para la Comunidad? ¿Cuántos conocen siquiera su existencia? Los políticos –y bien que lamento agruparlos- han caído en barrena en su credibilidad popular. Han hecho verdad aquello de: “del dicho al hecho va mucho trecho”. La gente los asume como un mal menor y con una cierta resignación pesimista. La Democracia se vértebra sobre –y con- los partidos y sus distintas maneras de concebir la política dentro de un marco constitucional. Pero si no está armada la sociedad civil en un sentido crítico y participativo la Democracia siempre será de cartón piedra. Luego pasa lo que pasa: que la Clase política –según todas las encuestas- representa el tercer principal problema para los ciudadanos. Huelga decir que los dos primeros son el paro y la situación económica. ¿Catastrofismo?, posiblemente, pero que cada uno saque sus propias conclusiones y después actue en consecuencia. ¿Democracia?, siempre, pero con verdaderos demócratas y no con algunos personajillos de tres al cuarto.


lunes, 14 de junio de 2010

Los Hijos del Sol Naciente



Como cada lunes, acudo a mi sentimental y obligada cita con mis raíces más nobles y genuinas: mi visita a San Nicolás de Bari. Allí me esperan impolutos un reguero de recuerdos y sensaciones que, curiosamente, parecen renovarse cada mágico lunes en el calendario. La Reina de la Judería es la misma; el Señor de la Salud es el mismo; igual sigue el altar al Sagrado Corazón donde se casaron mis padres y, continúa en la misma ubicación la pila bautismal. La misma en la que mis hermanos y quien estos folios emborrona recibimos las dulces aguas de la cristiandad. Todo permanece igual en este sacrosanto lugar de la Judería sevillana (incluyendo un peculiar olor a madera antigua, quedando eliminado transitoriamente cuando la Candelaria inicia su esplendido y efímero reinado en su paso de palio). Somos nosotros los que al igual que en la novela de Marcel Proust (“En busca del tiempo perdido”) hemos cambiado. Los años se han apoderado de nuestros cuerpos y nuestras almas y, ahora en plena madurez, nos buscamos a través de las cosas cotidianas del pasado (Proust lo hacía en una magdalena mojada en el té, y yo percibo el ayer comprando una “regañá” en el Horno de las Doncellas). No solamente recorremos por medio del rito estos caminos sentimentales y espirituales, más bien es una manera de reencontrarnos con las sombras del pasado, para proyectarlas en luminosos halos de luz hacia el futuro. Vivimos con la esperanza de ser recordados por aquellos que tomen el relevo en esta carrera de sentimientos y tradiciones. No son eslabones engarzados en la cadena de los tópicos (como muchos pretenden y argumentan), más bien al contrario: intentamos dar sentido a nuestro pasado más noble, proyectándolo amorosamente hacia nuestros herederos sentimentales.

Por motivos estrictamente familiares, mi ruta “lunera” hacia San Nicolás ha variado de trayecto. Ya no encaro mi destino candelario por calle Federico Rubio hasta desembocar en la Plaza de Ramón Ybarra. Ahora lo hago a través de la Puerta de la Carne. Arranco en el semáforo de Casa Coronado con la antigua Casa Cobo y, siempre caminando en línea recta, me planto (valga la redundancia) a las plantas de la Candelaria. Hermoso y gratificante me resulta este recorrido peatonal “puertalacarnero”. Compruebo con satisfacción que, junto al entorno de San Lorenzo, me encuentro ante uno de los enclaves urbanísticos mejor conservados de Sevilla. Sus Casas-Palacios magníficamente restauradas están convertidas hoy en excelsos hoteles y administraciones de la Junta (imprescindible entrar por el Callejón Dos Hermanas y visitar el hotel “Las Casas de la Judería. Pura delicia para los sentires más genuinamente sevillanos). Con una de las iglesias más desconocidas y hermosas de nuestra Ciudad, la de Santa María de las Nieves (vulgo Santa María la Blanca), hoy a la espera de una imprescindible –y tardía- restauración que la devuelva a su antiguo esplendor. Configurada como una autentica joya del primer barroco andaluz. Todavía quedan por estos lares antiguos establecimientos que nos retrotraen a un tiempo pasado. Allí permanecen contra viento y marea la Freiduría en la frontera con Cano y Cueto; Calzados las Tres B; el Restaurante “El 3 de Oro; el Kiosco de Prensa y a sus espaldas, junto a la casa donde moró el insigne escritor José María Izquierdo, la Peña Bética Puerta de la Carne (decana de todas las peñas verdolagas). Pero, evidentemente, este querido entorno no podía resultar ajeno a esta marea amarilla que invade nuestra Ciudad: la de los Hijos del Sol Naciente.

