lunes, 8 de febrero de 2010

Grafiteros por Bulerías.


Hace tan solo unos días se presentó el Cartel de la –felizmente consolidada- XVI Bienal de Flamenco de Sevilla. Han participado en la elaboración del mismo cuatro grafiteros (Suso-33, San, Sex-Niño de las Pinturas y Seleka). Según comentan los mismos, la idea les nació de ver conjuntamente el excelente documental sobre la grabación de “La Leyenda del Tiempo” del recordado y añorado Camarón. Cada uno creó un cartel inpirados en: El Toque, El Cante, el Baile y el aspecto social y antropológico del Flamenco. Ya posteriormente reunificaron los mismos, creando un puzzle compuesto de cuatro partes, y que a la postre ha significado el Cartel de la próxima Edición de la Bienal flamenca sevillana.

Salva Gavira fue el primero que me mandó el referido Cartel con una pregunta incluida: “Ya me dirás que te parece el Cartel de la Bienal”; “A mí la verdad aun asumiendo que hay graffitis que encuentro preñados de arte y talento, este me parece excesivo y poco representativo del mayor acontecimiento mundial del Flamenco”.


La verdad que poco o nada podría yo añadir sobre comentario tan atinado. Bien cierto es que el mundo de los grafiteros es cualquier cosa menos homogéneo. Existen graffitis –en los sitios adecuados- donde prima el sentido artístico y el talento urbano a raudales. Otros, solo buscan militar en las filas de los transgresores, pintando en casas particulares, edificios declarados como BIC o bien en vagones de trenes y metros urbanos. En estos casos el Arte queda relegado a un segundo plano primando la capacidad de provocar. De eso se trata.


Esta “manera filosófica” y provocativa de entender el Arte Moderno no es novedosa. Sociológica e históricamente arranca en nuestro país con la llamada “movida madrileña”. Toda expresión artística moderna valorada en esa época tenía como finalidad el provocar, y terminar con el reinado artístico de los tradicionalistas meapilas caducos y trasnochados. Evidentemente, como todo movimiento que nace apoyado en pies de barro la caida fue estrepitosa, dejando a su paso un reguero de excelsos y malogrados jóvenes talentos. ¿De positivo?, lo de siempre: que cuando fracasan los chubasqueros volvemos a intentar averiguar donde dejamos los paraguas.



Pues bien, de aquellos barros vienen estos lodos. El Arte en cualquiera de sus expresiones nunca funciona por movimientos revolucionarios, más bien lo hace desde procesos evolutivos. Mala cosa sería conjugar arte con inmovilismo. De ser así seguramente seguiríamos instalados en las pinturas de las Cuevas de Altamira. El Cine seguiría siendo mudo y en blanco y negro. El Cante Flamenco marginado como una expresión musical soterrada por familias y tabancos. En el Toreo seguirían muriendo caballos –no llevaban petos protectores- a mansalvas en cada corrida. El Teatro sería tan solo expuesto en Corrales de Comedias.
Avanzar, evolucionar –respetando el clasicismo auténtico- y crear desde la libertad más absoluta deben –o debían ser- las señas de identidad de cualquier expresión o movimiento artístico que se precie.

El graffiti –los grafiteros- forman parte ineludible de la cultura urbana del último tercio del pasado siglo XX, consiguiendo su esplendor en la corta andadura del XXI. Pero mala cosa sería confundir a los grafiteros con los “pintatrenes”.

Creo sinceramente – a falta de verlo en su formato original- que el Cartel de la XVI Bienal era manifiestamente mejorable. Que el mismo reflejara el mundo del graffiti podía ser una idea excelente, pero hacer un hibrido que tiene todas las formas de un pisto manchego es otra cosa. Soy consciente de que hoy día mostrarse critico con algunas formas de expresiones artísticas vanguardistas es políticamente incorrecto. Te dicen de todo menos bonito. Cosa que evidentemente hace ya muchos años que me importa bien poco. Opino –y escribo- desde el respeto y la tolerancia y a otra cosa mariposa. Cualquier mensaje artístico tiene que asumir, que junto a la capacidad de crearse en libertad, está la posibilidad critica del receptor del mismo. Lo que no es de recibo, es que algunos (enmascarados tras un falso modernismo) nos den gato por liebre y encima se forren a costa de la ignorancia.

¡Larga vida a la Bienal flamenca sevillana!. Con cartel de grafitero o con alguno costumbrista de lunares y peinetas. Lo importante es apoyar y congratularnos con esta evento flamenco mundial que eleva al Arte Jondo a la cima más alta de la Cultura.

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