lunes, 3 de mayo de 2010

Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.




Y por que acaben luchas y querellas
y ya el humo no enlute más paredes
ni la sangre salpique a más estrellas.
(Poema de Serafín Álvarez Quintero a Melchor Rodríguez “El ángel rojo”.



En un ejercicio de futura visión política y sociológica, don Antonio Machado, nos dejo escrito –posteriormente cantada magistralmente por Serrat- lo siguiente:


Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios;
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.



Entre esos españolitos que vienen y empiezan a vivir, me afecta uno muy especialmente: se llama Rafael Muñoz Franco, nació el pasado 31 de enero y es mi primer nieto. Me gustaría dedicar lo mejor de mi persona y de mi tiempo en procurar que heredara una España libre de frentistas, con la mirada limpia de viejos rencores y el alma serena hacia un futuro esperanzado y prometedor. Por mí no va a quedar. Cada día me encuentro más comprometido con aquellos que históricamente –y desde distintas ideologías- intentaron y lucharon por conseguir una sana convivencia entre todos los españoles. Los hubo en el pasado, los habemos en el presente y, a no dudar, los habrá en el futuro. La democracia cuando es verdadera y en ella anidan la justicia, la libertad y la dignidad de las personas, debe ser un sitio común donde dirimir pacíficamente todas las cuestiones políticas, sociales, culturales o religiosas. Nadie puede –ni debe- quedar fuera de este contexto democrático, salvo aquellos que cegados por su sectarismo tratan de implantar sus ideas por las buenas o por las malas. ¡Cuantos millones de victimas han provocado, provocan y provocarán los fanáticos verdugos del fundamentalismo!
La Transición en España desde un régimen dictatorial hasta un sistema democrático fue verdaderamente ejemplar. Motivo de admiración de historiadores, sociólogos y politógolos de todos los rincones del planeta. Los llamados “Padres de la Constitución” provenientes de ideologías muy diferentes, supieron comprender que sin una política de punto y aparte, la democracia española nacería herida y con muy pocas posibilidades de supervivencia. Todos entendieron con absoluta clarividencia que había que ceder en algunos de sus planteamientos y, que si se ponían los muertos encima de la mesa, aquello sería un proceso de depuración sin fin y sin medida. Los que llegaron del franquismo supieron darle una mano de cal a las tapias de los cementerios para borrar los agujeros de las balas. Abrieron las ventanas de las comisarías para sanear el aire fétido de las torturas de la Brigada Política-Social. Se le quito a la Justicia el velo de los ojos que le tenían puesto los miembros del TOP.

Los comunistas por su parte pusieron enredaderas de flores en los alambres que rodeaban los Archipiélagos Gulag.
Le dieron la vuelta a los cuadros de Stalin en sus sedes, para que la sangre de los muchísimos inocentes purgados no manchara las paredes. Los socialistas –la historia es contumaz cuando se la analiza en profundidad- llegaron con las manos limpias y pudiendo demostrar –todavía- que lo de los “cien años de honradez” no era un lema propagandístico. Ya luego pasó lo que pasó. Solo tenían que desprenderse del dogma del marxismo y en ello estaban algunos dirigentes socialistas con Felipe González a la cabeza. Se trataba –y en buena hora- el asumir los presupuestos ideológicos de la socialdemocracia europea.

Ese era ideológicamente el marco donde se iba a proponer un proceso irreversible hacia la democracia y las libertades. El tiempo y la historia nos han demostrado con creces que estos políticos españoles con miras de futuro, lo pasaron realmente mal. Fueron cuestionados desde todos los frentes –incluyendo sus propios partidos-, pero lo que resulta evidente es que consiguieron dotar a este país de un consenso democrático fundamental, que a la postre fue vital para los años de bonanza y paz social que se avecinaban.

Se abrieron las cárceles de par a par para dejar volar a la paloma de la libertad, y quedamos todos sujetos al democrático veredicto de las urnas. Se rehabilitó en la medida de lo posible la injusta situación de los vencidos de nuestra incivil Guerra. Los historiadores en cientos de libros, revista y documentales posibilitaron que se conociera en profundidad una de las épocas más deleznable de nuestra Historia. Con su inevitable carga sentimental, situando a victimas y verdugos en su justo contexto. Todo parecía predispuesto para que en el siglo XXI la Guerra Civil, fuera ya tan solo motivo de estudio y profundización analítica a todos los niveles educativos. No es cuestión baladí aquello de que: “desconociendo nuestra Historia estamos abocados a repetir sus etapas mas perniciosas”. No, no iba a ser así como se iba a enfocar este triste episodio histórico. Bajo la presidencia de un político de perfil plano y dubitativo se crea la llamada “Ley para la Memoria Histórica”, y volvimos a rememorar la excelente película de Dalton Trumbo estrenada en 1971, y a la que le cambiamos levemente el titulo: “Juan cogió su fusil”.

Los acontecimientos producidos desde entonces son de sobras conocidos, con el más que evidente encallanamiento de la vida política española. Que existan personas deseosas de recuperar los restos de sus familiares salvajemente asesinados y enterrados en cualquier parte, me parece absolutamente legitimo (hasta el Cardenal Amigo Vallejo lo consideraba justo y más que plausible), pero enterrar el espíritu –el noble espíritu- de la Transición y partir de nuevo de cero es una autentica barbaridad. ¿A quien o a quienes vamos a procesar 70 años después de terminada la Guerra civil, y 30 desde los inicios de la Democracia?

Ya está todo de nuevo desmadrado –es nuestro sino- y nuevamente ha llegado el momento de los políticos sensatos. Los disparates se suceden en cadena en la actualidad, y a menos que alguien lo remedie –difícil lo tenemos con los actuales dirigentes de Gobierno y oposición- me temo que lo malo todavía estará por llegar. Mientras nos perdemos en batallitas “guerra civilistas”, millones de trabajadores españoles carecen de lo único que les permite sobrevivir a ellos y a sus familias: sus puestos de trabajo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acabo de ver esta fotografía. Han pasado dos años desde la fecha de la entrada. ¿Quién es el autor? Si se sabe.
Imagen que se clava en la piel y la hiere. Hiere el pensamiento y obliga a reflexionar. Niños jugando a fusilar. Niños jugando, posiblemente, a "buenos y malos"; como en las películas, como en su vida, quizá.
Buscaba imágenes para docuemtnar un artículo en mi blog. Buscaba por el nombre de "Machado" "Folklore"... Vi esta foto. No he podido pasar de largo.