Están por todas partes y la Puerta de la Carne no podía ser una excepción. Observo que han montado un nuevo restaurante chino justo enfrente de la antigua y añorada Confitería Castro. Dulce territorio del ayer de pitisús de chocolates, medias lunas, sultanas de coco y crujientes melojas. Pues allí, dándose de cara con esta desaparecida Capilla Sixtina del dulcerío más exquisito, nos estarán esperando los rollitos de primavera, precisamente en una Ciudad que es cualquier cosa menos un rollo primaveral. Aquí no existe mayor verdad que aquella dimanante de esos añorados y soñados días. Podemos ya constatar con rotundidad, que esta pacifica invasión asiática es un hecho consumado en nuestra tierra. Paso camino del Museo de Bellas Artes por la calle Alfonso XII y, justo enfrente de la Peña el Búcaro, observo un restaurante asiático. Al lado estaba en su día ubicada una biblioteca pública (hoy interesa antes que crear bibliotecas inaugurar campos de césped artificial) Ignoro que inventaron antes los chinos si la imprenta o la pólvora. Da igual: imprimimos las hojas en blanco de la desidia sevillana, mientras que procuramos que los delanteros de las barriadas periféricas no tengan “la pólvora mojá”. La misma semana acudo a través de la Alameda a mi visita semanal al mercadillo del Jueves y, compruebo sorprendido, que la antigua y muy flamenca “Las 7 Puertas” es ya hoy día un restaurante japonés. Cantes de vino y luna que ayer arañaban las paredes del alma y hoy son reciclados en samuráis haciéndose el harakiri. ¿Cuántos restaurantes asiáticos puede haber en Sevilla en la actualidad? Supongo que serán numerosos y cuya prosperidad estará íntimamente ligada a nuestra novelería culinaria. Lo que ayer conocíamos como “las tiendas de los veinte duros”, hoy ya han pasado a denominarse: “las tiendas de los chinos”. Todo sea bienvenido para cumplimentar nuestras necesidades de consumidores compulsivos, inmersos en una crisis galopante. Chinos y japoneses están llamados a comandar la Sociedad en un futuro no muy lejano. Son enormemente laboriosos y con una extraordinaria inteligencia que nace de la paciencia y la perseverancia. Son capaces hasta de asimilar como “ejecutantes” nuestro singular Flamenco. Tocan la guitarra, bailan e incluso son capaces de entonarse por Soleá. A pesar de las dificultades que les supone entender nuestra lengua y nuestro peculiar acento andaluz, cuando alguien les pide en una de sus tiendas “un cacharro pa calentá la leche”, acuden prestos y le traen un recipiente metálico para tal menester. China: República Independiente de Sevilla, ¿o no?

viernes, 11 de junio de 2010

Fumata blanca



A la memoria de don Cristóbal Colón que se trajo para Europa las hojas del fumeque.

El próximo uno de enero, y en el supuesto de que nuestro Gobierno no cambie de opinión (algo a lo que nos tiene tan acostumbrados), se prohibirá fumar en cualquier establecimiento público. Los fumadores tendrán que ejercer sus hábitos nicotineros bien en la vía pública o en sus ámbitos privados. El triangulo de la felicidad compuesto por café, copa y puro, quedará reducido a los dos primeros componentes. Así lo ha confirmado doña Trinidad Jiménez (por cierto de lo poquito que se salva del actual equipo de Gobierno) y, el consenso parlamentario, parece más que asegurado. A los fumadores les quedará el consuelo de los espacios públicos en abierto. Se fumarán uno tras otro esos cigarrillos compulsivos, cuando observan que pasan los minutos, y el equipo de sus amores no marca ni de carambola. Esos vegueros maestrantes saboreados con templanza, mientras se deleitan con el capote de Morante de la Puebla. Por cierto: ¡que portento de torero! Aquí, para no perder la costumbre, el tema de la prohibición del fumeque se hizo mal desde primera hora. Se le dio carta abierta a los pequeños establecimientos (bares y cafeterías) y, se prohibió el smoking a restaurantes, salvo que habilitaran una zona para tal menester. Evidentemente esta remodelación les supuso una fuerte inversión y a la postre (nunca mejor dicho) ha resultado mucho el dinero tirado a la basura. Al final nuestro Ministerio de Sanidad se dio cuenta que, las medidas a medias tintas, siempre dejan los problemas a medio resolver. Otros países ya hace tiempo que nos tomaron la delantera –como siempre- y aplicaron la normativa en toda su extensión posible: quien quiera fumar que lo haga en la calle o en su casa (que no estén tranquilos en sus habitáculos los fumadores, no vaya a ser que los denuncie su suegra “carca” o su niña “progre”. Tiempo al tiempo). Quiero pensar que dado nuestro interés morboso hacia lo prohibido, no nos vaya a ocurrir como en el Chicago de la Ley Seca, que bebían alcohol hasta las estatuas.


Nunca he fumado en toda mi vida, aunque reconozco que entraría por pleno derecho en la figura de lo que se llama clínicamente “un fumador pasivo”. Mi abuelo y mi padre eran fumadores compulsivos, y ambos cruzaron la frontera de los 90 años de edad sin dejar de encender varios pitillos al día. Si a esto le añadimos que la “vivienda” que disponíamos era más bien pequeña, ya me dirán cuantos de esos cigarrillos iban a parar a mis infantiles y juveniles pulmones. Luego siempre he trabajado con gente que eran fumadores empedernidos. Reuniones clandestinas, políticas y sindicales, en sitios cerrados donde el humo formaba parte inseparable del entorno. Después he comprobado a lo largo de los años que mis amigos reunían –y reúnen- dos elementos comunes: son invariablemente sevillistas y grandes y excelsos fumadores (posiblemente como no existe regla sin excepción, esta existe parcialmente en Miguel Ángel Fernández: fuma como un carretero pero al menos es bético como un servidor). En nuestras queridas y gozosas tertulias culinarias los veo fumar antes, durante y después de las comidas. Como aficionado al Séptimo Arte siempre me cautivó la inseparable vinculación del tabaco (más bien de su humo) con el mismo. Fumaban glamurosas las bellísimas mujeres fatales, y se insinuaban plantando en el careto del galán una sensual bocanada de humo.

Los malos de solemnidad (feos por naturaleza) fumaban placidamente mientras disfrutaban de sus perversos planes. Los buenos (guapos y justicieros) solo le pegaban un par de caladas al recién encendido cigarrillo. Luego lo estampaban en el suelo mediante un circular pisotón, y sin más demora a hacer justicia y conquistar chicas guapas por esos mares de Dios. Pero, permítanme un inciso, nadie ha fumado en el Cine como Orson Welles; Charles Laughton; Marlene Dietrich o nuestra sin par Saritísima (hoy consentido juguete en manos de ruines basureros catódicos).

Por tanto, queridos amigos fumadores, lamento que vosotros no podáis fumar en recintos cerrados, mientras que yo perderé mi antigüedad como fumador pasivo. Ahora ya os podéis imaginar como las pasaba Drácula con las ristras de ajo de los co…. y los crucifijos de marras (por cierto habría que dejar los crucifijos colgados en la paredes de las escuelas, aunque solo fuera para detectar a pequeños draculinos entre el alumnado). Pero quedaos tranquilos que mientras el Príncipe de las Tinieblas no podía ver el sol ni en un cuadro, a vosotros –y a mí- nos quedan días de sol para dar y tomar. Lo dicho: café, copa y…… ¡sin puro!

miércoles, 9 de junio de 2010

Atrapados en el reloj del Tiempo

Mala cosa es, además de preocupante, que no solamente empieces a percibir que el tiempo actual no solamente no te pertenece, sino que también te sientas extraño y molesto ante los aconteceres de la cotidianidad. Creías haber configurado a través de los años un armazón ideológico, espiritual, social y cultural, comprobando con desaliento que de poco o nada te sirve en la actualidad. No se trata de un canto al pesimismo, sino más bien el constatar que estas atrapado en el reloj del Tiempo. Hace ya algunos años que te decían de manera machacona que la cuestión era adaptarse a los nuevos tiempos. Que no se puede vivir prisionero de costumbres que hoy ya se nos presentan como obsoletas y trasnochadas. Renovarse o morir era en definitiva la disyuntiva. Pero, ¿cómo puedes dejarte atrapar por redes sentimentales que no están hechas a tu medida? Bien está que en lo material y en lo tecnológico tu vida –y la de los demás- haya variado sustancialmente. Cuando has vivido tantos años sin siquiera tener agua corriente, hacinado con tus padres y hermanos en un modesto cuarto de un corral de vecinos, ¿cómo no vas a saber valorar el confort del que disfrutas y del que has hecho participes a tus hijos en su crianza? Pero, ¿donde ha ido a parar ese proyecto de hombre con inquietudes políticas, sociales y culturales? ¿Qué nos queda de tantas ilusiones juveniles compartidas con gente de tu camada? Una, diez, cien, mil preguntas que se perderán sin respuesta como la ultima nube que se disipa en los atardeceres de verano. Insisto: no es un canto al pesimismo sino todo lo contrario. Más bien un último gesto de rebeldía, para comprobar si podemos hacer algo todavía para cambiar este estado de cosas. Que no tengas que decir dentro de poco: “el último en salir que apague la luz y cierre la puerta”.


Nos desayunamos, almorzamos, cenamos y nos acostamos con una batería de malas noticias que nacen de la insolidaridad, la barbarie, la desdicha, la corrupción o los abusos del poder. Te dicen que un canalla ha matado a su mujer y a sus dos hijos, para luego intentar (¿) suicidarse. Que un vecino de 60 años de edad que vivía solo, llevaba ¡dos meses! muerto en su piso. No es que notaran su ausencia, lo que ocurrió es que el tremendo olor que procedía del interior de su vivienda era insoportable. Que han muerto cinco trabajadores en Benacazón como consecuencia de una explosión producida en el taller pirotécnico donde trabajaban (siempre me provocó una tremenda impresión los accidentes laborales mortales). Que un “cuidador” reconoce haber violado sistemáticamente a un menor disminuido psíquico. Confiesa su horrendo crimen, para evitar una condena mayor a los cinco años que han pactados sus abogados. Las noticias provenientes allende nuestras fronteras mejor ni comentarlas. Que un político de… (pongan el Partido a su criterio que en todas partes cuecen y se roban habas), ha vaciado las arcas municipales y proclama–eso si-su inocencia a bombo y platillo. Posiblemente las únicas buenas nuevas de un telediario procedan de la sección de deportes. Allí nos congratulamos con los éxitos de la Selección española de fútbol; los impresionantes números en la NBA de Pau Gasol o la imparable carrera de Rafa Nadal. Pero, ¿algún ingenuo puede pensar que nos afectan anímicamente este reguero de malas noticias? Para nada, estamos instalados en nuestra autocomplacencia y encantados de habernos conocidos.

Nos han programado para el individualismo más feroz y por ahí andamos. Al convertirnos en sectarios y dogmáticos los políticos se han ganado su jugoso sustento a perpetuidad.

Con los acontecimientos actuales, suelo utilizar una vara de medir, que me retrotraiga a mis años infantiles y juveniles. ¿Qué opinarían mis padres o abuelos sobre tal o cual tema actual? Ellos, de manera rotunda, me dejan claro que efectivamente vivo en un tiempo que ya no me pertenece. ¿Alguien puede pensar que en un antiguo corral de vecinos se podía llevar un hombre dos meses muertos sin que nadie lo notara? ¿Algún canalla podría violar a un menor en un barrio de trabajadores sin que lo colgaran de una farola? Como cantó Bob Dylan: “La respuesta está en el viento”.

Hoy todo esto sujeto al filtro de lo Light y bajo la bandera del laicismo, la progresía de cartón piedra y lo políticamente correcto. Ya no somos gente de izquierda (que nadie sabe en la actualidad en que consiste) somos sencillamente: “progres”. Lo malo no es que todos los productos lleven códigos de barra, sino que nosotros –como un producto más- también lo llevamos. Nada ni nadie está –estamos- a salvo de esta corriente demoledora que solo persigue la victoria de lo insustancial, sobre lo verdaderamente importante e imperecedero. Quien más tiene es quien más vale y así nos luce el pelo (al que le quede todavía).

Leo no sin una cierta dosis de frustración, un artículo que a modo de presentación escribió el pasado domingo en el “Diario de Sevilla”, el candidato socialista a la Alcaldía sevillana, don Juan Espadas. Sinceramente, más de lo mismo. Nos habla de su abuelo Manolo represaliado durante el franquismo, de lo bien que lo ha hecho su antecesor (¿) y de que lo importante es conjugar tradición y modernidad en nuestra querida Ciudad. ¿Qué contradicción existe entre la salida del Corpus y la labor de la más que excelente Unidad de Quemados del Virgen del Rocío? Nada nuevo bajo el sol (que por cierto ya está calentando de lo lindo). Lamento lo de su antepasado señor Espadas, yo podría contarle la historia de mi abuelo Félix, pero seguro que volvería del más allá para reprenderme. Las pasó canutas este Maestro de escuela de Carmona, pero me enseñó a mirar hacia delante con los ojos limpios de lagrimas negras, y con el corazón abierto a la esperanza. Tampoco es cuestión de aburrir al personal con mis batallitas. Lo dicho, no tengo motivos –todavía- para dudar de sus buenas intenciones y le deseo fervientemente que, caso de salir elegido Alcalde de esta sufrida Ciudad, tenga toda la suerte del mundo en su gestión. Le ruego me perdone si no le voto –ni a usted ni a nadie- pero aquellos que estamos atrapados en el tiempo, ya dudamos hasta de nuestra propia sombra. Son ya muchos los palos recibidos para que este pobre borriquillo se crea que al final del camino le darán su zanahoria. Pero como la esperanza es lo último –o lo primero- que se pierde, hágame un pequeño favor: demuestre con los hechos que estoy equivocado, y esto será algo por lo que le estaré eternamente agradecido. Además, de vosotros los políticos, depende que no sigáis “gozando” en las encuestas del mayor de los descréditos.

lunes, 7 de junio de 2010

Calle de las Buenas Letras



- Hay libros que hablan y ciudades que viajan. – (Paul Auster)

Leo hace unos días en la prensa un dato de esos que te producen una noble satisfacción. Sevilla es la ciudad española donde más calles existen rotuladas con nombres de escritores; concretamente existen 475. Eso está bien. Ahora que parece haberse aplacado definitivamente el ardor guerrero de cambiar nombres de avenidas, calles y plazuelas, bueno es saber que nuestra urbe sevillana está jalonada de novelistas, filósofos, ensayistas, historiadores y poetas. Siempre tuve claro que nadie con las manos manchadas de sangre, puede tener una calle en ningún confín del mundo. El signo político es lo de menos. Los verdugos no tienen más credo que el tremendo dolor que provocan en sus victimas. El nombre de las calles solo debe –o debía- estar al alcance de aquellos/as que hicieron algo útil y provechoso para la Sociedad. Bien a través del legado de sus obras materiales, artísticas o benefactoras, o con el ejemplo de su comportamiento cívico. No debería resultar tan difícil dilucidar, por medio de historiadores rigurosos y objetivos, los claroscuros de cualquier personaje histórico. Afortunadamente, el que los escritores en Sevilla ganen en el callejero por goleada me parece digno de alabanza. Los escritores representan la sal de la tierra. Con ellos soñamos, reflexionamos, aprendemos y conseguimos escapar de la férrea y asfixiante vida cotidiana. El guión de una película, una obra de teatro, una novela, un ensayo o un poemario son vehículos que nos ahondan en el conocimiento del alma humana. Para lo bueno y lo malo nos hacen crecer como las raíces de las plantas. Eso si, siempre aferrados a los cánones de la hermosura y el arte. Calles de escritores: calles del canto a la belleza y a la vida. Esto –desgraciadamente- no es óbice para que la mayoría de los sevillanos sepan donde está la calle Mateos Gago, y muy pocos conozcan la vida y la obra de don Francisco Mateos Gago Fernández (1827-1890). No me mueve al hacer este comentario un fatuo ejercicio de erudición, sino solo constatar un hecho palpable y desolador de la actual incultura ciudadana. A pesar de las numerosas –y fáciles- posibilidades de aprendizaje que hoy se nos ofrecen, pasamos olímpicamente de “comernos el coco” desentrañando las claves de nuestra Ciudad, que a la postre y sin animo chovinista, se nos presenta como la más importantes de la vieja Europa.

Un íntimo amigo de esos que están en todas y que casi siempre atinan con sus comentarios, me dijo en una ocasión que las calles sevillanas -con sus nombres- debían resaltar y rendir homenaje a los objetos y las cosas que la han hecho eterna en el tiempo. De hecho ya existen algunas rotulaciones (por cierto quien es el proveedor del pegamento que no hay uno entero y sin que le falte alguna letra, seguramente el pariente de algún “baranda”) de calles rotundamente hermosas. Por ejemplo: Doncellas, Vida, Agua, Cruces, Sol, Golondrina, Mármoles, Pimienta, Aire, Verde, Betis (por el río no seáis mal pensados), Pajaritos (hoy lo que abundan desgraciadamente son los “pájaros”, que cuando levantan el vuelo se llevan en el pico el bienestar de los nuestros), Alondra, Alianza, Costaleros, Curtidores, Pureza, Vírgenes, Soleá, Levies, Lirio.……todas rotundas y alegóricas a nuestro sentido de la vida y las cosas. Calles con nombres eternos y sin ninguna posibilidad de cambios. Están a salvo de veleidades noveleras de algunos políticos de tres al cuarto. Calles en definitiva que siempre nos retrotraigan a un tiempo –sin tiempo ni medida- donde fuimos felices e inocentes.
Tiempo de la niñez donde aun nos quedaba bastante lejos una época de pesadilla, donde mandaría en la Aldea Global un tal George Busch júnior; en España don José Luís Rodríguez Zapatero; en Andalucía don Manuel Chaves González; en Sevilla…….(que no, que no lo pienso nombrar) y en el Betis don Manuel Ruiz de Lopera. A menos que me falle la memoria creo que ninguno tiene todavía calle en Sevilla. Pero por si acaso mejor no dar ideas.

Pero uno que yo me se debía tener su nombre no en una calle sino en una plaza: la de la Encarnación. Una vez terminado (¿) este engendro arquitectónico, debía rotularse dicha plaza con el nombre del autor político de este monumento al despilfarro, la irracionalidad urbanística y el ninguneo al ciudadano. De esta forma se impedirá que el tiempo y sus falsas interpretaciones, terminen culpando de este desaguisado a los sufridos placeros del Mercado o al Rey San Fernando. A esta gente les deja tu un rato la Historia, y te dicen que el Descubrimiento de América fue debido a la intersección de Leire Pajín. Pues de sobras es sabido que Isabel la Católica era del PP, y por tanto poco propensa a aventuras vanguardistas marineras y abiertas a la aventura.

viernes, 4 de junio de 2010

Cuarteto de Alejandría



Con la designación la pasada semana de Juan Espadas como candidato a la Alcaldía sevillana por el PSOE (por cierto: ha resultado patética la pesada y esperpéntica manera, con que los jerarcas socialistas sevillanos han “gestionado” este tema, mareando una perdiz que llevaba tiempo cazada y metida en el zurrón), ya está configurada la terna electoral para los próximos comicios electorales para dilucidar quien gobernará en la Casa Grande. A saber: Juan Espadas (PSOE); Juan Ignacio Zoido (PP); Antonio Rodrigo Torrijos (IU) y Pilar González (PA) (ignoro quien es –o será- el candidato de UPyD y las expectativas electorales municipales de esta formación). Parece que con el tiempo cobra forma, la inverosímil teoría referente a que el PSOE intentó convencer a Alfonso Guerra para encabezar la candidatura sevillana de los socialistas. Me parece que se trataba de mucho pez para tan poca caña. El rechazo de este político sevillano nacido en la calle Rastro estaba más que cantado. Administrar la “herencia” política de…… (sigo en mis trece de no volver a nombrarlo) es algo ciertamente engorroso. El candidato socialista a los próximos comicios municipales se tendrá que enfrentar a dos cuestiones fundamentales y de distinto signo. La negativa sería que tendrá que pagar un alto coste electoral por la nefasta política de su antecesor en el cargo. La positiva consistirá en que mejorar la “gestión” del anterior Alcalde de la Ciudad no le debería resultar excesivamente complicado. Ignoro que cualidades políticas y de gestión posee el señor Espadas. Viene avalado por un buen trabajo en la Consejería de la Vivienda de la Junta y, por una cuestión de principios, no voy a enjuiciar una labor que todavía ni ha comenzado siquiera. Eso se lo dejo a otros que escriben al dictado de las líneas editoriales que les marcan sus jefes más directos.


Juan Ignacio Zoido, a la sazón candidato de los populares, ha dado muestras inequívocas de conocer -y enfrentarse a pie de calle- los problemas que padecemos los sevillanos. Ha dejado claro, que caso de no resultar elegido como nuevo Alcalde de la Ciudad, abandonará la política para retornar a sus actividades como juez en excedencia. Ignoro si es la persona que esta Sevilla de nuestros amores y desvelos demanda y necesita. Sinceramente no lo se. El señor Zoido no debe olvidar que esta Tierra de María Santísima es compleja e ingrata. Seguramente, los mismos vecinos que le han reclamado permanentemente para que les resuelva problemas (a los que los responsables municipales hacían caso omiso), luego terminen votando a los socialistas. Ejemplos hay tantos como “chorizos” había en la expoliada Marbella.


Antonio Rodrigo Torrijos (IU) es quien más fácil lo tiene. Conforme se acerque la campaña electoral se irá soltando de la mano de los socialistas. Arremeterá contra tirios y troyanos y guardará –eso si- en un cajón con la llave puesta el Pacto de Progreso, siempre a la espera de una próxima reedición. Después, y una vez que los resultados electorales dejaran al PSOE en las puertas de la mayoría absoluta, esperará pacientemente a que suene el teléfono rojo de su sede, para que todos podamos –mejor puedan- seguir “progresando”. Sus dos o tres concejales siempre estarán dispuestos para formalizar una mayoría de izquierdas. Todo sea por la “causa” de los sufridos trabajadores de la Ciudad.
Pilar González (PA) (de la que tengo, aun sin conocerla, una más que excelente opinión) es una de las grandes incógnitas de estos comicios. Todavía está pendiente que los historiadores analicen en profundidad los avatares de su formación política, la misma que ha pasado de tener presencia propia en el Parlamento español a ser un grupo extraparlamentario en su propia tierra. Pactaron con Dios y el Diablo para compartir parcelas de poder y eso, a la larga, se termina pagando. Sus fraticidas luchas internas hicieron el resto, y terminaron por demoler el edificio político andalucista. Tiraron por la borda en tres días el trabajo eficaz y sacrificado de muchísima gente. Fueron quienes más lucharon por la autonomía andaluza y por sacar a Andalucía de su ancestral subdesarrollo. Desde su creación en 1971, como Alianza Socialista Andaluza (ASA), hasta la fecha han pasado por distintos avatares y, en la actualidad, se encuentran deambulando por una larga travesía en el desierto. Recogieron el legado político de Blas Infante y no supieron –o no les dejaron- que el pueblo andaluz lo tomara como propio. A pesar de sus muchos errores de estrategia y táctica política, la Historia no les ha hecho justicia. Aportaron grandes nombres a la política andaluza, los mismos que hoy han sido absorbidos y ninguneados por las maquinarias de los grandes partidos. En el caso concreto de Sevilla dieron nombres relevantes a la política municipal. A destacar los recordados alcaldes Luís Uruñuela y Alejandro Rojas Marcos (los consideramos políticamente “cortitos” en su día, sin saber lo que nos llegaría con posterioridad). Proporcionaron a la Ciudad dos de los mejores concejales que han pasado por la Casa Grande, Rafael Carmona y Paola Vivancos, que fueron los que en soledad y contra viento y marea destaparon el turbio asunto de las facturas falsa del Distrito Macarena.

Pues por ahí anda a grosso modo este “Cuarteto de Alejandría” (PSOE, PP, IU y PA). Sin ningún género de dudas nos espera un año bastante difícil en la Ciudad. Estamos –estaremos- sin Alcalde (que ya vive pensando en su futuro político), y con unos graves problemas soterrados en aras de ver quien se lleva el gato al agua (a la del remozado estanque de la Plaza de España). No tengo claro si la partida de Serva la Bari la ganará un “as de Espadas”, o por el contrario lo hará un “Zoido de bastos”. Para mí lo verdaderamente importante es que se haga una gestión eficaz y solidaria, priorizando el interés común de los sufridos habitantes de esta Ciudad. Aún sin conseguir mayoría absoluta (que al día de hoy se presenta bastante complicada) debía (no caerá esa breva) gobernar quien más votos consiga. Ya está bien de Pactos de Progresos y camelos de tres al cuarto. Que cada tema se saque adelante debatiéndolo en profundidad y concensuando puntualmente su contenido. ¿Será esto factible? Sinceramente albergo pocas esperanzas sobre el particular. Vivimos instalados en un sistema democrático perverso que gira sobre un falso eje. Hablar de ideas a unos partidos que hace tiempo enterraron sus ideales, es como “pelar la pava” con un maniquí “delcorteinglé”. Suerte y que…. ¡Dios nos coja confesaos!

miércoles, 2 de junio de 2010

Al conjuro de la luz


Mañana es jueves día 3 de junio del 2010. Mañana será mañanita del Corpus en Sevilla. Uno de esos jueves que dicen acertadamente que “relucen más que sol”. Este mágico día la Ciudad recupera sus mejores galas tradicionales y acude gozosa al conjuro de la luz. Sevilla tiene un color –y un calor- especial: el color del fulgor que se vislumbra fundamentalmente con los ojos del alma. Mi amigo Antonio, ciego desde su nacimiento, acude puntualmente a su cita callejera cada día de la Semana Santa; los 15 de agosto al encuentro de la Virgen de los Reyes y, lógicamente, a contemplar en junio el enjundioso –y excesivo- cortejo del Corpus. Él me enseñó que Sevilla solo es opaca para aquellos que tienen cerradas a cal y canto las ventanas del alma. Un día me dijo: “esos entrañables días, tú ves posiblemente lo que yo no vea, pero yo percibo por el resto de los sentidos lo que tú nunca podrás percibir”. Antonio es socio del Betis desde hace muchos años y acude cada quince días al “sufridero” de Heliópolis. Sabe perfectamente interpretar lo que ocurre en el Campo verdolaga por el pálpito de la gente que le rodea. Pasa de la Feria pues dice que es efímera, volátil, superficial y poco propicia para la memoria de los sentidos. Dice tajante: “la Feria o la ves o no existe”. En fin, si él lo dice no seré yo quien le enmiende la plana.

De niño acompañaba a mi abuela a ver el Corpus. Compraba un papelón de calentitos en la Cabeza del Rey Don Pedro, y antes de llegar a la calle Alcaicería, ya formaba parte de lo que nunca existió. Siempre veíamos pasar la comitiva del Corpus en los soportales de la Plaza del Salvador. Hoy, cuando el nieto se ha convertido en abuelo, sigo viéndolo pasar desde tan señalado y querido entorno. Sin más compañía que mis gratos recuerdos, y la de algún amigo que pudo darle “esquinazo” por unas horas a sus obligaciones festivas de padre, esposo, cuñado y yerno ejemplar. Cuando la custodia de Arfe se sitúa paralela a nosotros, ya sabemos que somos un año más viejos y también más genuinamente sevillanos. Recorreremos después pausadamente las calles del Centro con su bulla a medio resolver y, cerraremos los ojos, para embriagarnos de olores a juncia y romero. Veremos de refilón escaparates de antiguos y nobles comercios artísticamente adornados. Barroco homenaje de Sierpes, Cuna y Francos -¡pobre calle quien te ha visto y quien te ve!- a un Cristo vivo y redentor. Pórtico de San Francisco bajo la atenta mirada de la Virgen de la Hiniesta, la misma que mora donde tomó forma el llamado “Moscú sevillano”. Esplendidos altares con el sabor de las cosas hechas al sevillano modo. Preámbulos nocturnos de Corpus con música y gentío, instaurado por aquellos que prefieren vivir la mañana del Corpus arrullado entre sabanas, o camino de la playa al reclamo del sol y las caricias de las olas de espumas blancas. Antesala pasional con cervezas y rifas tomboleras en el Patio de los Naranjos del Divino Salvador. Todo enmarcado en la noble e inútil tarea sevillana de intentar atrapar lo hermosamente efímero.

Cuando la mañana del Corpus avance y los rigores de la canícula empiecen a hacer estragos, volveremos a nuestros lugares de orígenes. Retomaremos la cotidianidad de los días festivos con su justo tributo a La Cruz del Campo. No hay motivos para la nostalgia. Mientras el día arropado por la cornisa del Aljarafe se va cubriendo con el suave velo de la tarde, soñaremos con unas calles hasta hace muy pocas horas atiborradas de vida y luz, y ahora tranquilas y desiertas, abandonadas dulcemente a las almas que eternamente vagan por ellas. Las de aquellos que nos enseñaron a quererla a través de sus tradiciones más nobles.
Dentro de poco, de muy poco, la Ciudad volverá a convocarnos mediante el conjuro de la luz. Será cuando la Reina de la Catedral rodee deslumbrante el perímetro de su dulce morada. Allí estaremos, siempre y cuando el Señor de San Lorenzo no nos reclame para pasar lista como militantes de la Sevilla Eterna. No tenemos prisa todavía. Queda mucho por hacer y bastante vida por gastar. Como decía el titulo de una película de finales de los setenta: “El cielo puede esperar”.